Índice

Introducción
W.E.N.:
destellos de una vida y una obra condenadas al olvido

Alfredo Moro Martín

  1. Un siglo, una vida y una obra por descubrir
  2. Mirando a Wieland: Neugebauer y la novela «moderna» en Alemania
    1. Neugebauer y la nueva mímesis
    2. Una historia de formación

1.Un siglo, una vida y una obra por descubrir

El siglo XVIII temprano es un periodo de la historia de la literatura alemana todavía lleno de incógnitas y aún por explorar en toda su profundidad por la historiografía literaria1. Quizás, el carácter transicional de la época, a caballo entre las formas narrativas más idealizantes de finales del siglo XVII y los primeros destellos de una nueva manera de concebir la escritura novelística a mediados del XVIII, así como el difícil encuadre del periodo en las historias de la literatura alemana y europea, hayan propiciado una cierta carencia de estudios, especialmente si se compara este periodo con la segunda mitad del siglo, o con el siglo XIX.

La fragmentación política y cultural de los territorios de habla alemana, que abarcaban cientos de principados y contaban con múltiples polos de actividad cultural, sin duda ha aumentado la dificultad a la hora de reconstruir este periodo para la historia de la literatura y de la novela alemanas2. Diversos serán los focos de irradiación cultural en los distintos principados y reinos alemanes, razón por la que la producción literaria resultará un tanto dispar y fragmentaria en su conjunto. La novela que presentamos es ciertamente un ejemplo característico de esta fragmentación. Publicada en Breslavia en 1753, capital de la región histórica de Silesia –hoy en día dentro de los límites territoriales de Polonia–, e importante centro cultural para el este de los territorios alemanes, El don Quijote alemán vio la luz en una región cultural hoy desaparecida, cuyo legado permanece en gran medida perdido en bibliotecas particulares y en archivos provinciales tras el paulatino proceso de desgermanización de Silesia y Prusia Oriental tras la Segunda Guerra Mundial. Estas particulares circunstancias explican, en parte, la azarosa historia editorial del Don Quijote alemán y probablemente también jueguen un papel muy importante en los escasos datos sobre su autor con los que contamos a día de hoy.

p. 5La dedicatoria de la obra que nos ocupa nos obsequia únicamente con tres letras: W.E.N. Esta es la única información que la novela, publicada anónimamente, ofrece sobre su autor, dejándonos ante un universo de incógnitas. ¿Quién sería el autor de esta novela, capaz de romper la conocida tesis de Wolfgang Kayser (12) que señalaba a la primera novela de Wieland, Las aventuras de don Sylvio von Rosalva (1764), como la primera novela «moderna» en lengua alemana? ¿Quién habría de ser señalado por las «miríadas de futuros commentatores» como el padre de la primera novela quijotesca de autor conocido de la literatura alemana? ¿Quién tuvo la osadía de transformar a don Quijote en un joven comerciante germano de principios del siglo XVIII? En este apartado introductorio se tratará de responder a estas preguntas, intentando arrojar algo de luz sobre una vida y una obra literaria condenadas al olvido.

El descubrimiento del Don Quijote alemán cuenta con unas similitudes para nada despreciables con el episodio del Quijote en el que el primer «autor» encuentra por casualidad unos legajos en el Alcaná de Toledo (I.9.85). El bibliófilo e investigador germano-estadounidense Harold Jantz (1937), catedrático emérito de la Universidad de Duke, logró amalgamar a lo largo de su carrera investigadora una importante colección de cerca de 10.000 volúmenes de obras relacionadas con la cultura y literatura alemanas del Barroco al siglo XIX. Entre esos manuscritos, hoy disponibles en la colección Harold Jantz de la Universidad de Duke, se encuentra una obra, Der teutsche Don Quichotte, oder Die Begebenheiten des Margraf von Bellamonte, komisch und satyrisch beschrieben; aus dem Französischen übertsetzt [El don Quijote alemán, o las aventuras del Marqués de Bellamonte, descritas de manera cómica y satírica; traducción del francés], publicada en la editorial de Carl Gottfried Meyer en Breslavia y en Leipzig, con fecha de 17533. El don Quijote alemán no era un total desconocido para los especialistas en la recepción de Cervantes en Alemania, pues ya aparecía listado en algunos de los estudios más tempranos sobre el tema como el de Tjard W. Berger (1908), pero poco o nada se sabía de su autor. El manuscrito de la obra parecía condenado al olvido hasta que Lieselotte Kurth-Voigt dio noticia de su presencia en la biblioteca personal de Jantz en un artículo de 19654.

En su artículo, Kurth-Voigt, amén de destacar la inusitada modernidad del texto, señaló cómo el propio Jantz ya había tratado de identificar al autor del mismo a través de un análisis exhaustivo de distintos registros biográficos, en los que los apellidos de familias alemanas que comienzan con N son poco frecuentes y en los que la combinación W.E.N. resultaba tremendamente rara (109). El análisis de los autores silesios con estas iniciales llevaba necesariamente hacia Wilhelm Ehrenfried Neugebauer, un olvidado autor de poesía ocasional y de varias contribuciones a algunas revistas literarias de su tiempo. Será la propia Kurth-Voigt quien confirmará esta autoría en su exhaustivo análisis de todas las contribuciones literarias de Neugebauer, o relacionadas con él, que articula en la excelente introducción a la edición de su obra, publicada en 1972. Concretamente, la correspondencia de otro autor silesio, Karl Friedrich Flögel, con Christian Adolf Klötz de Halle identificaba a Neugebauer como el autor del Don Quijote alemán, no en vano, la misiva, en la que se ofrece una interesante información sobre la juventud de Neugebauer, señala cómo «su primer intento [en las letras] fue la novela de Bellamonte, escrita al estilo del Don Quijote» (citado en Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 348)5.

p. 6 Pese a su identificación, la biografía del autor que nos ocupa, Wilhelm Ehrenfried Neugebauer, más que ofrecernos certezas, contribuye aún más a aumentar los interrogantes, ya que son pocos los detalles que conocemos de su vida y obra. Los destellos que estas escasas certezas nos ofrecen, sin embargo, abren sendas de transcendencia para la historia de la literatura alemana en general y para la recepción europea de Cervantes en particular, ya que la obra del autor silesio hollará caminos posteriormente transitados por autores de la importancia de Wieland, Goethe o Keller, por citar únicamente a algunos en lengua alemana. Conviene, por lo tanto, tratar de reconstruir los fragmentos de esta trayectoria literaria condenada al olvido y rescatada para la Filología gracias a la impagable labor de Harold Jantz y Lieselotte Kurth-Voigt.

Como destaca Lieselotte Kurth-VoigtWEN» 345), Wilhelm Ehrenfried Neguebauer, sobre el que apenas existen estudios académicos, compartió el destino de tantos autores de mérito del siglo XVIII que publicaron una gran parte de su obra de forma anónima: el olvido6. Uno de los documentos fundamentales a la hora de reconstruir esta vida olvidada es su partida de defunción, hallada por Lieselotte Kurth-Voigt («Der Verfasser» 346) en los protocolos de defunción de Viena del año de 1767. En el documento, puede leerse lo siguiente:

Mes de abril de 1767

El día 7

Neugebauer, Wihlehm Ehrenfried, Doctor en Filosofía, residente en Goldhanisch Hauß en el barrio de Wieden, murió en la fe luterana en el hospital de la Misericordia a la edad de 31 años. F.S7.

De la partida de defunción se pueden extraer algunos datos interesantes. En primer lugar, nuestro autor residía en el barrio de Wieden, entonces a las afueras de la capital imperial, si bien al lado de la muralla de la ciudad. Contaba con el título de Doctor en Filosofía, profesaba la fe luterana, algo que le situaba a contracorriente en la Viena de los Habsburgo, bastión del catolicismo europeo, y falleció en el hospital de la Misericordia del distrito de Leopoldstadt a orillas del canal del Danubio, a la temprana edad de 31 años. Por el lugar del fallecimiento, podemos inferir que Neugebauer se hallaba en una situación desesperada y con pocos recursos económicos, algo que concuerda con su modesta estancia en la ciudad austriaca, de la que se hablará más adelante.

El Wiennerisches Diarium del 11 de abril confirma los datos de la partida de defunción (Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 346), ya que incluye a Neugebauer en la lista de fallecidos, si bien ofrece como fecha del fallecimiento el 8 de abril de 1767. Según estos testimonios, Neugebauer debió nacer entre la segunda semana de abril de 1735 y la primera del mismo mes de 1736. Pero… ¿quién fue este joven autor de 31 años, despedido sin honor alguno y fallecido en un hospital para ciudadanos con pocos recursos?

Como se señalaba anteriormente, la correspondencia entre Flögel y Klötz nos ofrece varios detalles sobre los primeros años de Neugebauer (Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 346-347). Wilhelm Ehrenfried Neugebauer nació en Breslavia (actualmente Wroclaw, Polonia) en 1735 o en 1736 y fue hijo de un abogado de la ciudad, Gottlieb Ehrenfried Neugebauer. El joven Neugebauer no recibe una educación formal, sino que cuenta con tutores privados y su formación posterior será fundamentalmente autodidacta. De la misiva de Flögel a Klötz se deduce que el joven debió sufrir ataques epilépticos, enfermedad considerada obsesiva en ese momento histórico, por lo que quizás la preferencia por la educación privada de la familia de Neugebauer se basase en la frágil salud del autor silesio.

p. 7 Una de las principales características de la vida de Neugebauer es su inusitada precocidad literaria. Según el testimonio de Klötz, parece que Neugebauer comenzó su actividad literaria a los 15 o 16 años, colaborando en algunas publicaciones periódicas del pastor protestante silesio Martin Gottlieb Böhm (1715-1793), editor de los semanarios Der Freymüthige (1751), del Neuer französischer Zuschauer (1752-1754) y del Theologisches Wochenblatt (1772-1773). Neugebauer colaboró con el primero y se intuye su presencia en el segundo, que se presentaba como traducción de una revista francesa que jamás se ha encontrado, algo que demuestra el provincianismo cultural alemán de este momento y su dependencia respecto a modelos foráneos.

Böhm, en un principio seguidor de las doctrinas literarias del crítico ilustrado Johann Christoph Gottsched (1700-1766), quien desde su cátedra en Leipzig abogaba por una nueva estética neoclásica para la literatura y para la novela, marcará la orientación literaria y crítica del joven Neugebauer, que llegó incluso a colaborar en una revista editada por el gran pope sajón, Das Neueste aus der anmuthigen Gelehrsamkeit (1751-1762). Como veremos más adelante, la asociación de Neugebauer con Gottsched le hará caer en un cierto ostracismo durante sus estancias en Berlín y en Viena, en las que las élites intelectuales propugnaban estéticas literarias contrarias a las del catedrático de Leipzig. Durante estos años de intensa actividad crítica se gesta Der teutsche Don Quichotte, su primera obra, así confirmada por Flögel en su correspondencia con Klötz (citado en Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 348).

Neugebauer publica El don Quijote alemán, su primera novela, en 1753, a la edad de 17 o 18 años. La novela del autor silesio parece que contó con una cierta difusión, al menos dentro de Prusia. Así lo atestigua la única reseña de la obra con la que contamos, que aparece en el Berlinische priviligierte Zeitung del 4 de septiembre de 1753, firmada por Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781), una de las figuras más importantes del panorama cultural alemán del momento. En su reseña, Lessing elogia el Quijote, destacando cómo la obra cervantina es sin duda la más conocida por los extranjeros y cómo merecería la pena aprender castellano solamente por leerla (Gesammelte Schriften 196). Las palabras de Lessing sobre esta imitación germana son ciertamente positivas, ya que el ilustrado destaca el humor de la obra y su inventiva a la hora de generar situaciones cómicas:

La presente imitación no es de las peores. El autor cuenta con una gracia verdaderamente cómica y con una imaginación poco común, rica a la hora de generar escenas graciosas. Esta obra parece carecer únicamente de la capacidad de esconder tras estas la más seria moral. La risa que despierta es por lo tanto poco fructífera y podría resultar repugnante en no pocas ocasiones a aquellos hombres que no quieren reír en vano8. (196-197)

Pese a achacarle el defecto de la ausencia de unas enseñanzas morales serias derivadas del humor de la obra, Lessing elogia también su estilo narrativo (197), por lo que podría considerarse que la recepción crítica por parte del ilustrado germano no fue del todo negativa, especialmente si tenemos en cuenta que Lessing realizaba una selección muy estricta de las obras que reseñaba (Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 393). El éxito parecía esperar a este joven silesio, capaz de atraer la atención crítica de todo un Lessing con tan sólo 17 años.

p. 8 Tras la publicación del Don Quijote alemán en 1753, Neugebauer pasa la mayor parte de su tiempo en Breslavia, para marcharse posteriormente a la Universidad Viadrina de Fráncfort del Oder a estudiar Leyes en 1755, probablemente con la intención de suceder a su padre como abogado en la capital de Silesia. En la Universidad Viadrina, Neugebauer parece haber participado en la creación de una asociación estudiantil, a la que significativamente llamarían la «Orden de los caballeros andantes»9. Sin embargo, tras un año allí, Neugebauer decide poner rumbo a la costa báltica, concretamente a Danzig (actualmente Gdansk, Polonia), donde permanece en contacto con los círculos literarios cercanos a Gottsched. De hecho, nuestro autor es nombrado miembro de honor de una de las sociedades literarias de la ciudad, la Ästhetische Gesellschaft, de reciente creación (1755), y que permanecería activa hasta 1760.

Los dos años posteriores a su mudanza a Danzig parecen haber marcado un importante cambio de rumbo en la vida del joven Neugebauer, quien podría haberse alistado en el ejército de Federico II de Prusia en la Tercera Guerra Silesia (1756-1763), conflicto que forma parte de la Guerra de los Siete Años que enfrentó a Prusia frente a Austria y Francia, saldándose con una importante victoria prusiana que marcaría el inicio de su dominio militar y político en los territorios germanoparlantes. Sus obras Zwey Oden auf die Siege des Königs bei Roßbach und Neumark [Dos odas a la victoria del Rey en Roßbach y Neumark] de 1758 y Der Feldzug der Allierten Armee [La expedición de los ejércitos aliados], del mismo año, nos ofrecen dos composiciones poéticas que cantan las victorias de Federico II y Fernando de Brunswick sobre las tropas austro-francesas, adoptando la perspectiva de un sujeto poético que parece haber tomado parte en ambas batallas. La confirmación de la presencia del autor en el campo de batalla se encuentra en la dedicatoria a su Fabeln des Fuchses [Fábulas del zorro], de 1761, y en la que el propio Neugebauer declara que sus fábulas se le han escapado a su pluma «en medio del fragor de la guerra, en campamentos y fatigosas marchas» (Der teutsche Don Quichotte 256)10.

En el año 59, Neugebauer comienza su actividad como traductor, fundamentalmente de obras francesas. En este año ve la luz la traducción de la École du Gentilhomme, ou Entretiens de feu Mr. Le Chevalier de B…Avec le Comte son Neveu. Sur L’Héroïsme et les Héros. Publiés par Mr. M.B. de. G….Familiarisons les jeunes gens avec la perfection de l’état auquel leur naissance les appelle, del preceptor francés Jean Henri Maubert de Gouvest (1721-1767), que trabajaba para varias familias de la nobleza alemana (Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 350). La traducción de Neugebauer, que reza Die Schule des Edelmanns, oder Magazin für junge Cavaliers. Nebst der Schilderung des rechtschaffenen und artigen Mannes [La escuela del gentilhombre, o el Magazin para jóvenes caballeros. Junto al retrato del hombre honesto y decoroso], aparece en Berlín y Leipzig en 1759 en la editorial de Johann Heinrich Rüdiger. La obra de Gouverst se articula a través de una serie de diálogos que abordan distintas cuestiones relativas a la educación de los jóvenes de noble cuna y, entre ellos, destaca la primera de las conversaciones, que gira en torno a un tema fundamental en El don Quijote alemán, la importancia de la lectura de novelas en la vida de los jóvenes. De hecho, este primer diálogo nos presenta una escena que resultará tremendamente recurrente en la tradición cervantina de los siglos XVIII y XIX, la del joven y solitario lector enfrascado en su lectura:

El caballero

¡Pero bueno, primo! ¿Ya os abandonáis a vuestros pensamientos? Conforme me dijeron que os encontrabais en el bosquecito, me imaginé que os hallaría en algún jardín con una buena novela en la mano11. (Schule des Edelmanns 1-2)

p. 9Además de la cuestión de la lectura por parte de los jóvenes, la obra trata, significativamente, la materia del héroe y el heroísmo en el diálogo «Von dem Heldentum und dem Held» [Del heroísmo y el héroe] y en la narración interpolada de carácter exótico «Korem und Zendar», que ejemplifica los preceptos del diálogo anteriormente mencionado. Como se puede apreciar, la educación de los jóvenes supuso una cuestión central para Neugebauer, que además pudo experimentar en sus propias carnes, tal y como se deduce de la introducción a otras dos obras añadidas a la Schule des Edelmanns, la Des Herrn de la Chetardye Unterricht für einen jungen Herrn, oder Schilderung des rechtschafnen und artigen Mannes [Lecciones del Señor de la Chetardye para un joven caballero, o retrato del hombre honesto y galante] y la tercera parte, Des Herrn von Saint-Evremont Moralsätzen, nebst noch einigen andern hierzu gehörigen Stücken [Sentencias morales del Señor de Saint-Evremont, junto a algunas otras piezas pertenecientes a las mismas]12.

Precisamente, en la introducción a estas dos obras podemos encontrar detalles sobre otra de las actividades que llevó a cabo nuestro polifacético y pluriempleado autor: la de preceptor de los jóvenes de buena familia. La traducción, dedicada a Georg Vivienz Leopold von Arnim, para el que Neugebauer trabajó con preceptor en su hacienda de Suckow, en Mecklemburgo, parece un intento desesperado de volver a ganar el favor de la familia ante una experiencia laboral que tiene la apariencia de no haber acabado del todo bien. El final de esta relación ocurrió, en palabras de Neugebauer «no sin dolor» (Schule des Edelmanns 3)13.

La dedicatoria, firmada en Berlín el 29 de febrero de 1759 nos ofrece otro dato importante: el traslado de Neugebauer a la capital de la incipiente Prusia, quizás buscando el favor de un rey y un estado a los que nuestro autor defendió con las armas y a los que había cantado en sus odas a las victorias de Federico II y de Fernando de Brunswick en la Guerra de los Siete Años. En Berlín, Neugebauer entabla contacto con los grandes intelectuales ilustrados que residían en la ciudad, entre otros Moses Mendelssohn (1729-1786), Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781) y Christoph Friedrich Nicolai (1733-1811). Parece que la recepción que los ilustrados berlineses depararon a Neugebauer no fue demasiado acogedora, probablemente por la vinculación anterior del autor silesio con círculos literarios cercanos a las ideas de Gottsched, con quien los ilustrados berlineses se hallaban en profundo desacuerdo.

Esta fría acogida se refleja en una carta de Moses Mendelssohn a Lessing del 19 de diciembre de 1760. En ella, Mendelssohn, comentando con tristeza la soledad en la que se encuentra desde la marcha de un amigo común, Bloch, añade maliciosamente que «si por suerte también se hubiera marchado Herr Neugebauer, todo habría resultado mucho más soportable» (citado en Kurth-Voigt, Der Verfasser 354). Un comentario añadido por Nicolai a la correspondencia entre ambos caracteriza con más dureza a Neugebauer:

Neugebauer, natural de Silesia, era un cabeza hueca y un hombre muy impertinente. Ha escrito unas fábulas malas y creo que algunas piezas para el teatro también penosas. Después se fue a Viena, donde trató de hacerse pasar por un erudito durante un tiempo y hasta donde yo sé, murió14. (Citado en Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 354)

Tras la gélida acogida de los círculos berlineses, Neugebauer continuó con su carrera literaria y en 1761 publica sus Tödtengesprächen [Diálogos de los muertos], que siguen el ejemplo de Luciano de Samosata. La dedicatoria de la obra, firmada en la hacienda de Käselin, en Mecklenburgo-Schwerin, sugiere que Neugebauer quizás continuó ganándose la vida como preceptor de distintas familias de la nobleza prusiana, aunque contamos con muy pocos datos biográficos del periodo que abarca su llegada a Berlín y el inicio de la vinculación de Neugebauer con Viena, que parece comenzar entre 1761 y 1763.

p. 10Dentro de este periodo oscuro sabemos que Neugebauer figuraba entre los candidatos a la matrícula para los estudios de leyes en la Universidad de Greifswald, ciudad hanseática entonces bajo dominio sueco. Neugebauer debió pasar un tiempo en la ciudad báltica, al menos el primer semestre de 1763, y parece haberse integrado algo mejor en los círculos intelectuales de la ciudad universitaria, pues su nombre aparece entre los miembros de la Real Sociedad Sueca de Greifswald, fundada en 1745 en honor del príncipe sueco. Aun así, su estancia en esta universidad debió ser cuanto menos intermitente, ya que a partir del año 1761 encontramos varios testimonios de la vinculación intelectual de Neugebauer con Viena. El autor del Quijote alemán parece haber residido en la capital imperial al menos desde el verano de 1763, año en el que se publican algunas de sus fábulas en la revista vienesa Die Welt, fundada por otro alemán exiliado en Austria, el sajón Christoph Gottlob Klemm.

En cualquier caso, como se señalaba anteriormente, la vinculación de Neugebauer con la ciudad austriaca comienza al menos en 1761, cuando lo encontramos como miembro de la Deutsche Gesellschaft in Wien von den Freunden Gottscheds [Sociedad alemana de los amigos de Gottsched en Viena], fundada por emigrantes de origen sajón y silesio y dirigida por el ilustrado Joseph von Sonnenfels , con quien Neugebauer mantendrá una agria disputa en el futuro. La participación de Neugebauer en la vida intelectual vienesa parece haber sido más o menos intensa. Klemm, quien pronto se separó de la Deutsche Gesellschaft, funda en 1763 el Österreichische Patriot, una revista que pretendía «ilustrar» el gusto literario de los vieneses, considerado atrasado por los emigrantes alemanes, y a la que Neugebauer contribuiría con varios textos. Algunas de sus contribuciones al Österreichische Patriot resultan tremendamente interesantes desde el prisma de la tradición cervantina, pues abordan temas recurrentes en los diversos autores influidos por Cervantes y el Quijote. Así, encontramos varios cantos épico-cómicos como Der Autor Scribler, Ein komisches Heldengedicht in drey Gesängen [El autor-amanuense, un canto cómico-heroico en tres cantos] o el texto Die edle Freyheit andere zu beurteilen [La noble costumbre de juzgar a otros], en la que un ficticio Lysimon sirve como vehículo para articular la sátira del lector. De hecho, la sátira de la pedantería erudita está muy presente en el primer texto, cuyos cantos se distribuyen en tres números de la revista, concretamente el 50, 54 y 57. Como puede observarse, el tono satírico y elevado del Don Quijote alemán es claramente reconocible:

Ven y canta conmigo al pedante escriba, así como al destino de una de sus primeras obras, que, con bellas viñetas y letras regularmente ordenadas, se vio desterrada a la hilera del resto de libros. En vano han elevado los poderosos críticos sus puños cerrados contra él, en vano le silbó la envidia su desprecio y la burla de toda una posteridad. Encendido por la ensoñación de inmortalizarse, tensó su valiente vela, atravesó el mar de la eternidad, llegó al puerto y… fracasó15. (Der österreichische Patriot II.2.50. 393-394)

Tras el cierre del Österreichische Patriot, Neugebauer planea una nueva aventura editorial, esta vez en solitario, creando un nuevo semanario, Der Verbesserer. El semanario únicamente contará con dos números entre 1766 y 1767, y la autoría del periódico será siempre anónima, aunque sabemos que Neugebauer fue su autor gracias al comentario de un austriaco a la reseña que Nicolai ofrece sobre la vida intelectual vienesa en su Allgemeine Deutsche Bibliothek, en el que se confirma que «un tal Neugebauer» era el autor del Verbesserer (Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 360). Además de las agrias polémicas que el periódico sostuvo contra Joseph von Sonnenfels, de las que se hablará más adelante, en el Verbesserer se pueden encontrar nuevos ejemplos de la labor de Neugebauer como traductor de obras francesas, como por ejemplo los Principes & Observations oeconomiques [Principios y observaciones económicas] (1767) de François Véron Duverger de Forbonnais (1722-1800), un economista político colaborador de L’Encyclopédie.

p. 11Sin embargo, el aspecto más destacable de las contribuciones de Neugebauer al Verbesserer es su agria polémica con Joseph von Sonnenfels, que venía criticando desde su revista Der Mann ohne Urteil [El hombre sin prejuicios] las intenciones reformadoras del Verbesserer respecto a los gustos literarios vieneses. Esta polémica nos revelará algunos aspectos sobre la penosa situación de Neugebauer en la capital imperial, así como otros detalles que revelan su permanente uso de recursos cervantinos con fines satíricos o humorísticos.

Los intentos reformadores del Verbesserer y del Österreichische Patriot no fueron bien recibidos por algunos semanarios vieneses. De entre ellos, Der Mann ohne Urtheil, dirigido por el ilustrado de origen moravo Joseph von Sonnenfels, adoptará una actitud especialmente beligerante respecto a Neugebauer y su Verbesserer. A partir del número 18 del Mann ohne Urtheil, publicado en 1766, von Sonnenfels comienza su ataque sistemático a Neugebauer, acusándole de sus escasos méritos literarios, del total desconocimiento de sus obras literarias y, pasando ya al terreno personal, de la perentoria necesidad de Neugebauer por escribir, probablemente movido por sus estrecheces económicas (citado en Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 364). De hecho, las acusaciones personales de Sonnenfels van in crescendo, ya que se llega a sugerir que algunos escritores escriben para no trabajar y se deja entrever que quizás pasan demasiado tiempo en las tabernas (citado en Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 365-366).

La respuesta de Neugebauer no se hizo esperar y llegaría en una separata a la edición habitual del Verbesserer. Si el escrito de Sonnenfels había pasado de las críticas puramente literarias a los ataques personales más bajos, se debe señalar que la respuesta del autor del Quijote alemán continuó con el tono agrio del Mann ohne Urtheil, cayendo en la vulgaridad más absoluta en sus acometidas contra Sonnenfels, al que Neugebauer ataca por sus orígenes judíos, destacando la «verdadera maldad judía» del autor del Mann ohne Urtheil16.

Sin embargo, dentro de este escrito en el que nos encontramos un claro testimonio del antisemitismo del autor del Don Quijote alemán, se puede comprobar cómo la fascinación cervantina de Neugebauer continuó después de la temprana publicación del Quijote alemán en 1753. Más de una década más tarde de la publicación de su novela quijotesca, Neugebauer sigue empleando referencias al Quijote para atacar a sus oponentes literarios:

¿Qué podrá oponer el pobre Verbesserer frente a este Caraculiambro ilustrado, contra este Famongomad de escritor? ¡Paciencia! También existen gigantes de papel y el Mann ohne Urteil quizás sea un gigante en un ámbito muy limitado17. (Citado en Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 368)

Las referencias a los gigantes Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania (Don Quijote I.1), y Famongomad, del ciclo de Amadís de Gaula, refleja perfectamente cómo los intereses cervantinos de Neugebauer fueron más allá de la publicación de su primera novela y perduraron a lo largo de su carrera literaria, así como su conocimiento directo del texto cervantino.

p. 12 Sonnenfels responderá a Neugebauer en el número 23 del Mann ohne Urteil y lo hace en una larguísima respuesta plagada de ataques personales, ataques que, si bien deben ser tomados con la debida cautela, revelan algunos de los problemas que parecen haber acosado a Neugebauer durante su estancia vienesa. Así, el artículo del Mann ohne Urteil comienza con un supuesto testimonio de una nueva borrachera del «Besozzi» o «borrachín» Neugebauer, al que recrimina haber vivido de su pan durante algún tiempo (citado en Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 372-373). La respuesta, que reconoce la participación de Neugebauer en el Welt y en el Österreichische Patriot, critica a Neugebauer por ser un escritor absolutamente desconocido en Viena. De hecho, Sonnenfels reta al autor silesio a mostrar algún ejemplo de su propia pluma capaz de reformar el gusto literario austriaco, ya que afirma que los vieneses «no conocemos muestra alguna de vuestro trabajo» (citado en Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 375).

Neugebauer intenta zanjar la polémica en un último escrito, publicado también en el Verbesserer. Esta última respuesta, en la que el autor silesio trata de defenderse de las acusaciones personales lanzadas por Sonnenfels, resulta especialmente desgarradora, ya que, en ella, Neugebauer nos ofrece su propio testimonio sobre las circunstancias de penuria extrema experimentadas durante su estancia en Viena:

Trabajo, necesidad, inseguridad y penuria… ese ha sido mi destino durante mi estancia aquí, que aún resulta más horrorosa por el recuerdo de una pobre esposa abandonada y de una hija menor y ahora huérfana de padre… todo esto me ha situado en oscuras circunstancias y esferas, que han ido adueñándose de mi conducta y de mi personalidad, tanto como lo habría hecho el brillo de mi ambiente de antaño si me hubiera visto situado en él18. (Citado en Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 378)

A pesar de que Neugebauer nunca volvió a responder directamente a Sonnenfels en las páginas del Verbesserer, las punzantes referencias indirectas no cesaron, tal y como ha destacado Kurth-Voigt («Der Verfasser» 379). Tampoco lo hicieron sus traducciones, escritos moralizantes y opiniones críticas, pese a que la actividad literaria del autor del Don Quijote alemán iría siendo cada vez más apática y esporádica. Kurth-Voigt («Der Verfasser» 388) achaca este paulatino decrecimiento a que Neugebauer debía encontrarse gravemente enfermo, suposición que no parece para nada descabellada dado que fallecería pocos meses después de la polémica con Sonnenfels, en abril de 176719. Los datos que nos aporta el acta de defunción con la que iniciamos este recorrido por la trayectoria vital de nuestro autor y el testimonio de su propia pluma con el que lo cerramos, nos hablan de un autor ya olvidado en vida, que debió de fallecer en la más absoluta soledad y en una lamentable miseria. Sirvan estas palabras y esta edición de novela en la lengua del Quijote como homenaje póstumo por parte de uno de los commentatores del futuro que este joven emulador de Cervantes a los 17 años soñó con tener algún día.

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2.Mirando a Wieland: Neugebauer y la novela «moderna» en Alemania

La cuestión del nacimiento de la novela moderna en la narrativa europea ha estado tradicionalmente mediatizada por el campo de especialización de los investigadores de turno y su adscripción filológica. Investigadores como Margaret Doody (The True Story of the Novel, 1996) o Carlos García Gual (Las primeras novelas, 2008) han situado los orígenes del género en la Antigüedad tardía, concretamente en la producción novelística de Heliodoro o Aquiles Tacio. Por su parte, la crítica anglosajona, siguiendo la estela del famoso ensayo de Ian Watt, The Rise of the Novel (1957), ve el origen del género en la novelística británica de la primera mitad del siglo XVIII y en autores como Defoe, Richardson o Fielding, en los que Michael McKeon, en The Origins of the English Novel (1987) también sitúa el nacimiento del género, reconociendo, eso sí, la indiscutible influencia de Cervantes en el mismo. En el ámbito hispánico, Marcelino Menéndez Pelayo, en sus Orígenes de la novela (1905-1915), pese a una cierta indefinición genérica, sitúa el culmen del género en el Quijote cervantino, al igual que Ortega y Gasset y otros críticos posteriores, si bien existen otras tradiciones críticas que sitúan la modernidad del género en la picaresca o incluso en el Guzmán de Alfarache.

En la tradición alemana la tendencia no es distinta. La crítica germanoparlante suele asociar modernidad novelística con bildungsroman o novela de formación, el género novelesco que dará a las letras alemanas una popularidad tremenda en toda Europa a finales del XVIII y principios del XIX. Esta tendencia comienza con el ensayo Versuch über den Roman [Tratado sobre la novela] (1774) del crítico prusiano Friedrich von Blanckenburg, que canoniza la obra de Wieland (y por ende, la de Fielding), como el modelo de una nueva forma narrativa que para Blanckenburg surge por el cambio de circunstancias históricas y la nueva concepción del ciudadano como Mensch u hombre libre. Tras Blanckenburg, autores como Hegel, (Ästhetik, 1818), Morgenstern (Über das Wesen des Bildungsromans, 1820) o Dilthey (Leben Schleiermachers, 1870) han continuado esta asociación entre novela moderna y bildungsroman, entronizando a Goethe como el origen del género en Alemania y situando a C. M. Wieland en la categoría de ilustre predecesor.

Por su parte, Wolfgang Kayser, en su influyente ensayo Entstehung und Krise des modernen Romans [Surgimiento y crisis de la novela moderna] (1954), en el que el crítico teutón aborda el debate sobre el fin de la novela que tan en boga estuvo durante los años de postguerra, ubica el origen del género en Alemania hacia la mitad del siglo XVIII, concretamente en la primera novela de C.M. Wieland, Die Abenteuer des Don Sylvio von Rosalva (1764) [Las aventuras de don Sylvio von Rosalva] (Entstehung 12) obra que también estará presente en esta colección. Para Kayser, la modernidad de autores como Wieland, Fielding o Cervantes reside en la novedosa actitud que estos muestran respecto al lenguaje, que emplean como medio para la polisemia y no como herramienta puramente descriptiva (13-14); en la nueva relación entre narrador y lector que estos autores logran articular en sus novelas (15-17); y finalmente, el retrato más o menos verosímil de la vida burguesa (19). En realidad, las ideas de Kayser, a excepción de sus comentarios en torno a la nueva relación entre narrador y lector, no resultan demasiado diferentes de las de los comentaristas teóricos de mediados del XVIII analizados en el estudio cervantino de esta edición y que tendieron a canonizar a los autores que efectuaron una clara ruptura respecto a la visión romancesco-idealista como Fielding, Scarron o Cervantes20.

p. 14Sin embargo, el descubrimiento en 1965 de Der teutsche Don Quichotte por Lieselotte Kurth-Voigt y Harold Jantz y su posterior publicación en 1972 acarreó una necesaria reexaminación de las tesis de Kayser y de una buena parte de la tradición crítica teutona. No en vano, en la obra de Neugebauer se podía encontrar el germen del retrato de la formación de un joven burgués que ha de superar su inexperiencia inicial e integrarse en el mundo. En la novela que nos ocupa también podía hallarse una representación más o menos verosímil de la vida provinciana de cualquier principado alemán de mediados del siglo XVIII. Y lo que es más sorprendente, la narración de Neugebauer demostraba una radical metaficcionalidad, cuestionando continuamente las fronteras entre narración y lector de manera sistemática, anticipándose en muchos aspectos a experimentos narrativos mucho más lejanos en el tiempo.

¿Estamos, por lo tanto, ante la primera novela moderna en Alemania? Para Lieselotte Kurth-Voigt, El don Quijote alemán muestra claramente los primeros rasgos de una nueva prosa y, lo que es más importante, esta no parece surgir «repentinamente», como señalaba Kayser, sino que emerge mediatizada por una tradición concreta, la tradición cervantina, en la que Neugebauer se inscribe sin lugar a dudas:

En El don Quijote alemán pueden encontrarse claras muestras de una «nueva prosa narrativa». Como reconocimiento a esta obra temprana debería superarse la concepción de que esta «nueva prosa narrativa», tal y como consideraba Wolfang Kayser, surge en Alemania por vez primera en las obras de Wieland y que «de repente está ahí». La novela moderna no aparece, tal y como parece, sin mediación y desarrollos previos. Sirva como muestra de esta afirmación la hasta ahora desconocida novela de Neugebauer que presentamos aquí en su totalidad. A tenor de ulteriores investigaciones se puede decir que en la literatura novelesca de entonces aparentemente no se produjo una ruptura repentina y completa con la tradición. El caso es más bien el contrario. La crítica contemporánea respecto a los romances histórico-cortesanos y heroico galantes condujo a finales del siglo XVII y principios del XVIII a experimentos con nuevas formas y técnicas. El resultado fue una literatura novelesca que muestra todas las características de la prosa narrativa de un periodo de transición. Valores tradicionales fueron en parte reconocidos y adoptados. También otros fueron rechazados. En su lugar, aparecieron nuevas características, que ya apuntan a lo que viene y que serán completadas, mejoradas y refinadas por generaciones futuras21. («WEN» 129-130)

Nos encontramos, por lo tanto, ante una novela que, si bien enlaza sin duda con tradiciones narrativas anteriores –aspecto que abordaremos en el estudio cervantino dedicado al encuadre de la novela en la recepción transnacional de Cervantes–, anticipa muchos de los aspectos desarrollados en la obra de novelistas posteriores como Wieland o el propio Goethe. Es hora, por lo tanto, de analizar en algo más de detalle las características que hacen del Don Quijote alemán una obra de una tremenda importancia no sólo para la tradición cervantina europea, sino también para el desarrollo posterior de la novela en el ámbito germano-parlante.

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2.1.Neugebauer y la nueva mímesis

A mediados del siglo XVIII la crítica literaria germanoparlante demandaba verosimilitud. Cansada de los excesos narrativos de los romances heroicos franceses y de las extravagancias de sus epígonos alemanes, la crítica exigía una nueva mímesis, más realista y alejada de las formulaciones literarias previas, de carácter claramente aristocrático. No en vano, el propio Bellamonte en su discusión sobre el género novelesco con el príncipe Vardanes, destaca cómo las novelas deberían «guardar una gran apariencia de verdad», aspecto que jamás había encontrado en los romances aristocráticos de los Talanders, Melissantes y Telateon, cuyos personajes y ambientes le parecían tan «despojados de toda humanidad» como el famoso Amadis de Gaula (El don Quijote alemán IV.4. 154)22.

En su novela, Neugebauer propone a su lector una nueva mímesis, un desplazamiento (Frye Anatomy of Criticism 136-138) radical de muchas de las características esenciales del romance heroico y de su variante barroca alemana hacia una región imaginativa (Martínez Bonati, El Quijote y la poética 46) cómico-realista, claramente identificable para el lector burgués de cualquier principado alemán. Así, el primero de los aspectos que resultan novedosos en este sentido es la localización de la novela. Huyendo de los extravagantes escenarios característicos de formulaciones narrativas previas, habitualmente situados en países exóticos o en Oriente Próximo, Neugebauer nos presenta una novela cuyo escenario podría ser el de cualquier principado o reino alemán, de Alsacia a Silesia («El autor al lector» 24)23. Es más, el supuesto autor francés —abordaremos la cuestión de la narración fingida más adelante— destaca cómo su obra tiene su origen en sus «viajes y largas estancias en Alemania» (24), por lo que su narración se basa, teóricamente, en la observación del carácter general de la nación alemana.

En este sentido, cabe destacar que, pese a las poses aristocráticas de Bellamonte y Vardanes, Neugebauer no puebla su novela con heroicos, piadosos e intachables héroes aristocráticos, sino que presenta un retrato cómico de la incipiente burguesía y de la baja nobleza alemana, con todas sus virtudes y defectos. El protagonista de la novela sueña con un noble linaje marquesil y con ilustres ancestros, pero la realidad es que nos encontramos ante un huérfano cuyo linaje más tiene que ver con el comercio que con las armas:

En una agradable ciudad alemana, un comerciante había muerto, dejando tras de sí una considerable herencia y un hijo aún menor de edad. Su hermano, que tuvo que ocuparse de los negocios familiares, crio al hijo y se enriqueció con ello, aunque de una manera honorable. El joven se llamaba Johann Glück (JEAN BONHEUR), por lo que generalmente se le llamaba Herr Johann. Pese a que se le había educado para el comercio, sus afanes eran otros y su mente mostraba una gran destreza para todo aquello que no estuviera relacionado con los negocios. Nunca se le había obligado a nada, ya que su dinero le situaba en la seguridad de estar fuera de todo peligro24. (I.1. 26)

Neugebauer nos presenta un retrato de la incipiente burguesía germana y nos sitúa ante uno de aquellos jóvenes burgueses con tiempo libre para la lectura y el ocio. Sus lecturas, que no serán otras que las obras de Marivaux y del Marqués de Argens, despiertan en el joven aprendiz de comerciante una vocación heroica que poco se corresponde con su destino como burgués y, de hecho, el joven Glück llegará a dudar de sus propios orígenes, convencido de su ascendencia aristocrática.

p. 16Frente a este retrato del burgués ocioso –Glück– y de su tutor legal –su codicioso tío–, la novela de Neugebauer también nos presenta un punzante retrato satírico de la baja aristocracia rural alemana. La opulencia burguesa que Neugebauer retrata en el primer capítulo contrasta deliberadamente con las penosas condiciones de la noble dama que encontramos en el capítulo séptimo del primer libro, en el que se nos describe con todo detalle cómo la vieja dama se ve obligada a compartir su hacienda en derecho de usufructo junto a otras cuatro familias nobles (I.7. 47). Neugebauer, en un retrato sin duda malicioso –no olvidemos su notable experiencia como preceptor en familias aristocráticas– nos presenta a una nobleza que ha de compartir una tierra que les ofrece exiguos beneficios y que parece arruinada. De hecho, esta baja nobleza rural ni siquiera preserva las buenas maneras, ya que sus miembros se comportan a lo largo de toda la novela de una manera tosca no demasiado diferente a la de cualquier aldeano. Así, en el segundo capítulo del segundo libro «Sobre un terrateniente rural», el narrador nos presenta a Jakob, el hijo de la viuda anteriormente mencionada, quien, en un retrato con interesantes similitudes al del Squire Western del Tom Jones de Fielding, muestra un lenguaje soez y unas no menos vulgares maneras y diversiones. Su ignorancia y falta de educación quedan retratadas en el sexto capítulo del tercer libro, en el que, completamente borracho, emitirá una serie de juicios críticos sobre los amorosos versos del autor ficcionalizado en la novela.

Además de esta representación de la burguesía germana y de la baja aristocracia terrateniente, Neugebauer da cabida en su novela a algunos episodios propios de la tradición picaresca. A lo largo de la narración, el lector va a encontrarse con asaltadores de caminos, con peleas con campesinos repletas de golpes y mojicones, con vaqueros, porqueros, mercados, posadas del camino, aldeas rurales y todo tipo de tabernas, así como una gran variedad de episodios escatológicos muy en la línea de novelistas franceses como François Rabelais o Paul Scarron. De hecho, el proceso de desplazamiento hacia la región cómico-realista del que venimos hablando queda perfectamente ejemplificado en la parodia de las convenciones épico-heroicas que el narrador pergeña a lo largo de la obra. En el primer capítulo de la novela, en el que en un registro romancesco sin duda nos encontraríamos con la arquetípica descripción de la llegada de la aurora de dedos rosados, Neugebauer nos ofrece un retrato cómicamente desplazado de este tropo literario:

El sol había alcanzado ya su punto álgido y ardía desde el alto graderío del Olimpo, tal y como lo hace en invierno un ramillete de ramas secas en la estufa de leña del salón de una humilde morada campesina. En efecto, los mortales sudaban, pero no lo hacían por el fuego celestial, sino que lo hacían por el afán que manifestaban en las mesas, a donde los convocaba la campana de las doce. Por hablar de una manera algo más prosaica, era mediodía cuando la agradable sombra de un espeso bosque ofrecía su cobijo al famoso Marqués de Bellamonte, quien en ese momento no era tan famoso como lo es desde que se me ha conferido la facultad de contar sus grandes hazañas25. (I.1. 25)

No nos encontramos, por lo tanto, en el universo de la épica, sino en una novela en la que las convenciones romancescas son torcidas y redirigidas hacia una región imaginativa más realista, la del humilde mundo rural de la Alemania de mediados del siglo XVIII. Del mundo épico-romancesco, Neugebauer nos ha transportado al mundo del desplazamiento cómico-realista, a una mímesis sin duda más cercana a la experiencia de los lectores burgueses que comenzaban a convertirse en los destinatarios predilectos para el nuevo género.

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2.2.Una historia de formación

Pese a su parentesco, don Quijote de la Mancha y su sucesor alemán del siglo XVIII cuentan con naturalezas completamente distintas. La locura libresca de Alonso Quijano, que acaba con su muerte, es retratada por Cervantes como un proceso en apariencia prácticamente irreversible, si bien el lector atento puede reconocer ciertos visos de un paulatino proceso de desencanto y agotamiento con la empresa caballeresca de don Quijote a lo largo de toda la Segunda Parte de la novela. Una vez reconocido el desvarío caballeresco, Alonso Quijano el Bueno se reconcilia con la fe y muere como buen cristiano. Si la curva de la experiencia de don Quijote es parabólica, tal y como destaca Martínez Bonati (114), y acaba con la transformación de don Quijote en Alonso Quijano el Bueno, también se debe señalar que esta acaba en un punto muerto, pues la vejez de don Quijote y la necesidad de Cervantes de dejar cerrada y bien cerrada su novela tras la experiencia de Avellaneda impiden vislumbrar cómo habría sido la reincorporación de Alonso Quijano el Bueno a su entorno cercano, cómo habría sido su vida tras la renuncia al sueño caballeresco.

No será este el caso del joven aprendiz de comerciante que protagoniza nuestra novela. Del solitario, inexperto y ocioso lector de novelas francesas con el que nos encontramos al principio de la novela y el más experimentado y ya ennoblecido Schönberg, capaz de seguir «el verdadero justo medio del sano juicio» (IV.10. 173) se adivina una experiencia formativa, que en el caso de Johann Glück, al contrario que en el de Alonso Quijano, le prepara para asumir sus responsabilidades sociales. Del anciano loco que muere cuerdo, hemos pasado al joven y entusiasta lector, que paulatinamente aprenderá a reconocer la diferencia entre mundo y lecturas y que de este modo queda preparado para su reincorporación a la sociedad tras su renuncia a los ideales librescos.

Estas diferencias entre Alonso Quijano y Johann Glück se explican en gran medida gracias a la tremenda preocupación existente en la Alemania dieciochesca en torno a la actividad de la lectura por parte de los más jóvenes. La temática de la lectura y sus efectos para los más jóvenes fue una de las materias predilectas en los tratados educativos que los preceptores de jóvenes de buena familia empleaban para la formación de sus pupilos. En este sentido, cabe recordar que la La escuela del gentilhombre, o el Magazin para jóvenes caballeros. Junto al retrato del hombre honesto y decoroso, del francés Maubert de Gouvest, traducido al alemán por el propio Neugebauer, abordaba la cuestión en su primer diálogo, presentándonos a un joven enfrascado en la lectura en un pequeño bosque. No en vano, el primer encuentro del lector con el protagonista de la novela se produce «a la sombra de un espeso bosque» (I.1. 25), en el que Glück, junto a su sirviente Görge, «daba rienda suelta a sus reflexiones sobre las emociones más delicadas del corazón humano» (I.1. 26), resolviéndose «a ser tan generoso y delicado como el conde de Duglas o como el señor de Valville» (I.1. 26), siguiendo los modelos de las novelas Histoire d’Hypolyte, comte de Douglas (1690), de la Condesa d’Aulnoy y del señor de Valville de la Vie de Marianne (1731), de Marivaux.

p. 18Neugebauer nos presenta a su joven protagonista como un joven solitario, enfrascado en la segunda realidad de la lectura, incapaz de reconocer el inmenso trecho entre realidad y ficción, de hecho, el narrador subraya la tremenda credulidad del joven comerciante (I.1. 26). Estas carencias educativas y afectivas, motivadas sin duda por la ausencia de una educación reglada y por la condición de huérfano del joven, tutelado por un tío que solo parece querer enriquecerse a su costa, se convierten en el punto de partida de la novela. El deseo quijotesco de salir del mundo burgués de comerciantes en el que vive y de dirigirse hacia París junto a Görge para imitar las hazañas de sus modelos librescos, propicia un itinerario formativo constituido por el contraste dialógico entre expectativa libresca y realidad, dualismo que irá cincelando poco a poco la percepción del joven Glück a lo largo de la novela. De hecho, la experiencia formativa de Glück se articula a partir del inicio de su segunda salida, en el que se inicia una parábola que concluye al final de la novela con el claro reconocimiento por parte de Glück de sus errores epistemológicos.

Tras las quijotescas aventuras de Glück y Görge a lo largo de la primera y segunda parte de la novela, al inicio de la tercera el protagonista muestra ciertos síntomas de cambio. Tras su forzado retorno a casa, Glück comienza a mostrar algunos signos de arrepentimiento respecto a su empresa quijotesca:

Durante todo el camino había ido cavilando acerca de sus circunstancias: veía el cariño que su tío le profesaba y ahuyentaba esos razonamientos pensando que era posible que él no perteneciera a esa familia. Su condesa todavía le rondaba la cabeza: los hechos consumados los conservaba todavía en la memoria, pero sopesando el amor de su tío por él y reflexionando acerca del pesar que debía de haberle causado su partida, todo ello lo convertía en una persona indecisa, avergonzada y atribulada26. (III.1. 101)

Este reconocimiento de que «algunas cosas en sus empresas que no le habían parecido aceptables» (III.1. 101) será desarrollado por Neugebauer a lo largo de toda la segunda mitad de su novela, concretamente en los libros tercero y cuarto. De hecho, el inicio de la tercera parte bien podría haber constituido el final de la curva parabólica de la novela, pero será el propio autor –convertido en un personaje más de la novela– quien resuelva que su héroe todavía se encuentra en condiciones de realizar grandes hazañas (101), por lo que decide portar una carta de la Condesa de Villafranca para espolear de nuevo al joven Glück en su deseo de aventuras y sacarlo a los caminos de nuevo.

En cualquier caso, el Glück de la tercera y de la cuarta parte ya no es el muchacho crédulo de la primera y de la segunda y deja de ser el principal objetivo de la sátira de Neugebauer. La aparición del supuesto príncipe Vardanes, presentado claramente como una suerte de doppelgänger quijotesco para el propio Glück, permite a Neugebauer diferenciar entre grados de quijotismo, entre una imitación de unos modelos literarios propiciada por la inexperiencia y el aislamiento y la completa locura de Vardanes, destacando a su vez la progresiva cordura de Glück y hasta su buen juicio. Así, los tres sirvientes que aparecen en la taberna para intentar llevarse a Vardanes de nuevo a casa señalan (IV.3. 151) su locura y le afean a Heraldo, su escudero, el haber espoleado sus desvaríos, ya que «vos, sin embargo, sois una persona sana y os mostráis con ese aspecto» (151). De hecho, una vez que queda explicada la locura libresca del pobre Vardanes –volveremos sobre esta cuestión más adelante, en el análisis puramente cervantino de la obra–, Glück, que conoce perfectamente los romances neo-caballerescos que han propiciado el quijotismo de este personaje, se muestra capaz de intentar convencer a este último sobre el carácter absurdo de estos (151), lo que lleva al narrador a declarar que su protagonista no demostraba su enajenación en todas las cosas (IV.4. 153). Tanto es así que su discurso en contra de los romances de Talander, Melateon y otros provoca el asombro del preceptor de Vardanes y de todos los asistentes, quienes se sorprenden «al escuchar hablar de manera tan cabal a un hombre de quien habían pensado que era un insensato al principio y hasta hacía tan solo unos instantes» (IV.5. 155).

Este paulatino proceso de recuperación de la cordura o de desquijotización, si así se me permite llamarlo, encuentra su culminación al final de la novela, cuando se articula la anagnórisis romancesca por la que se descubren las verdaderas identidades del Marqués de Bellamonte y de la no menos quijotesca Condesa de Villafranca. De hecho, este proceso de descubrimiento de la verdadera identidad queda coronado por la renuncia a la fingida identidad libresca por parte de ambos:

Herr Johann y la señorita comenzaban ahora en cierto modo a avergonzarse de verdad por sus extravagancias. Decidieron no emprender nunca más tales andanzas aventureras y experimentar el afecto en el amor solamente si este iba aparejado con la razón. El feliz desenlace de sus aventuras contribuyó en gran medida a que comprendieran lo ridículo de sus ideas y poco a poco comenzaron a reflexionar de manera tan cabal que creo que esta misma pequeña locura tiene la culpa de la posterior discreción de su conducta27. (IV.9. 171)

Como destaca el narrador, el reconocimiento de los errores pasados y el aprendizaje respecto a ellos, tienen mucho que ver en la madurez posterior de ambos personajes, quienes, una vez que «la quimera había abandonado sus excelsas almas» (IV.10. 173) comenzarán a ampliar su visión del mundo siguiendo la senda de la razón.

p. 19El final de la trama subraya la centralidad de la experiencia formativa en la novela de Neugebauer, que se cierra una vez que sus protagonistas renuncian a sus quimeras romancescas y se reincorporan a la sociedad tras la adquisición de una hacienda en la que comienzan su vida en común. Al contrario que en el Quijote cervantino, el final del Don Quijote alemán constituye un punto y aparte, no un punto final, y representa un nuevo inicio para Glück y su nueva esposa, que abandonan su papel como lectores enajenados. En este sentido, Neugebauer se anticipa claramente al Don Sylvio von Rosalva (1764) de C.M. Wieland y a los Wilhelm Meisters Lehrjahre [Años de aprendizaje de Wilhelm Meister] (1795) de Goethe, habitualmente consideradas como el punto de partida del género del bildungsroman o novela de formación. De hecho, si atendemos a la primera definición crítica del género, llevada a cabo por Karl Morgenstern en su Über das Wesen des Bildungsromans [Sobre la naturaleza del bildungsroman], podemos percibir cómo la novela de Neugebauer se adapta perfectamente a las características del género:

Bildungsroman habrá de llamarse, primera y fundamentalmente por su contenido, ya que refleja la formación del héroe desde su inicio y desarrollo hasta un cierto nivel de compleción; en segundo lugar, también porque precisamente a través de esta representación se fomenta la formación del lector de una manera mucho más amplia que en cualquier otro tipo de novela28. (Citado en Selbmann 11)

Estamos, sin duda, ante la «moderna epopeya burguesa» de Hegel (Ästhetik 557) en la que la adquisición de la experiencia a través de la confrontación entre «la poesía del corazón y la prosa de las circunstancias» (557) ocupa el centro de la narrativa, articulada gracias a la tensión tan cervantina entre el yo imaginativo y la realidad, que Martin Swales considera como la característica principal del bildungsroman como género. Esta tensión, que permite el surgimiento del yo experimentado (Rodríguez Fontela) que da su esencia a la novela de formación encuentra en Neugebauer un claro precedente, un antecesor novelesco que inaugura una cadena de transmisión de marcado origen cervantino en la que se articulan notables eslabones como Wieland, Goethe o Keller, por citar a autores en lengua alemana, pero que mira también al resto de literaturas europeas, ensamblándose en la narrativa de algunos de los novelistas más importantes del XIX como Sir Walter Scott, Stendhal, Honoré de Balzac o el propio Flaubert. El análisis de esa cadena de transmisión será, sin embargo, el campo de operaciones del estudio transnacional. Ahora es el momento de que El don Quijote alemán dé sus primeros pasos en la lengua de su ilustre predecesor, cerrando un círculo que las ilusiones juveniles de Wilhem Ehrenfriend Neugebauer quizás llegaron a dibujar, pero que no se han materializado hasta este preciso momento.

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1.Así lo ha señalado, entre otros, John McCarthy, quien destaca cómo el poco interés crítico por el periodo previo a 1730 ha tenido como consecuencia una cierta opacidad en los juicios críticos sobre la historia de la novela de este periodo en Alemania (48). Por su parte, Herbert Singer, en su estudio dedicado a la novela galante en Alemania, declaró la historia de la novela alemana durante el siglo XVIII temprano como «terra incognita» (7).

2.Por literatura alemana me refiero a cualquier producción literaria en lengua alemana, independientemente de si esta se produce dentro de los límites geográficos de lo que hoy conocemos como Alemania, o no.

3. El don Quijote alemán, o las aventuras del Marqués de Bellamonte, descritas cómica y satíricamente, traducidas del francés. Todas las traducciones del estudio introductorio y sus posibles incorrecciones son atribuibles al autor del mismo.

4.Hasta el momento se conocen únicamente tres copias de la novela: una se encuentra en manos privadas, y las otras dos pueden encontrarse en la colección Harold Jantz de la Universidad de Duke y en la biblioteca de la Historischer Verein de Dilinga, en Suabia.

5.«Sein erster Versuch war ein Roman Bellamonte im Geschmack des Don Quixote».

6.Amén de los ya mencionados estudios de Lieselotte Kurth-Voigt, quien también realizó un interesantísimo análisis del Don Quijote alemán en su monografía Die zweite Wirklichkeit. Studien zum Roman des achtzehnten Jahrhunderts (1969), los estudios dedicados a la vida y obra de Neugebauer capaces de ir más allá de la referencia ocasional al Don Quijote alemán son más bien escasos. Franz Heiduk (1971), en un breve artículo centrado en las vinculaciones de Neugebauer con la región histórica de Silesia, ofrece algunos detalles biográficos y comenta de manera muy breve la obra del autor alemán, mientras que Ernst Weber, en el aparato crítico que adjunta a la edición facsímil de la obra publicada por la editorial Metzler de Stuttgart (3-21) también ofrece algunos datos vitales y algunas reflexiones sobre la obra. Wolfgang Müller (1988) ha vinculado la obra de Neugebauer con la tradición cervantina europea y británica, concretamente con la obra de Scott. En España, Carmen Rivero Iglesias, en su monografía dedicada a la recepción del Quijote en Alemania durante el siglo XVIII, incluye la obra en su corpus (2011), mientras que Isabel Hernández (2017, 2019) y yo mismo (2010, 2011) hemos venido relacionando la obra de Neugebauer con la tradición cervantina y con el desarrollo del género del bildungsroman o novela de formación.

7.«Monat Aprilis 1767, den 7ten. Neugebauer Wilhelm Ehrenfried Philosophae Doctor, im Goldhanisch Hauß auf d. Wieden wohnhaft ist bey denen Fr. Misericordiae Lutherisch verstorben aet 31 Jh. F.S.»

8.«Die gegenwärtige Nachahmung ist keine von den schlechtesten; der Verfasser hat einen sehr komischen Witz, und eine Einbildungskraft, die an drolligsten Bildern ungemein reich ist. Allein, das Kunststück, unter denselben die ernsthafteste Moral zu verstecken, scheint er nicht in seiner Gewalt zu haben. Es ist daher ein unfruchtbares Lachen, welches er erweckt, und sehr geschickt einem Menschen, der nicht gerne umsonst lachen will, nicht selten ekelhaft zu werden.»

9.Así lo atestigua Otto Bardong (209) en su disertación sobre los estudiantes de Breslavia en la Universidad Viadrina, Die Breslauer an die Universität Frankfurt-Oder 1648-1811. Parece ser que, debido a su comportamiento, los miembros de la sociedad fueron llamados a una audiencia en el rectorado de la universidad, en la que uno de los integrantes afirmó que no llegó a existir una sociedad como tal, sino que eligieron el nombre de «Orden de los caballeros andantes» como homenaje a un libro que acababa de publicarse, El don Quijote alemán, por lo que decidieron que Don Quijote fuese el patrón de la misma (Golinski 59 y 75-77).

10.«mitten im Geräusche des Krieges, in Lagern und auf beschwerlichen Märschen meiner Feder entwischt sind.»

11.«Der Ritter. Wie, mein Vetter! Sie überlassen sich schon denen Betrachtungen? Als man mir sagte, daß Sie in dem Wäldchen wären, so bildete ich mir ein, ich würde Sie irgend auf einer Rasenbank, mit einem artigen Roman in der Hand finden.»

12.Las obras francesas que traduce Neugebauer son las Instructions pour un jeune Seigneur, ou l’Idée d’un galant Homme [Instrucciones para un joven señor, o la noción de un gentilhombre] (1682), de N. Trotti de la Chétardie, y las sentencias morales de Charles de Saint Évremond.

13.Se trata de la familia del poeta y novelista romántico Achim von Arnim (1781-1831), recopilador, junto a Clemens Brentano, del célebre ciclo de poemas populares Des Knaben Wunderhorn [El cuerno maravilloso del muchacho] (1805-1808).

14.«Neugebauer, aus Schlesien gebürtig, war ein schaler Kopf und sehr zudringlicher Mensch. Er hat schlechte Fabeln, und ich denke, auch für’s Theater schlechte Stücke geschrieben. Er ging in der Folge nach Wien, wo er eine Zeit lang eine Art von Rolle als Gelehrter spielen wollte und auch, so viel ich weiß, starb.»

15.«Komm, und besinge mit mir den pedantischen Scribler, und das Schicksal seines ersten Werkes, welches artige Vignetten, und regelmäßig geordnete Lettern unter die Reihe der Bücher vesetzet. Umsonst haben mächtige Kriticker ihre geballten Fäuste wider ihn auf, umsonst zischte der Neid Verachtung und den Spott einer ganzen Nachwelt auf ihn. Entflammt vom schwärmerischen Gedanken: sich zu verewigen spannte er seine hochmüthigen Segel, durchgreuzte die See der Unsterblichkeit, gelangte in Haen, und —scheiterte.»

16.El escrito está plagado de referencias al origen judío de Sonnenfels, cuyo abuelo había sido el rabino principal de Brandenburgo. Al trasladarse a Viena en 1734, el padre de Sonnenfels, el orientalista Lipman Perlin, se convirtió al catolicismo junto a su mujer y sus tres hijos, adoptó el nombre de Alois Wienner y fue nombrado caballero de Sonnenfels en 1746. Las referencias derogatorias al origen judío de Sonnenfels pueden encontrarse en Kurth-Voigt, «Der Verfasser» 368, 370 y 371.

17.«Doch was wird der arme Verbesserer gegen diesen gelehrten Caraculiambro–gegen diesen Famongomad von Schrifsteller aufrichten können? Geduld! Es giebt auch Riesen von Kartenpapier und vielleicht ist der M.o.V. nur in dieser sehr eingeschränkter Gegend ein Riese.»

18.«Arbeit, Dürftigkeit, Ungewisheit und Kummer – – das war mein Loos während meines Hierseyns, welches durch die Vorstellungen der armen verlassenen Gattin –der unmündigen nun vaterlosen Tochter noch schrecklicher gemacht wurde – – alles dieses versetzte mich in Umstände und Sphären, deren Dunkelheit sich über mein Betragen und Karaktereben so verbreitete, wie sich der Glanz meiner eigenen Sphäre, wenn ich darein versetzt worden, über much verbreitet hätte.»

19.En cualquier caso, como destaca Kurth-Voigt, no debe descartarse que puedan aparecer nuevos textos de Neugebauer («Der Verfasser» 389) que obliguen a reconsiderar todo lo expuesto anteriormente.

20.En la introducción a este trabajo y en el estudio cervantino transnacional posterior al mismo se emplean habitualmente los términos romance y romancesco. Por ellos me refiero a las manifestaciones narrativas de carácter idealista caracterizadas por una sistemática estilización de la realidad y por el predominio de la casualidad y no la causalidad como principio rector de la narrativa, tal y como argumenta Northop Frye en su Anatomy of Criticism (1973) y, en ningún caso a la forma métrica propia del verso español. He decidido emplear estos dos términos para evitar las confusiones con el adjetivo «romántico», cuyo sentido original es, en efecto, sinónimo de romancesco, pero que ha ido difuminándose con el paso del tiempo por su asociación al movimiento literario paneuropeo conocido como Romanticismo y, sobre todo, para advertir al lector sobre el profundo cambio estructural que se produce en la narrativa europea del momento. En el texto de la novela, sin embargo, los traductores hemos empleado el término novela para tratar de respetar la cercanía al roman germano, que al igual que en castellano abarca ambos modos narrativos, evitando de este modo la creación de un concepto que no existe en la lengua alemana.

21.«Im Teutschen Don Quichotte konnten wesentliche Züge einer «neuen Erzählprosa» nachgewiesen werden. In Anerkennung dieser früheren Leistung sollte man gewiß nicht mehr auf der Feststellung bestehen, daß diese «neue Erzählprosa», wie Wolfgang Kayser glaubte, in Deutschland erst 1764 in Wielands Werken «plötzlich da ist». Der moderne Roman tritt, wie es scheint, auch nicht unvermittelt und ohne jegliche Entwicklung auf. Als Beleg für diese Festellung soll hier der in seiner Ganzheit bisher unbekannte Roman (wahrscheinlich) Neugebauers genügen. Auf Grund weiterer Untersuchungen kann jedoch gesagt werden, daß es damals in der Romanliteratur vermutlich keinen plötzlichen und vollständigen Bruch mit der Tradition gegeben hat. Eher ist das Gegenteil der Fall gewesen. Die Zeitgenössische Kritik an höfisch-historischen und heroisch-galanten Romanen führte schon Ende des 17. und Anfang des 18. Jahrhunderts zu Experimenten mit neuen Formen und Techniken. Das Ergebnis war eine Romanliteratur, die alle Kennzeichen der Erzählprosa einer Übergangszeit aufweist. Traditionelle Werte wurden zum Teil anerkannt und übernommen. Überliefertes wurde aber auch abgelehnt. An seine Stelle traten neue Züge, die auf Kommendes vorausdeuten und von späteren Generationen ergänzt, verbessert und vergeinert wurden.»

22.El romance heroico y cortesano-heroico contaron con un gran predicamento en la Alemania de finales del XVII y principios del XVIII. Además de las numerosas ediciones y traducciones de los maestros franceses del género –La Calprenède, de Scudéry–, las obras de los Buchholtz, Hunold o Lohenstein popularizarán el género heroico-cortesano entre los lectores alemanes. Las obras de estos epígonos germanos del romance heroico-galante se caracterizan por su situación en un tiempo pasado, generalmente la Antigüedad greco-latina, su longitud excesiva y una extraordinaria complejidad en la trama, evidentemente influida por patrones heliodóricos. Todas estas características serían ampliamente criticadas por los comentaristas del cambio de siglo, que exigirán unos nuevos modelos narrativos basados en la verosimilitud. Sobre este aspecto, puede encontrarse un análisis mucho más detallado en el apartado dedicado a la parodia de las convenciones heroico-galantes en El don Quijote alemán.

23.De hecho, Kurth-Voigt describe los paisajes de la novela cómo «un trocito del paisaje alemán» («WEN» 116).

24.«In einer vornehmen teutschen Stadt war ein Kaufmann mit Hinterlassung vielen Geldes und eines einigen noch unmündigen Sohnes mit Tode abgangen. Sein Bruder versahe diese starke Handlung, zohe den Sohn auf und bereicherte sich, doch auf eine ehrliche Weise, dabey. Der junge Mensch hieß Johann Glük (Jean Bonheur,) daher man ihn nur insgemein Herr Johann nennte: er war zur Handlung erzogen, aber nicht dazu gemacht, und sein Sinn war zu allen andern Sachen geschickt, ausser zu seiner Handthierung. Man hatte ihn auch eben nicht dazu gezwungen, denn sein Geld setzte ihn vor aller Noth in Sicherheit.» (I.1. 25)

25.«Die Sonne war izo am höchsten gestiegen und brennte von der hohen Bühne des Olymp herab, wie ein angezündetes Reisig-Gebund im Winder den Ofen einer Bauer-Stube durchhitzt: Die Sterblichen schwitzen schon, wo nicht wegen des himmlischen Feuers, doch wegen der Bemühung, die sie izo an den besetzen Tafeln hatten, wohin sie die Glocke zwölf berief; prosaisch zu reden, war es Mittag als der reizende Schatten eines dichten Waldes den berühmten Margraf von Bellamonte bedekte, der zu der Zeit noch nicht so berühmt war, als seit dem ich seine grossen Thaten beschreiben dörfen.» (I.1. 25)

26.«Er hatte den ganzen Weg durch Betrachtungen über seinen Zustand angestellt: er sahe die Zärtlichkeit seines Vetters gegen ihm, und er verbannte die Gedanken, ob wäre er nicht aus seiner Familie. Seine Gräfin beschäftigte ihn noch: die verrichteten Thaten lagen ihm noch im Gedächtniß aber er erwog die Liebe seines Vetters gegen sich: er Überlegte die Betrübniß, die ihm seine Abreise müßte verursachet haben: diß alles machte ihn unschlüßig, beschämt und verwirrt.» (III.1. 101)

27.«Herr Johann und die Fräulein fingen izo an, sich einiger massen im Ernst über ihre Ausschweifungen zu schämen. Sie entschlossen sich, niemahl mehr solche abentheurliche Händel anzufangen und nur die Zärtlichkeit in der Liebe so viel als es mit der Vernunft übereinstimmen wollte zu üben. Der glückliche Ausgang ihrer Begebenheiten trug sehr viel zu einer Einsicht in das Lächerliche ihrer Meynungen bey, und sie dachten nach und nach wirklich so gesund, daß ich glaube, diese kleine Narrheit selbst sey Schuld an ihren künftigen klugen Aufführung gewesen.» (IV.9. 171)

28.«Bildungsroman wird der heißen dürfen, erstens und vorzüglich wegen seines Stoffs, weil er des Helden Bildung in ihren Anfang und Fortgang bis zu einer gewissen Stufe der Vollendung darstellt; zweytens aber auch, weil er gerade durch diese Darstellung des Lesers Bildung, in weiterm Umfange als jede andere Art des Romans, fördert.»