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Capítulo IV
Crítica de las novelas alemanas

Bellamonte, al igual que toda su comitiva, estaba consternado por todo lo sucedido. La hermosa condesa se marchó con su doncella de cámara a una alcoba que se le había ofrecido para dar allí rienda suelta a su dolor. El autor, por su parte, se fue para trabajar a solas en su poema heroico. Así pues, a la hora de la cena no quedaban allí más que el preceptor del joven conde, la baronesa y el compungido marqués, a los cuales se unió también el conde en su caballeresco atuendo. Este joven señor vino para reclamarle de nuevo al príncipe de Ródope el refuerzo de 50.000 hombres y se quedó allí sentado a la mesa porque acababan de sacar la comida.

El preceptor denostó encarecidamente las novelas que habían hecho perder la cabeza al conde. Bellamonte, que había leído todos los libros de este género, entabló una conversación sobre ese tema con él e intentó hacerle ver al príncipe Vardanes cuánto tenían aquellos de mal gusto, mas su enajenación impedía que estas advertencias alcanzasen sus oídos. No se ha de pensar que mi héroe era un extravagante en todos los aspectos. No, no lo era, sobre todo en lo concerniente al gusto en cuanto a las bellas letras. Como muestra, voy a presentar aquí su opinión acerca de las novelas.

—Señor mío –dijo él–, no puedo reprocharos que tengáis una idea errónea en lo referente a las novelas si tenéis estas ideas por verdaderas y os dejáis cautivar hasta tal punto por ellas. Admito que entre las obras francesas de este tipo, muchas, casi la mayoría, puede que sean verdaderas, o que al menos tienen una gran apariencia de verdad. Por el contrario, en las alemanas nunca he percibido esta verosimilitud, y lo natural queda silenciado por completo. Vamos a tomar como ejemplo algunos de estos escritos: leed, por ejemplo, el Cleveland, encontraréis allí representada nuestra alma en cada lance. Vemos una persona cuyas reflexiones están extraídas de la naturaleza de su carácter y que encuentra en todo momento a sus semejantes entre las personas. En la Marianne encontraréis las emociones más delicadas y refinadas del corazón humano, la más nimia sensación que puede causar alguna impresión en nosotros, la verdadera naturaleza de las pasiones, en especial del amor, esto es, la representación más natural de la condición humana tal como puede percibirse cada día a través de una experiencia contemplativa. El Deán de Killerine es por su diversidad de caracteres excepcionalmente bello y los sucesos del Hipolyte son las pruebas más fehacientes de un amor fiel y afectuoso, y consecuentemente natural, pues una novela ha de ser reflejo del hombre y sus pasiones60. La novela lo representa partiendo de la naturaleza, o tal como es, en todo momento de manera semejante a él, sea virtuoso o licencioso. El deleite que nos proporciona la novedad de la historia leída ha de estar vinculado al mismo tiempo con el provecho de conocer al hombre, y esta narración debe concordar hasta en su más mínimo detalle con el original…

p. 154—¿Pero dónde se encuentra esta representación en las novelas alemanas? ¿Es posible encontrar en este mundo personas como las que se nos describen en estos libros? Estos libros no son más que una acumulación de argumentos ficticios. Los personajes están muy mal descritos y nunca se parecen entre sí. La muy famosa Banise es fiel, pero su carácter no es realmente humano, es demasiado inmaculado, más de cuanto debería serlo en realidad61. Habla con demasiada ampulosidad y artificiosidad, también en los lances más violentos, ¿y quién se para a escoger las palabras en momentos tan peligrosos? Con frecuencia, en cambio, trata de cosas que no son para nada afines a este carácter. Balacin, el gran rey de Arakan, a menudo blasfema como un estudiante borracho. Y finalmente Chaumigrem no siempre se nos presenta como un tirano, sino también con frecuencia como un completo necio que riñe de la manera más artificial contra la razón de Estado por él instituida. ¡Qué discrepancia!

—Talander, Melissantes y Meletaon, para finalizar, escribieron novelas verdaderamente monstruosas. Sus héroes están locos a causa del amor. Están dispuestos a cometer por ello las insensateces más graves, incluso maldades. Se han despojado de toda humanidad, y aquí me basta con apelar solamente a la experiencia. ¿Se encontrará en este mundo a una persona que tenga las mismas ideas que Pallantes, Saladino, Vardanes, Aurora, Arsinoe, Doris y Bellandra? Además, en estas obras se han descuidado aquellos aspectos que tanto contribuyen a la verosimilitud de una obra. Se contradice abiertamente la historia que todo el mundo acepta, como en las hazañas de Amadís y de la Melusina62. Puedo aceptar que a príncipes que son famosos en la historia se les atribuyan hechos que concuerden con su carácter, o que se creen nuevos personajes en aquellos países cuya historia es desconocida, pues ambas cosas son verosímiles. Sin embargo, el rey Codro de Creta, el emperador Cosroes de Trapisonda y el príncipe macedonio Vardanes son personas tan verosímiles como el rey Amadís de Francia y el emperador Esplandián de Constantinopla. En fin, nuestros novelistas han considerado suficiente acumular una serie de hechos, inventar varios enredos artificiosos y reunir en un libro un nudo o desenlace asombrosos, como el del príncipe Pallantes de Creta en la Aurore, al cual lo tenían por Orantes, príncipe de Lidia, sin tener en cuenta la verdadera idiosincrasia del corazón humano ni representar los sentimientos de nuestra alma atendiendo a la naturaleza.

Cuánto desearía, angelical Fillis, que el marqués de Bellamonte influyera de alguna manera en vuestro gusto con estos discursos. Así, en el futuro leeríais un Jones, una Clarisa y Pamela y una Marianne con mayor placer que las obras de Talander o Meletaon63. Como consecuencia, adquiriríais un conocimiento real de cuanto nos induce a actuar y las pasiones ya no serían parajes ignotos para vos. Cuán grande no sería mi dicha, querida niña, si comprendierais la verdadera condición de mi afecto y pudierais percibir en mí un alma realmente sensible.

Pero este apóstrofe no está dirigido a mis otros lectores. El concepto que se formarán de mi persona puede presentarles mis sentimientos como algo ridículo, tan ridículo como puede ser un viejo enamorado. Recuerdo, así pues y para que quede claro de una vez por todas, que el resto de mis lectores ha de pasar por alto los discursos dirigidos a Fillis.

60.Se refiere a la novela Le Doyen de Killerine (1735-1740), del abate Prévost. Todos los demás títulos mencionados en este párrafo ya han sido anotados.

61.Referencia a la Asiatische Banise (1689) de Heinrich Anselm von Ziegler und Kliphausen, otro notable ejemplo de la novela heroico-cortés germana.

62.Referencia al Amadís de Gaula, escrito por Garci Rodríguez de Montalvo e impreso en Zaragoza en 1508, posiblemente el libro de caballerías hispánico más popular; y al hada Melusina, que aparece en varias sagas medievales alemanas y en diversos romances caballerescos franceses.

63.Referencia a Tom Jones (1749) de Henry Fielding y a las novelas de Samuel Richardson Pamela, or Virtue Rewarded (1740) y Clarissa, or the History of a Young Lady (1747-48).