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Dedicatoria

A MADEMOISELLE H.F.F.

Mademoiselle:

Sin duda os veréis asombrada por mi repentina transformación de petimetre en autor. Ni yo mismo sé muy bien cómo me queda la cara de escritor. Mi propio espejo resulta demasiado parcial, ¿lo seréis también vos? Espero que no, Mademoiselle. En otras ocasiones me habéis dicho la verdad, y no haríais honor a vuestro delicado gusto si no me revelaseis de manera precisa si debo continuar escribiendo libros o no.

Esta y otras ciertas circunstancias, solamente conocidas por nosotros y por la divinidad del amor, me legitiman a dedicaros los primeros frutos de mi pluma. Es este un propósito que habría llevado a cabo aun cuando en lugar de esta obra hubiera mandado a la prensa las cavilaciones matemáticas del señor G***. En ese caso no habríais podido leer el libro, aunque sí su dedicatoria, en la que, si bien sin rigurosas pruebas, pero sí desde mi sentir más íntimo, os habría podido revelar los secretos de mi pasión.

Por suerte, el afán de la escritura me embriagó en un momento en el que no me habíais dado pie a encontrar consuelo en los brazos de los saberes terrenales. Seguí, por lo tanto, los impulsos de mi naturaleza y me puse a trabajar en este libro, convencido de que gustaría porque es francés. ¿Os agradará también a vos? Qué feliz sería si de vez en cuando me pudiese imaginar: en este momento, mi angelical Fillis ocupa su tiempo con mi libro. Si por el contrario estas páginas no resultasen tan afortunadas, las envidiaré algo menos. No trataré de defenderlas, sino que simplemente desearé que seáis algo más condescendiente conmigo. En ese caso no deseo alcanzar honor alguno como autor, sino en seguir siendo siempre, Mademoiselle,

Vuestro más sincero admirador

W.E.N.

Prefacio del traductor

No se perdería gran cosa si mandase estas páginas al mundo sin elogio alguno por mi parte. Ellas mismas se recomiendan por sí solas, y solamente unos pocos críticos de arte encontrarán ocasión para mostrar su insatisfacción crítica al no poder adivinar quién es su autor, pues habitualmente suelen expresar sus opiniones una vez que están en posesión de esta información.

En cualquier caso, para poder serles de ayuda, y para que no permanezcan largo tiempo indecisos sobre cómo criticar este libro, quiero bosquejarles en estas líneas su corta historia.

p. 24Mientras me encontraba visitando a un viejo amigo, que en su juventud había realizado muchos viajes –que, por cierto, había aprovechado algo mejor que nuestro petimetre judío1–, me encontré con un libro francés que tenía el siguiente título: LE DON QUICHOTTE ALLEMAND, OU LES AVENTURES COMIQUES ET SATIRIQUES DE MRS. LE MARQUIS DE BELLAMONTE; DECRITES PAR *** À PARIS. MDCCXXVI. Me asombró que, pese a mis amplios conocimientos de este tipo de libros, este se me hubiese escapado. En cualquier caso, mi amigo apaciguó mi inquietud ante la posibilidad de que mi conocimiento no fuese tan profundo contándome algo sobre la rareza del mismo.

El editor MONTMAUR le había asegurado que no se habían impreso más de doscientas copias del mismo, ya que el autor lo había distribuido únicamente entre sus buenos amigos. «Quizás –añadió mi buen amigo– yo sea el único en Alemania que lo tenga, a no ser que MONTMAUR se lo haya pasado en secreto también a otros».

He aquí pues la razón por la que esta obra me resultó tan singular: me pareció que tenía cierto gusto, y creí que quizás pudiese agradar a alguien además de a mí. Esta circunstancia, además del hecho de que vi reflejadas en ella algunas de las estupideces favoritas de mis compatriotas, me animó a editar la obra en nuestro idioma.

No quiero revelar mis suposiciones sobre el verdadero autor de la historia, a pesar de que la considero hija de uno de los más famosos eruditos de entre los franceses. No puedo afirmarlo con seguridad, pero no encuentro nada que coincida de la manera más exacta con las suposiciones que pueden extraerse de la obra.

No veo necesario decir algo sobre mi traducción: no puede juzgarse si es buena o mala. A quien posea tanta curiosidad por saberlo le permitiré ver el manuscrito original en mi casa.

Prefacio del autor

DEL AUTOR AL LECTOR

Mis viajes y mi larga estancia en Alemania, gracias a lo cual he podido conocer el espíritu de esta nación, son el origen de esta obra. Sus personajes principales no brotan de la fertilidad de mi imaginación: los he representado siguiendo el modelo de dos originales cuya verosimilitud se debe a más de una fuente. Me gustaría revelar esta fuente, pero les encomiendo a que lean mi obra para tratar de adivinar algo que, en caso de que decidiera desvelarlo, me haría universalmente odiado.

En lo que se refiere al escenario de esta historia, podríamos situarlo en Alsacia, en medio de Alemania, o bien en Silesia, pues ambos territorios forman los límites fronterizos de los alemanes respecto a nosotros y respecto a Polonia2. Me es indiferente, ya que únicamente ofrezco aquí los personajes principales. Soy consciente de los atractivos que mi historia pierde por ello, pero únicamente puedo compensarlas a través de mi invención y de una narración agradable.

En lo referente a mi identidad, algo que sin duda despertará la curiosidad de los alemanes, puedo asegurarles que conocerían mi figura si decidiese revelar mi nombre. Quizás logren adivinarlo si les digo que mi nombre es conocido, si bien no voy a decir famoso, ya que he venido editando muchos escritos para los distintos gustos, y que pasé una larga temporada en B***, la capital de Si***ia; no me mostraré contrario a que lo hagan3. Simplemente considero que la satisfacción de adivinar quién soy es mucho menor que la que puedo prometerles con la lectura de este libro.

1.El adjetivo «itzig», como aparece en el original, era empleado para referirse de manera despectiva a los judíos, y se deriva del nombre y apellido judío Jitzschak, que en yiddish se contraía habitualmente en Itzik, tal y como señala Hans Peter Althaus en su Kleiner Lexicon deutscher Wörter jiddischer Herkunft. Sobre la posible identificación de este «petimetre judío», no podemos aventurarnos a sugerir un nombre, ya que contamos con muy pocos datos sobre la vida de W.E. Neugebauer, y en estos preliminares a la novela se mezclan datos que forman parte de la tradición cervantina del manuscrito encontrado (la obra como supuesta traducción de un manuscrito difícilmente accesible) con detalles que sí se corresponden con algunos aspectos de la biografía de Neugebauer, como su referencia a Breslavia, la capital de Silesia, en la que Neugebauer nació y residió durante algún tiempo. En cualquier caso, no será la última vez que Neugebauer emplee términos antisemitas, ya que en su actividad crítico-periodística para el periódico vienés Der Verbesserer, en el que venía publicando artículos desde 1766, lanzará un durísimo ataque personal contra el ilustrado austriaco Joseph von Sonnenfels (1732-1801), al que acusa de una «recht jüdische Bosheit» [verdadera maldad judía] (citado en Kurth-Voigt, Der Verfasser 368). Es difícil sostener que Neugebauer se refiera aquí a Sonnenfels, ya que la polémica es posterior a la publicación del Don Quijote alemán, y las relaciones entre Neugebauer y Sonnenfels fueron en un principio cordiales.

2.Es preciso recordar que la primera unificación alemana no se produce hasta 1871. En 1753, los territorios de habla alemana constituían un conglomerado de reinos y principados, no unificados entre sí, que abarcaba desde Alsacia, en la actual Francia, hasta Silesia, entonces parte del reino de Prusia, y actualmente en Polonia. La ciudad a la que el narrador se refiere como la capital de Silesia es Breslau o Breslavia, actualmente Wrocław.

3.Estos detalles coinciden con algunos aspectos biográficos del autor. Remitimos al lector a la introducción al texto.