Capítulo I
Idea de la corte y educación de una mujer a la moda
El marqués de... fue, por mucho tiempo, privado del rey de Inglaterra. Como tal tuvo poderosos enemigos, que se reunieron para acelerar su caída. Víctima, pues, del odio y de los celos, recibió la orden aflictiva de retirarse de la corte.
Su misma altivez le dio auxilios para ocultar su dolor y, comportándose más como cortesano que renunciaba su autoridad, que como palaciego desterrado de la corte, le pareció que con aquello triunfaba suficientemente de sus contrarios y se mostró insensible a los tiros que lanzó contra él la malignidad.
Aumentose de tal modo su interna mortificación con las ocasiones que tuvo de observar la bajeza e ingratitud de los hombres, que determinó renunciar totalmente a su trato y consagrar a la soledad lo restante de su vida.
Eligió para su retiro una quinta que tenía muy distante de la capital, situada a la inmediación de un lugarcillo1.
Las entradas y alamedas de aquel campestre asilo eran notables, por no haberse empleado en ellas el arte más que para darlas una apariencia muy agreste. Pero no así la quinta, que nada tenía de sencillo, pues en todo se veía el sello del gusto más fino. Su arquitectura era bellísima y la magnificencia de las habitaciones correspondía a la clase y a las riquezas del propietario. Mientras todo se preparaba para el recibimiento del marqués, puso los ojos (aunque ya muy entrado en años) sobre una joven, inferior a él ciertamente, pero cuyo talento y hermosura le prometían una compañera muy de su gusto. Efectuose el matrimonio después de cortos preliminares y, sin más diferirlo, llevó el marqués a su nueva esposa a la casa de campo que estaba resuelto a habitar mientras viviese. Para seguir el plan de vida que se había formado, dividió su tiempo entre la compañía de su mujer y su biblioteca (que era numerosa), y su jardín. Cazaba también, pero siempre solo, porque su aborrecimiento a los hombres lo hizo tan inaccesible que ningún caballero de la comarca intentó buscar su trato.
Parió su mujer al segundo año de su matrimonio una niña y murió tres días después. Afligidísimo quedó el marqués de su pérdida y, luego que el tiempo enjugó sus lágrimas, puso todo el amor en su hija llamada Arabela. Esta era su única ocupación y la felicidad de su vida. Ya que tuvo cuatro años la destinó criadas, pero las encargó que no se metiesen de modo alguno en su educación. p. 41
En pocos meses aprendió la niña a leer y escribir y, como manifestase, conforme iba creciendo, singulares disposiciones para las artes y ciencias, resolvió el padre cultivar sus talentos cuidadosamente para hacer (así se explicaba impelido del paternal amor) su alma tan hermosa como su cuerpo.
Y, en efecto, habíala dado naturaleza una graciosísima persona, un talle suelto y delicado, una voz suave y expresiva, un porte noble y decoroso, una concepción pronta, una memoria feliz y un talento admirable. Todas estas prendas lograron aumentos con los auxilios del arte. Trajéronla maestros de la capital y estos desarrollaron a porfía los gérmenes de infinitas habilidades y conocimientos.
Desde su infancia dio a ver Arabela muchísima afición a la lectura; esto agradó en extremo a su padre y la permitió muy luego el uso de su biblioteca, en la que, por desgracia, había gran número de novelas modernas y antiguas y, por mayor desgracia todavía, malditamente traducidas todas.
La marquesa, su madre, compró estos libros para distraerse en sus ratos de fastidio, que eran frecuentísimos... Pasaron a las manos de Arabela y esta hizo primero de ellos su estudio único y, después, los adoptó por pinturas verdaderas de la humanidad. Como separada del mundo, privada de los recursos sociables y sin otra conversación que la de un padre anciano, flemático y melancólico, se fraguó un sistema de heroísmo por los retratos cargados de las novelas de Magdalena Scudery. Habíala dicho el espejo que era hermosa y esta declaración contribuyó a hacerla infeliz, porque la idea de la hermosura estaba unida en su ánimo a la de rapto y persecución. Se modeló sobre las heroínas, adoptó su lenguaje, no vio la virtud sino allá en un sublime inaccesible; buscó lo maravilloso en las acciones más sencillas y, en fin, entregó su vida al temor, a la inquietud y a mil tormentos, cuyas consecuencias se verán en el curso de su historia.
1.‘situada cerca de un lugar pequeño’.