Capítulo XV
Ruego a la musa: algo sobre el autor y el héroe
Hasta aquí has ayudado, oh musa cómica, a tu servidor. Elévate lejos, por encima de mí, con tus reconfortantes alas, e inunda mi corazón, que se muestra con gesto regocijado y te sonríe, con la risa y la ingeniosa burla. Por mis relatos, las hazañas del marqués y de su ayuda de cámara serán más eternas que las de todos los marqueses franceses, y perdurarán en el tiempo como las de Eneas o Aquiles23.
Hasta tal punto me enorgullezco de estas mis habilidades que, tras la lectura de los pliegos ya escritos, he advertido que comencé a componer sin llegar a imaginarme que mis poderes fuesen tan notables. Es este un acontecimiento que rara vez sucede a un autor. Por lo general comienza a escribir con una gran estima por su propia destreza, para, una vez que ha completado algunas partes de su obra, acabar reconociendo él mismo que, o bien su vigor ha menguado, o bien, siempre en su opinión, este no se encontraba en buen estado. Yo, por mi parte, pretendo hacerme justicia a mí mismo al confesar que bien puedo asegurar que mis cualidades han ido aumentando conforme he ido escribiendo esta obra, pues yo mismo pude experimentar una vez en la composición de un poema cómico-heroico lo mismo que otros escritores, y es que tuve que dar una forma completamente nueva a todo el poema, no encontrándolo aun así lo suficientemente bueno como para compartirlo con el mundo del ingenio, pese a lo cual en este nuevo intento mis benévolos lectores podrán comprobar que poseo cierta destreza para la escritura cómica y satírica. Observad: un nuevo panegírico dedicado a mí mismo, mucho mejor traído en este punto que si lo hubiera situado en una dedicatoria o en el prefacio. En ese lugar, el lector quizás pasaría por encima de él en lugar de leerlo y dejar que cumpla completamente con el efecto deseado. Además de esto, me gustaría decir que tengo un gran deseo de aparecer yo mismo en una obra que, sin duda alguna, queda en manos de la posteridad gracias a su héroe, razón por la que los lectores tendrán que prepararse para que, en las partes que siguen, aparezca o bien con mi figura de autor, o bien bajo la máscara de otro marqués, o quizás en ambas formas a un tiempo. Sea bajo la apariencia que sea, prometo aparecer únicamente en los lugares en los que pueda proporcionar tanta diversión a mis lectores –con los que ya me encuentro plenamente familiarizado– como el propio e ilustre marqués de Bellamonte.
p. 71Nuestro héroe se había decidido a no descansar hasta que hubiese liberado a su condesa. Volvió a cabalgar hasta salir del bosque, cogiendo el camino que llevaba hasta una pequeña aldea que se encontraba a unas tres millas de la ciudad. Du Bois, el prudente ayuda de cámara, ya estaba un poco cansado de las aventuras, a pesar de haber ansiado experimentarlas algún día, ya que no deseaba volver a recibir de nuevo todos los golpes que había tenido que llevarse a los lomos, que seguramente le iban a doler los siguientes catorce días. Es por ello por lo que su amor por Lisetilla casi se había extinguido, y además no veía esperanza alguna en su caso, como sí las tenía el audaz marqués.
Pasó a dirigirse a su señor con las siguientes palabras:
—Ya veis, señor, que el infausto destino nos es contrario. ¿No sería mejor que nos volviéramos para casa y que nos contentásemos con las aventuras que ya hemos tenido? En lo que a mí respecta, os aseguro que ya he tenido bastante. Un combate con bandidos, un inesperado encuentro con una bella condesa, nuestros amoríos, una bruja como oponente, una bulla con fantasmas y una batalla, pues así debo llamarla, en una hacienda llena de asesinos… Todo esto me parece suficiente como para escribir todo un libro. Creedme, nuestras hazañas ya han adquirido una cierta grandeza: mi espalda está medio molida, y me va a recriminar las próximas cuatro semanas que haya luchado con bandidos, espíritus y asesinos, y os aseguro que no lo olvidaré en toda mi vida.
—He escuchado tu larga perorata con paciencia –respondió Bellamonte–, únicamente para comunicarte que mi decisión no se verá alterada en modo alguno. ¿Te dejas amedrentar solamente por un día que también ha traído consigo algunos hechos afortunados? No quiera Dios que un día recuerdes de otro modo a qué tipo de señor serviste. ¡Si por el contrario deseas ser un pusilánime, adelante! Abandóname, te pagaré tu sueldo, y pronto pondré en tu lugar a un ayuda de cámara hecho y derecho.
Como Du Bois vio que su señor difícilmente cambiaría de opinión, se resignó porque no quería abandonarlo y acabó haciendo las paces con él, únicamente con la condición –exigida por su señor– de que no volviese a hablar de esa manera. Cuando llegaron a la aldea en la que acababa el camino, Bellamonte mandó a Du Bois cabalgar hasta la ciudad para hacerse con una nueva espada, sin que nadie de su casa llegara a verle. El marqués permaneció en la posada en espera de su ayuda de cámara, mientras que Du Bois se fue cabalgando hasta la ciudad.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
23.Eneas, héroe de la mitología greco-romana, huyó al Lacio tras la guerra de Troya, convirtiéndose en rey y progenitor del pueblo romano, y es el protagonista de la Eneida de Virgilio. Por su parte, Aquiles, también héroe del conflicto troyano, será uno de los protagonistas de la Iliada de Homero.