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Presentación

El primer volumen de la Biblioteca del Quijote Transnacional rescata un texto prácticamente desconocido de un autor hoy olvidado, y no solo para el lector general sino también para el especialista. Así lo demuestra el hecho de que El paladín de Essex, publicado por primera vez alrededor de 1694 y luego una segunda vez en 1699, no ha vuelto a ver la luz desde estas dos ediciones de finales del siglo XVII, y lo corrobora su ausencia en monografías o estudios especializados. Ello da un valor añadido a este primer título de la colección y lo convierte en idóneo para inaugurarla, especialmente porque, pese a los siglos de olvido, se trata de una obra de enorme atractivo para los interesados en el legado cervantino en otras lenguas, sean estos estudiosos de Cervantes o simplemente curiosos de la literatura. El libro que el lector tiene ante sí es, por ello, una absoluta primicia y espero que pueda experimentar la misma emoción del descubrimiento que yo mismo sentí al leerlo por primera vez hace años en la sala de impresos antiguos de la biblioteca de la Universidad de Cambridge.

El mayor interés de la obra viene dado por la forma en que William Winstanley conjuga en su novela la imitación literal del modelo cervantino, posiblemente la más literal de toda la literatura inglesa, por no decir europea, con una serie de innovaciones que hacen de ella una apropiación no carente de originalidad. Winstanley convierte al hidalgo manchego en un joven inglés, Billy, nacido en Billerecay (en la actualidad Billericay), al que la lectura de libros de caballerías conduce a la locura de creerse caballero andante y echarse a los caminos en busca de aventuras. Sancho Panza es aquí el leído y resabiado Ricardo, casi un segundo Quijote por la manera en que abraza la fe caballeresca de su señor, sujeto de una serie propia de aventuras merced a un sorprendente don que recibe de un peregrino al poco de empezar el relato. Y los caminos y ventas de La Mancha se transforman en las veredas y posadas del condado de Essex, escenario de andanzas y sucesos que se van haciendo eco de las del hidalgo a través de un proceso de desplazamiento que encuentra siempre los equivalentes ingleses de los episodios cervantinos originales. En virtud de dicho proceso, Winstanley contribuye a conformar una fórmula sobre la que se asienta lo que será el mito de don Quijote: la locura imitativa quijotesca, el par contrastivo panzaico y la serie de aventuras emblemáticas.

p. 2Pero la contribución de nuestro autor no se limita a la repetición, necesaria para convertir un texto en mito, sino que también abarca la innovación que hace de la reescritura del mito un proceso creativo. Tal innovación se observa en dos elementos que dotan de un indiscutible sello propio a la novela: el rejuvenecimiento de la figura quijotesca y el nuevo protagonismo de su escudero. El primero traslada la crítica de la literatura al problema más amplio de la lectura, especialmente entre aquellos a los que su edad o clase social deja más expuestos a los peligros que entraña, lo que será una constante en la tradición cervantina inglesa y europea del siglo XVIII (añadiendo a estos factores el de género, es decir, la condición femenina). El segundo confiere a la novela un carácter irreverente y subversivo tanto en el terreno social como en el literario, y en este último no solo en lo referente a los libros de caballerías que son el blanco paródico, sino al propio modelo cervantino que inicialmente es el instrumento del que se sirve la parodia. Winstanley convierte así al Quijote y al género caballeresco (a cuya extinción contribuyó decisivamente) en extraños compañeros de viaje para producir un libro de caballerías cómico y popular; tal vez el último, el auténtico canto de cisne de un tipo de literatura que gozó durante más de cien años, desde las décadas finales del siglo XVI hasta las postrimerías del XVII, de una increíble y poco divulgada popularidad en las letras inglesas.

La de Winstanley es no solo la más literal, sino también la primera imitación narrativa del Quijote en la prosa inglesa. Se adelanta así casi cuarenta años al texto que ostentaba este título, el Joseph Andrews (1742) de Henry Fielding, aunque este supone un indudable salto de calidad que lo pone a la altura del modelo imitado. Aun así, sigue siendo llamativo el retraso de los novelistas ingleses en entender y asimilar la significación del Quijote para el género de la novela, sobre todo si los comparamos con los franceses, que muestran ya una temprana y cabal comprensión de la misma con la publicación de El pastor extravagante (1627-28). Esta obra de Charles Sorel, que aparecerá también en nuestra colección, como la tradición francesa a la que pertenece y en la que se inscriben otros autores del XVII como Paul Scarron o Antoine Furetière, sin duda influyó en la concepción y el planteamiento narrativos de El paladín, como permite conjeturar la existencia de traducciones inglesas de estos escritores que Winstanley pudo leer. En Sorel, particularmente, nuestro autor pudo encontrar la idea de situar a un avatar rejuvenecido de don Quijote en el propio contexto nacional para así plantear el problema de la lectura de un género específico de ficción, lo que dota a su reescritura de una doble referencia internacional -la hispánica de Cervantes y la francesa de Sorel- a la que hace alusión el adjetivo transnacional que define esta Biblioteca. Además de esta doble influencia extranjera, la novela expresa a la perfección la visión degradada de la figura de don Quijote dominante en la recepción inglesa del siglo XVII, en la que se deja sentir la hispanofobia todavía presente en la vida y la cultura inglesas de la época. Todo ello hace de esta obra un espléndido crisol en el que se funden el quijotismo inglés y el francés.

p. 3Más allá de este indudable interés cervantino, el lector encontrará en este Paladín de Essex una obra amena y entretenida, con la que se divertirá no solo por el juego de intertextualidad cervantina que propone, sino también por el ingenio e inventiva que demuestra a la hora de articular una narrativa de aventuras en el camino, salpicada por una variopinta galería de personajes tomados de la realidad inglesa del momento y amalgamando diferentes tradiciones literarias (junto a la cervantina y la caballeresca, también la picaresca). Después de leer esta novela, lo que resulta asombroso es que haya permanecido en el olvido durante tanto tiempo. Para subsanar esta anomalía ofrecemos aquí la primera traducción al castellano, así como el primer recuento de los datos biográficos y obras conocidas del autor, junto con el primer estudio crítico sobre esta obra y su posición en la tradición cervantina. Además, todos aquellos que tengan la curiosidad y la capacidad de leer la lengua de Shakespeare pueden encontrar la primera edición moderna en lengua original de la novela en el portal web de la colección: https://quijotetransnacional.es.

Pedro Javier Pardo
Director de la bQt