Traducción
Original
Capítulo II
De cómo Sir Billy y su escudero salieron en busca de aventuras. Su encuentro con un espantapájaros y de cómo llegó a un castillo para ser armado caballero.
Estaban Billy y su escudero muy ocupados en conseguir lo necesario para su ansiado viaje, cuando sus planes estuvieron a punto de estropearse por un acontecimiento inesperado que sucedió como sigue.
Billy mantenía su costumbre habitual de frecuentar lugares solitarios y de quejarse con amargura de la tiranía de Cupido y un día lo oyó un granjero vecino que, buscando una oveja descarriada, había llegado a ese tosco lugar donde Billy entonaba este triste lamento:
—¡Oh, Dulcina, alegría de mi corazón! ¡Cómo aviva vuestro recuerdo mi espíritu desanimado! ¡Oh, antes dejará de bajar y subir la marea o Hiperión de seguir su curso diario que yo de seros fiel20! ¡Y qué si Jasón engañó a Medea y Paris a Enone21! Nunca se dirá que vuestro caballero fue desleal, que Billy engañó a su Dulcina. No, sabed que os seré tan fiel como san Jorge lo fue a su Sabra, Guy de Warwick a su bella Felice o Bevis de Southampton a Josiana. ¡Oh, cómo deseo que vuestro nombre se conozca gracias a los hechos de armas que llevaré a cabo, pues los no nacidos leerán en los libros de tiempos venideros los actos valerosos que haré por vos! ¡Oh, a cuántos miles de paganos aniquilaré y haré arder sus ciudades con llamas de fuego como en las batallas de Troya y haré correr su sangre por las calles, y todo por el amor de mi Dulcina! Pero vos, ¡ay!, no apreciáis mi amor, sois tan insensible a mis quejas como el acreedor duro de corazón lo es con su pobre deudor. ¡Oh, Dulcina! ¡Dulcina! La más bella moza que jamás haya calzado zapatos de cuero, sed testigo de mi queja y compadeceos del triste dolor que soporto por vos. Sed compasiva conmigo como Rosalinda lo fue con san Dionisio, el paladín francés, o la bella judía con Santiago, el paladín de España.
p. 29Después, sacando del bolsillo los versos que había escrito alabando a su Dulcina, los repitió con un quejido tan apesumbrado como si ella fuera la única diosa del mundo digna de ser adorada. El granjero, que había permanecido todo este tiempo escondido para escuchar su discurso, oyéndole hablar de gigantes y de paladines y arroyos de sangre, quedó asombrado y maravillado; pero, al oírle repetir los versos, barruntó que estaría infectado con la comezón de la poesía*, que consideraba mucho peor que la peste, así que fue a decirle a Thomasio que su hijo se había convertido en boeta*, y que sería mejor verlo ahorcado, pues no iba a valer ni una moneda de cuatro peniques en toda su vida.
—Por mi vaca parda* –dijo Thomasio– te ruego, vecino, que me digas quiénes son esos boetas.
—Por mi fe –dijo el granjero– que son tipos raros. Si logran tener un chelín en el bolsillo (pues rara vez llevan más) nunca se van hasta que se han gastado casi todo. Son tipos secos porque nunca pueden saciar su sed por más que beban y, como son pobres y pocas mujeres inglesas los aceptarían, ellos dicen que están casados con nueve mozas forasteras a las que llaman musas22. Hablan de las muchas tierras que estas tienen en un lugar llamado el monte Pernaso, pero por mi fe que aquello no es más que terreno estéril, ya que un usurero no daría ni un cuarto de penique por su hipiteca, si no, seguro que ya la habrían perdido hace mucho tiempo. A lo mejor por eso algún caballero les prestará media corona o cinco chelines, pero, tan pronto hayan gastado ese dinero, se la hipitecarán a otro, por lo que no sé cómo engañan a los caballeros, pues les enseñan papeles. Pero te aseguro que no consiguen nunca ni un centavo de un abogado, pues estos son demasiado astutos para que los engañen con tonterías; y sin embargo, no te inquietes, componen de vez en cuando canciones raras y, cuando las cantan en nuestro mercado, hacen que las doncellas se derritan como la mantequilla que llevan en las cestas; y tan cierto como que los huevos que hierven demasiado se ponen duros, ellos no tienen nunca nada que hacer y es tan raro que estrenen traje nuevo como que haya escarcha en pleno verano; de modo que lo tienes mal si alguna vez quisieras vengarte de ellos, sus ropas son tan finas que no aguantarían ni un cepillado y tampoco te serviría de nada llevarlos a juicio porque están endeudados veinte chelines más de lo que ellos mismos gastan en la taberna.
—Virgen Santa –dijo Thomasio–, si hubiera sabido que mi hijo Billy iba a convertirse en boeta, habría preferido que no hubiera nacido nunca; pero, ahora que lo pienso, se me ocurre un truco que creo que acabará con sus rimas: haré que deje de cuidar ovejas y lo pondré a trillar y, obligándolo a trabajar duro desde por la mañana hasta por la noche, te garantizo que tendrá pocas ganas de hacer versos.
—Claro –dijo su vecino–, has dado en el clavo, pues te digo que esa poesía viene toda de la holgazanería porque yo, criado para trabajar duro, no he escrito un solo verso en toda mi vida. No sé por qué de entrada le diste tanta educación, pues aunque no viene mal un poco, leer un capítulo aquí y otro allá para matar el tiempo, te habrás dado cuenta de que, una vez que empiezan, cuanto más literatos son, más lerdos se vuelven. Intenta después que aprendan a coger el arado, será como si les pides que vacíen la charca donde abrevan los caballos con una cuchara. Por eso te digo, vecino, haz lo que me has dicho y verás que el trabajo duro lo apartará del todo de su poesía.
p. 30Así que a la mañana siguiente mandaron a Billy a trillar y lo controlaron tan de cerca para que hiciera su trabajo que no tuvo ni un respiro para sus fantasías de enfermo de amores y se le quitó el gusanillo de versificar, poniendo entonces todo su empeño en averiguar cómo deshacerse de tal esclavitud para poder dedicarse a sus aventuras de caballero, y la Fortuna23, que siempre favorece las nobles empresas, enseguida le puso la oportunidad de oro en las manos, pues su padre iba a ir a Londres a pagar su renta, lo que, entre otros asuntos, lo mantendría allí ocupado durante tres días. Billy, decidiendo que no iba a dejar pasar más tiempo ahora que la Fortuna le era tan favorable, se lo contó a su escudero Ricardo y le pidió que le tuviera preparadas sus cosas porque la Fama los llamaba a gritos para que se dieran prisa, y las lastimadas damas y los agraviados cautivos solicitaban el auxilio de su brazo invencible. Así que, tan pronto como su padre se puso en marcha para su viaje, ellos empezaron a preparar el suyo. Primero fueron al establo y escogieron dos de los mejores caballos de labranza, a los que Sir Billy, ahora que iban a convertirse en caballos a su servicio, les cambió los nombres de Brown y Bayard, por los que se les conocía antes, a nombres más señoriales como Belerofonte y Pugnoto*, eligiendo a Belerofonte para él y dejando a Pugnoto para su escudero.
Su siguiente preocupación fue la de conseguirse armaduras y en ello la reina del azar pudo ayudarlos ya que, como Thomasio era el administrador de la parroquia, las armas de la ciudad para la práctica de los grupos de entrenamiento se guardaban en su casa y con ellas se armaron cap-à-pie24, aunque pusieron máximo cuidado en la elección de las espadas, no tanto porque estuvieran preocupados por su propia defensa, como porque iban a ser las armas con las que herir a sus enemigos. Eligieron por ello dos aceros de Bilbao de empuñadura ancha para poder cortar la cabeza de un gigante de un solo tajo; y entonces Billy paró mientes en otro problema: cómo nombrar a su espada, ya que lo apropiado era que la espada de un caballero andante tuviera nombre; así que, rascándose la cabeza un rato, le vino la idea a la mente y la espada se convirtió en Rosero. Sus lanzas salieron de una pica cortada por la mitad y, en cuanto a otras armas o accesorios, se contentaron con lo que tenían hasta que su valentía les pudiera proveer de algo mejor. Ricardo insistió mucho en que se llevaran una bolsa con víveres, pero Sir Billy le dijo que iba en contra de la ley de armas que los caballeros andantes llevaran dinero o vituallas, puesto que se les proveería en cada castillo al que llegaran.
Cuando estos paladines se pusieron en marcha era esa época del año en la que Ceres cubría la tierra con un rico manto de todo tipo de grano y en que las llenas mazorcas inclinaban sus copas floreadas agradeciendo con gesto grácil al campesino su dura tarea25. Para que no los vieran, salieron por la noche, de manera que, a la mañana siguiente, a la hora en la que Aurora había abierto sus puertas púrpuras y anunciaba la llegada de Titán26, ya se habían alejado de sus hogares doce millas sin que les preocupara dónde ir, solo el seguir adelante. Aconteció que en el camino había un campo de trigo en el que el dueño había puesto un gran espantapájaros en un poste para asustar a los pájaros y que no se comieran el maíz. Como estaba a gran altura y parecía una figura enorme desde donde la veían, Billy creyó que era un gigante y con voz potente le habló así: «¡Tú, Blanderón, Colebrand, Amarant, Ascapart27, o como quiera que te llames, te mando que vengas y te humilles ante el digno caballero andante Sir Billy de Billerecay o atente a mi brazo invencible!».
p. 31Pero al ver que el espantapájaros no le respondía, clavó con furia las espuelas a su caballo y con la lanza tiró al suelo al espantapájaros que, cayendo frente al caballo, hizo que este tropezara a su vez y rodara por el suelo con Sir Billy. Mientras tanto, el granjero y su hijo, propietarios de este maizal, pasaban por allí por casualidad y el granjero, al ver su maíz tan lamentablemente estropeado, mucho más de lo que podrían haberlo hecho los pájaros, tomando sobre sí la afrenta de su espantapájaros, con un buen bastón arremetió contra las costillas de Sir Billy, quien apenas podía mantenerse en pie de tan magullado como estaba por haberse caído del caballo. Ricardo, al ver a su amo tan mal parado, pensó que su deber era tomar partido y así, con su trozo de pica a la que llamaba lanza, cabalgando con furia hacia el granjero y con el impulso que llevaba, al fallar el golpe, salió lanzado por encima de la cabeza de su caballo. El hijo del granjero, viendo sus malas intenciones y (según creía) más capaz que ellos de hacerles daño, blandiendo un garrote, se lanzó a molerle las costillas a Ricardo, quien, sintiendo los duros golpes, bramó como un pregonero*. Sir Billy, oyendo el fuerte berrido de su escudero y, aunque él mismo ya había recibido lo suyo, hizo saber a Ricardo que iba contra la ley de las armas suplicar misericordia al enemigo.
—¿Qué me va a contar de armas? –dijo Ricardo–. Me han dado tal paliza que creo que no podré volver a subir los brazos a la cabeza.
El granjero y su hijo, al oír estas palabras, dejaron las manos quietas, exigiéndoles la razón por la que, sin causa alguna, habían pisoteado y estropeado su maíz.
—Decidme –dijo Sir Billy–, ¿quién ha sido ese gigante al que he vencido y con qué hechizos y encantamientos nigromantes habéis hecho que yo y mi escudero hayamos sentido estos golpes? Si os negáis a contestar, juro por el río de Estigia y por el honor de todos los caballeros andantes que han existido en el mundo, que haré de vosotros un ejemplo tal para la posteridad que los no nacidos, cuando narren las desgracias de los desafortunados, tomarán vuestros nombres como referencia28.
El granjero y su hijo, a tenor de estas palabras, creyeron que estaba loco y, por ello, sin esperanza ya de recibir ninguna otra compensación por su maíz más que la que podrían conseguir golpeándolos, se emplearon de nuevo a bastonazo limpio, con lo que Ricardo gritaba: «¡Asesinos! ¡Asesinos!», mientras que Sir Billy, pensando que todo ocurría por encantamiento, se lo tomaba con mucha paciencia. Finalmente, el anciano, que era más compasivo que su hijo, desistió de seguir golpeándolos y Ricardo, aprovechando la ocasión, escapó tan rápido como pudo, dejando que su amo se las arreglara como pudiera, quien, subiéndose a su caballo lo mejor que pudo, maltrecho y murmurando terribles imprecaciones contra nigromantes y encantadores, cabalgó tras Ricardo, al que mucho culpó de haberlo abandonado en tan honorable encuentro.
—No sé yo –dijo Ricardo–, pero creo que en tales encuentros se reciben más golpes que honores y, por lo tanto, mi consejo es que regresemos de nuevo a casa y dejemos este trabajo de matar gigantes y monstruos para aquellos que no tienen otra cosa mejor que hacer.
Estas palabras enfurecieron tanto a Sir Billy que con rabia dijo:
—Oh, pedazo de ignorante, ¿acaso crees que el honor se logra estando tumbado en la cama? No, es algo que se consigue superando dificultades y peligros. ¿No viste cómo logré que el gigante cayera ante mi brazo invencible?
—¿Qué gigante? –dijo Ricardo–. No vi más que un espantapájaros y Dios quisiera que se hubiera quedado allí quieto aunque hubiera sido el gigante más grande jamás hecho para ahuyentar pájaros.
p. 32—Esto –le dijo Sir Billy– se debe a tu ignorancia sobre libros de caballerías, te digo que lo que tomaste por un espantapájaros era el gran y terrible gigante Blanderón; pero esto son cosas de nigromancia y la razón por la que hemos sufrido esos golpes en este primer enfrentamiento ha sido porque yo no he recibido aún la orden de caballero, ya que en ningún libro de caballerías hemos leído nunca que ningún gigante venciera a un caballero andante, sino que siempre el caballero vence al gigante. Y, por lo tanto, he decidido que, en el primer castillo al que lleguemos, pediré que me arme caballero el señor del mismo, algo que no se niega a los que han jurado ser auténticos hijos de Marte y sacrifican su sangre para socorrer a las damas en apuros y a los oprimidos29.
Habría sido muy difícil convencer a Ricardo (pues era entonces la hora a la que los mortales interrumpían el ayuno y su costumbre era la de descuidar su trabajo antes que dejar de satisfacer a su estómago) si no lo hubieran distraído las grandes esperazanas de que su señor fuera de repente nombrado caballero y la diversión de que iba a disfrutar en el próximo castillo. Y para que se vea que la Fortuna es a veces favorable al caballero andante, no habían cabalgado mucho cuando llegaron a un suntuoso edificio donde vivía un anciano hidalgo, dueño de una rica hacienda, que trataba con cortesía a los forasteros que llegaban. Hacia allí cabalgaron Sir Billy y su escudero y, al encontrarse con uno de los sirvientes en el patio, le preguntaron si el señor del castillo estaba dentro. El sirviente se quedó mirándolos fijamente al verlos tan ridículamente vestidos y a Sir Billy con algunas piezas de armadura que no había visto nunca antes, excepto las que colgaban en el salón de su amo.
—Os digo –dijo– que esto no es un castillo, ni mi amo es ningún señor, salvo el señor de la casa.
—Percibo –dijo Sir Billy– que sois ignorante en todo lo relativo a los caballeros andantes, así que id a decirle a vuestro amo que el más heroico e invencible caballero, Sir Billy de Billerecay, tendrá la amabilidad de platicar con él.
—Decidme vos pues –dijo el muchacho– cuánto tiempo hace que vos y vuestro joven ayudante salisteis de Bedlam y así podré informarle de vuestra presencia aquí30. Si no, mi amo se enfadará conmigo porque, de todos los olores que existen, no le gusta el que viene de Bedlam.
Estas palabras enfurecieron a Sir Billy y, sacando su Morglay31, la blandió sobre su cabeza de tal manera que se parecía al cuadro de san Jorge luchando contra el dragón. El muchacho, al verle sacar su hierro asesino, sabiendo que era peligroso jugar con herramientas afiladas, le dijo que de inmediato conocería a su amo.
—Pero, señor –dijo–, mi memoria es mala y por eso debo rogarle de nuevo que me diga su nombre.
—De acuerdo –dijo Billy–, soy el invencible caballero andante, Sir Billy de Billerecay.
—Un nombre que mata y una mirada asesina –dijo el muchacho–, temo que mi amo tendrá miedo, pero aun así, por mi propia seguridad, me aventuraré a decírselo.
Así que, entrando en la casa, lo encontró hablando con otros caballeros y le dijo:
—Señor, está ahí fuera un caballero vencible, Sir Billy de Billerecay, que desea practicar con usted.
p. 33El caballero, riéndose de su simpleza, miró hacia fuera para ver qué gran Don debía ser aquel. Pero cuando vieron a aquellos dos bufones, vestidos con trozos de armadura, como esbirros de Marte, no pudieron contenerse y estuvieron a punto de estallar en carcajadas ante tan ridículo espectáculo. Y, por ello, esperando divertirse con su conversación, se dispusieron a ofrecerles alojamiento. Sir Billy lo abordó de esta manera:
—Señor, yo soy uno de los que por el bien público me dedico al ejercicio de las armas, para reavivar el honor de la caballería andante, que ha permanecido demasiado tiempo desatendida en el mundo para quebranto de damiselas afligidas, damas agraviadas y caballeros cautivos. Ahora que el mundo está infestado de gigantes, monstruos y encantadores, nadie puede desentenderse de ello, tal y como yo y mi escudero ya lo hemos experimentado a nuestro pesar; pues, encontrándome con un terrible gigante, a pesar de que lo derroté por completo, sin embargo nos asaltaron dos malvados nigromantes que con sus malas artes mágicas nos dieron muchos y terribles golpes que no pudimos resistir; y, como pienso que la razón es que hasta ahora no he recibido la orden de caballería, mi petición es que, ya que estoy dedicado al bien público, se me acoja amablemente en este castillo y que su señor me haga caballero según las reglas de la heroica orden de los caballeros andantes.
El buen y anciano hidalgo, al oír la perorata de Sir Billy, no pudo menos que sonreír y, como tenía buen talante, resolvió seguirle la corriente y asegurarse con ello un buen rato para sí y sus nobles amigos, de modo que, mirando fijamente a Sir Billy con semblante grave, le habló así:
—Me faltan las palabras para expresar en qué alta estima debe elogiarse vuestra noble resolución, ciertamente imitáis las artes del valiente Hércules, cuyos trabajos sirvieron para acabar con los tiranos y socorrer a los agraviados32. Sabed pues, señor, que sois muy bienvenido a nuestro castillo y, en cuanto a la orden de caballería, procederemos de tal manera que no os quedaréis sin ella, para que el mundo no se vea privado de todos esos éxitos guardados para vuestro brazo invencible.
Estas palabras resultaron muy agradables a Sir Billy, pero mucho más a Ricardo, quien esperaba mantener a raya a su estómago, que reclamaba rugiendo la mezcla habitual de gachas que solía tomar de desayuno antes de irse a labrar; por lo tanto, desmontando de los caballos y dejándolos al cuidado de uno de los sirvientes, entraron con los caballeros y fueron agasajados amablemente por el amo de la casa. Hasta un caballo habría roto su brida a carcajadas al ver cómo el joven caballero andante y su escudero se quitaban por turnos las armaduras, cosa que lograron con dificultad, siendo al punto felicitados por los caballeros allí presentes. Sir Billy les contestó con la misma cortesía, pero con tantos disparates como los de un ciudadano en la corte o como los de un bufón en una escuela de baile.
Tras una breve conversación, el señor de la casa invitó a Billy y a su escudero a un banquete con las viandas que tenían preparadas para ellos, lo que fue aceptado cortesmente por Sir Billy, pero, sobre todo, por Ricardo, cuyo estómago rugía y pedía a gritos suministro. Los caballeros allí presentes buscaron una excusa para sentarse con ellos y, admirados, vieron cómo el caballero y su escudero se enzarzaban en un combate a mandíbula batiente en el que fueron más valientes y mucho más afortunados de lo que habían sido en el encuentro con el terrible espantapájaros.
Una vez se hubieron repuesto, Sir Billy, ya con la dentadura ociosa y liberada la lengua para hablar, comenzó su discurso de esta manera:
p. 34—No hay ocupación tan honorable y necesaria para la humanidad como la de la caballería andante. Si no fuera por ellos ¡cómo someterían los gigantes y monstruos a todos los países, destruyéndolos con saqueos y violencia! Son los brazos invictos de los caballeros andantes los que salvan a caballeros y a damas en apuros de su cautiverio en castillos encantados. ¿Quién vence a magos y nigromantes poniendo fin a sus diabólicos encantamientos sino la impávida bravura de los caballeros andantes? ¿Acaso habéis oído alguna vez de algún dragón, grifo o sagitario herido y destruido que no lo fuera gracias al valor invencible y la incomparable magnanimidad de los caballeros andantes? En general, son los vengadores de las injurias, los desfacedores de entuertos, los que sostienen a los afligidos, los defensores de los mansos y los apaciguadores de los alborotados. La falta de estos héroes en estos últimos tiempos ha sido la causa de que se hayan cometido tantas fechorías, nadie más capaz ni más dispuesto a acabar con los ultrajes que los caballeros andantes. A esta honrosa labor, por lo tanto, me he entregado, rogándole a usted, poderosísimo monarca de este afamado castillo, que, haciendo cumplir mi propósito, me sea otorgado el honor de la caballería, lo que me habilitará para realizar con mis armas tales hazañas que los no nacidos todavía quedarán asombrados al leer mis valerosas acciones.
El cortés y anciano caballero, al escuchar tales extravagancias, dispuesto a pasar un buen rato con esas locuras, y para que también sus amigos tuvieran algo de diversión, le concedió sin reservas su petición con estas palabras:
—Nobilísimo joven, en quien aparecen los primeros destellos de marcial resolución, ¿quién querría apagar las llamas de la magnanimidad que percibo ya encendidas en vuestro pecho? Eso sería como privar a la posteridad del conocimiento de vuestras renombradas acciones. Por ello, sabed que vuestra petición ha sido concedida, para que cumpláis con los servicios a los que están obligados los caballeros andantes. A saber, deberéis velar vuestras armas esta noche y las defenderéis con valentía contra cualquiera que tenga intención de oponerse a vos, mostrándoos así digno del honor que se os confiere, y mañana os armaremos caballero como corresponde.
Sir Billy le dio las gracias con gran entusiasmo, aceptando el encargo y llevándolo a cabo con gran valentía, como oiréis en el próximo capítulo.
iEn el original, «infected with an itch of posy». El granjero se refiere a la poesía (poesy/poesie) como enfermedad infecciosa (con término similar a pox, sífilis) y como locura, que además no resulta beneficiosa como profesión.
iiEn el original se utiliza «boets» por poets y, unas líneas más abajo, «vaith» por faith o «morgage» por mortgage. Aun cuando el texto original en inglés tiene muchas desviaciones ortográficas, este diálogo entre Thomasio y el granjero pone de manifiesto en palabras como esta que el narrador ha querido marcar un tipo de lenguaje rural, suavizando las consonantes y con otras señas de analfabetismo y falta de conocimiento sobre referencias mitológicas, como, por ejemplo, cuando hablan más adelante del las «outlandish wenches» (para referirse a las nueve musas) o de «Pernassus» en lugar de Parnaso.
iiiEn el original, «by my dun cow». Se entiende como un tipo de vaca de tonos marrones y grises. Es también una imagen conocida del folklore inglés, siendo legendaria en la zona de Warwichshire como animal enorme que abastecía de leche a todo el que quisiera.
ivEn el original, «Brown and Bayard», literalmente ‘pardo y rojizo’ si atendemos al color de los caballos. Bayard resulta un nombre burlesco en referencia al caballo mágico y gigante de color marrón rojizo que Carlomagno regala a Renaud de Montauban en el romance medieval francés en prosa Los cuatro hijos de Aymon (siglo XIV). Billy cambia unos nombres muy comunes por los altisonantes Belerofonte y Pugnoto para elevar el tono épico o romántico de sus denominaciones. Belerofonte, nieto de Sísifo, montó en el caballo alado Pegaso para vencer a Quimera, un monstruo femenino que arrojaba fuego por la boca.
vEn el original, «town bull», que en este contexto se refiere a un pregonero (town crier) y a la potencia de su voz.
20.Hiperión, titán hijo de Urano (cielo) y Egea (tierra), es el nombre que le da Homero a Helios, dios del Sol, pero en Hesíodo Helios es el hijo de Hiperión (y de Tea). En ocasiones también se identifica a Helios con Apolo, que también aparece en la novela como representación mitológica del sol. Con cualquiera de estos nombres, la deidad conduce su carro por el cielo durante el día, dando la vuelta a la tierra para regresar por la noche. Como se verá, hay varias referencias al «auriga del cielo» a lo largo de esta novela.
21.Jasón, héroe de la mitología griega y jefe de los Argonautas, prometió amor eterno a Medea, sacerdotisa de Hécate que le ayudó a conseguir el Vellocino de Oro y rompió su promesa para casarse con la hija del rey de Corinto. Igualmente, Paris, príncipe troyano, engañó a Enone, ninfa de las fuentes y su primera esposa para casarse con Helena de Esparta. Estos ejemplos contrastan con el comportamiento leal de los muchos protagonistas de los libros de caballerías que Billy menciona a continuación y con los que él compara su lealtad a Dulcina.
22.Las nueve musas de la mitología griega eran las hijas de Zeus y Mnemósine, encargadas de la inspiración de las diferentes artes: Clío, musa de la Historia; Euterpe, de la música; Talía, de la comedia; Melpómene, de la tragedia; Terpsícore, de la danza; Erato, de la elegía; Polimnia, de la lírica; Urania, de la astronomía; y Calíope, de la retórica y la poesía.
23.Fortuna es el nombre de la diosa de la buena o mala suerte y aparece favoreciendo o no las acciones de héroes o de caballeros de los libros de caballerías. Al igual que la diosa Fama, representada con una trompeta y encargada de anunciar noticias, aparece muchas veces en la obra.
24.Es la forma del francés antiguo correspondiente a la expresión completa «(de) cap à pied» (de la cabeza a los pies), una fórmula que se utilizaba sobre todo para equiparse en armas o en uniforme militar.
25.Ceres en la mitología romana es la diosa de la agricultura, las cosechas y la fecundidad. La alusión sirve para hacer referencia a la estación de verano cuando los cereales y el maíz cubren la tierra.
26.Aurora y Titán son dos deidades de la mitología. Titán en la mitología griega es Helios, el dios del Sol. Aurora (equivalente a Eos en la mitología griega) personifica el amanecer y anuncia la llegada del sol.
27.Tres de estos nombres se refieren a gigantes de libros de caballerías ya mencionados. Blanderón es el gigante que aparece en The Seven Champions of Christendom y que blande como espada un roble, Colbrand pertenece a la obra Guy de Warwick y Ascapart a Bevis de Hampton. Amarant o Amarantus es un personaje de la mitología griega, un cazador del que se enamora Artemisa y que muere tras enfrentarse con Poseidón. Artemisa le devuelve la vida convirtiéndolo en una flor.
28.Estigia en la mitología griega es la oceánide, hija de Océano y Tetis, que personifica el río del Hades que debe cruzarse para llegar el mundo de los muertos. Por eso se habla de la laguna Estigia o del río Estigia como referencia al intermedio entre la vida y la muerte.
29.Marte es el dios de la guerra, hijo de Júpiter y Juno.
30.Nombre popular para el hospital londinense de Bethlehem para delincuentes, criminales o ‘lunáticos’. Se fundó en 1247 y estaba cerca de Bishopsgate, más tarde en 1676 se trasladó cerca de Moorfields y después en 1815 a St Geoge’s Fields en Southwark. Desde 1939 se encuentra en Monks Orchard. El nombre coloquial Bedlam se utilizaba tanto para referirse a este centro, asociado a un manicomio, como a las personas que provenían de él, generalmente con carga peyorativa o cómica.
31.Nombre de la espada de Sir Bevis de Hampton.
32.Hércules en la mitología romana (Heracles en la griega) es el héroe, hijo de Júpiter, conocido por sus doce trabajos en los que vencía a animales de carácter sobrenatural, entre otros, el león de Nemea, la hidra de Lerna, el jabalí de Erimanto, la cierva de Cerinia, las aves del Estínfalo, el toro de Creta o las yeguas de Diómedes.
Chapter II
How Sir Billy and his squire went forth to seek adventures. Their encounter with a
scarecrow, and how he came to a castle to be dubbed knight.
Now were Billy and his squire very busy in providing materials for their intended journey, when their design had like* to have been quite spoiled by an unexpected accident, which came to pass as follows.
Billy, according to his wonted* course, frequenting solitary places, and bitterly [24] exclaiming against the tyrannies of Cupid, was one day overheard by a neighbouring farmer, who searching for some strayed sheep, was by that means brought into that uncouth place, where he heard Billy to make his sad relation:
“Oh Dulcina, the joy of my heart! How doth the remembrance of thee add new life to my drooping spirits? Oh sooner shall the sea cease to ebb and flow, or Hyperion to run his daily course, than I shall cease to be faithful to thee! What though Jason was false to Medea, and Paris to Oenone! Yet never shall it be said that thy knight did prove disloyal, that Billy was false to his Dulcina. No; know I will be as true to thee, as St. George was to his Sabra, Guy of Warwick to his fair Felice, or Bevis of Southampton to Josiane. Oh how I long to make thy name renowned by the deeds of arms which I shall perform, that babes unborn in time to come may read in books those valiant acts which I shall do for thy sake! Oh how many thousand pagans shall I destroy, and set their cities on flames of fire, like the battlements of Troy, and make their blood run down the channels, and all for the love of my Dulcina! But thou alas regard not [25] my Love, but are as deaf to my complaints, as the hard-hearted creditor is to his poor debtor. Oh Dulcina! Dulcina! The fairest wench that ever trod upon shoe of leather, regard my moan, and pity the sad paints that I endure for thy sake. Oh be as kind to me as Rosalind was to St. Denys the French champion, or the fair Jew to St. James* the champion of Spain.”p. 29
Then taking the verses out of his pocket, which he had made in the praise of his Dulcina, he repeated them with such a groan, as if she had been the only goddess in the world worthy to be adored. The farmer, who stood all this while unseen to mark his discourse, hearing him talk of giants and champions and streams of blood, was struck into a marvellous amazement; but at last hearing him to repeat the verses, he conceited with himself that he was infected with an itch of posy,* which he judged to be far worse than the plague; and therefore went and told Thomasio that his son was turned a poet, but that he might as good almost see him hanged, for he would never be worth a groat as long as he lived.
“Now by my dun cow,” said Thomasio, “I prithee neighbour tell [26] me what these boets* be?”
“In vaith,”* said the farmer, “they are a strange kind of people, who if they get a shilling in their pocket (for they seldom can reach above such a sum) they never leave till they have spent ten pence out of it. They are very dry fellows, for they can never quench their thirst with drinking. And though by reason of their poverty few English women will have them, yet they say they are wedded to nine outlandish wenches whom they call muses. They talk of a great deal of land they have lies in a place called Parnassus hill, but by my say I believe it is but barren stuff, for never an usurer will lend a farthing on mortgage on it, else sure it had been all forfeited long ago. Sometimes perhaps a gentleman will lend a half crown or five shillings upon it, but no sooner is that money spent, but they will mortgage it to another, which makes me wonder how these gentlemen are cheated, because they show them writings. But I’ll warrant ye they never get a penny of a lawyer, for they are too cunning to be cheated with such nonny-noes;* and yet never stir, sometimes they make such plaguey songs, that when they are sung in our market, they make the maids to melt like the butter in their basket to hear them; but as sure as [27] eggs with too long boiling will prove to be hard, they have but little or nothing for the making of them, for a new suit on their backs is as strange as to meet with frosty weather at midsummer; so that if you would never so fain to be revenged on them, their coats are so thin they will not endure a brushing; nor is it to any purpose to sue them at law, for they are indebted twenty shillings more than they are worth at the ale house.”
“By my Hallidame,”* said Thomasio, “if I thought my son Billy would prove such a boet, I should heartily wish he had never been born; but now I think on it, I have a trick in my head that I believe will spoil his rhyming, I will take him away from keeping of sheep, and set him to threshing, and forcing him to work hard from morning till night, I warrant you he will have but little mind of making of verses.”
“Indeed,” said his neighbour, “you have hit the nail on the head, for I tell ye, this poetry proceeds all from idleness, for I that was brought up hard to work, did never make a verse in all my life. But I wonder why at first you would bestow so much learning on him, for though a little be not amiss, to read now and then a chapter to drive away the [28] time, yet you will find, that if once they go any further, the more bookish the more blockish; for then go about to learn them how to hold plough, and as good go about to empty our horse pond with a spoon. Therefore I advise ye neighbour to do as you say, and you will soon see that working hard will put him quite besides his poetry.”p. 30
Accordingly, the next morning Billy was set to threshing, and so narrowly looked to for plying his work that he had no breathing time for his lovesick fancies, and quite took off the edge of his stomach for versifying, his whole care and study being now how to get himself rid of his thraldom, that he might go in pursuit of his knightly adventures, and Fortune, that ever favours noble enterprises, soon put a golden opportunity into his hand, for his father was to go to London to pay his rent, which with some other business that he had would detain him there the space of three days. Billy resolving to let no more time slip, now that Fortune was so favourable to him, acquaints his squire Ricardo therewith, bidding him to provide his things ready, for Fame called aloud unto them to hasten, and injured ladies and wronged captives cried for help from his victorious [29] arm; wherefore as soon as his father was set out on his journey, they began to prepare for theirs; and going first into the stable; they singled out two of the ablest plough horses, whom Sir Billy, now that they were preferred to be horses of service, changed their names from Brown and Bayard, by which they were before called, unto the more stately names of Bellerophon and Pugnoto, choosing Bellerophon to ride on himself, and bestowing Pugnoto upon his squire.
Their next care was for armour for themselves, and that had the queen of chance provided ready for them to their hands, for Thomasio being constable of the parish, the town arms for the trained bands was laid up in his house, with which they armed themselves cap-à-pie*; but their chiefest care was in the choice of their swords, not minding so much for the defence of themselves as for weapons wherewith to offend their enemies. They therefore chose two Bilbo blades, hand broad, such as would cut off a giant’s head at one blow; and now a new thought came into Billy’s head, by what name to call his sword, because it was proper for a knight errant’s sword to have a name; but after he had scratched his head a [30] little, it came into his pate and so the sword was cleped* Rosero. Their launces were two pikes, cut in two by the middle; and for other weapons or accoutrements they rested contented till such time their manhood could purchase them better. Ricardo was very importunate to carry a wallet of victuals along with them, but Sir Billy told him it was against the law of arms for knights errant to carry with them any money or victuals, they being to be provided for at every castle they came unto.
It was at that time of the year when these champions set forth, that Ceres had clothed the earth with a rich suit of all sorts of grain, and that the full ears began to humble their flowery tops as in a graceful acknowledgment to thank the husbandman for his painful toil. Now that they might not be seen, they set forth in the night time, when by the next morning at such time as Aurora had opened her purple doors and gave notice of the approach of Titan, they were gotten from home the space of twelve miles, not minding whether they went, but only so that they went forwards. It happened that in their way was a field of standing wheat in which the owner had placed a great [31] scarecrow upon a pole to frighten the birds from eating his corn; this being placed of a good height, and being of as terrible a shape as they could make it, Billy imagined to be a giant, and therefore with a loud voice thus spoke unto him: “Thou Blanderon, Colebrand, Amarant, Ascapart, or whatever else thy name be, I charge thee to come and humble thyself before the worthy knight errant Sir Billy of Billerecay or look for what my conquering arm shall do unto thee.”p. 31
But seeing the scarecrow returned him no answer, he in a furious mood set spurs to his horse, and with his launce bare the scarecrow to the ground, which in its fall tumbling before his horse, the horse stumbling thereat, came over and over with Sir Billy. In the meantime the farmer and his son who owned this corn chanced to come by, who seeing his wheat thus shamefully spoiled, far more than the birds could have done hurt, taking* up the quarrel of his scarecrow, he with a good batoon* laid upon the ribs of Sir Billy, who was scarcely able to stand, being much bruised with the fall of his horse. But Ricardo seeing his master thus roughly handled, thought it was his duty to take his part, and [32] therefore with his piece of pike, which he called a launce, running with his horse furiously at the farmer, and missing of him, with the force which he used pushed himself clear over his horse’s head. The farmer’s son seeing them thus bent upon mischief, and (as he thought) more upon spite to do them an injury, than any skill they had in doing it having a good lusty ashen towel in his hand, he fell a rib roasting of Ricardo, who feeling the blow’s smart, bellowed like a town bull. Sir Billy hearing this loud outcry of his squire, although he was* soundly paid off himself, yet called to Ricardo, and told him it was against the law of arms to ask his enemy mercy.
“What tell you me of arms,” said Ricardo, “when he has so beaten me that I believe I shall never be able again to lift my arms up to my head.”
The farmer and his son, upon these words, stayed their hands, demanding them the reason why they had without any cause given, so trampled upon and spoiled their corn.
“Tell me,” said Sir Billy, “what giant was that I overcame and by what spells and necromantic charms you have caused me and my squire to undergo these blows we have felt? [33] which if you refuse to do, I swear by the river of Styx, and by the honour of all knights errant* that ever were yet in the world, I will make you such an example to posterity that babes unborn, in recounting the miseries of unfortunate people, shall use your names for a memorial.”
The farmer and his son by his discourse judged him to be frantic, and therefore expecting no other satisfaction for their corn but what they shall have by beating them, began afresh to bastinado them so that Ricardo cried out: “Murder, Murder.” But Sir Billy thinking it all to be done by enchantment, took it very patiently. At length, the old man having more compassion than his son, desisted from striking, and Ricardo seeing a little breathing space, got away as fast as he could, leaving his master to shift for himself, who also getting up his horse as well as his battered body was able and muttering terrible imprecations against necromancers and enchanters, he rode after Ricardo, whom he much blamed for deserting him in such an honourable encounter.
“I cannot tell,” said Ricardo, “but I think in such encounters there is more blows than honour to be gotten, [34] and therefore my counsel* is that we return home again, and leave this work of killing giants and monsters to those who have nothing else to do.”
These words so angered Sir Billy that in a great rage he said:
“Oh thou lump of ignorance, canst thou imagine that honour is to be gotten by lying in bed? No. That is a thing which is to be attained by difficulties and dangers. Did not thou see how I made the giant to fall before my victorious arm?”
“What giant,” said Ricardo. “I saw nothing but only a scarecrow, and would to God it had stood there still although it had been the strongest giant that ever was made to scare away birds.” p. 32
“This,” said Sir Billy, “comes by thy ignorance in books of chivalry, I tell thee that which thou tookest for a scarecrow was the tall and terrible giant Blanderon; but these things are done by necromancy, and the reason why we suffered these blows, in this first encounter, was because I have not received the order of knighthood, for in all books of chivalry whatsoever, we never do read that ever any giant did beat a knight errant, but that always the knight did beat the giant. And therefore I am resolved, [35] that at the first castle I come to, I will request to be made a knight by the lord thereof; which is a thing that ought not to be denied to those who have sworn themselves true sons of Mars, and spend their blood in relieving distressed ladies, and those that are oppressed.”
Ricardo was very hard to be persuaded (for it was then about the time when mortals used to break their fasts, and his custom used to be rather to neglect his work than the satisfying of his stomach) had not the great hopes of his master’s being suddenly knighted, and the entertainment he should have at the next castle diverted him. And to see that Fortune is sometimes favourable to knights errant, they had not ridden* long before they came to a sumptuous building, wherein lived an ancient esquire, who kept a very bountiful house, and courteously entertained strangers that came to him. Thither rode* Sir Billy and his squire, and meeting one of the servants in the yard, asked him if the lord of the castle was within? The servant stared upon them, seeing them so ridiculously habited, and seeing Sir Billy have on some pieces of armour, which he had never seen before, but only such as hung [36] up in his master’s hall.
“I tell you,” said he, “this is no castle nor is my master any lord, save only that he is lord of the manor.
“I perceive,” said Sir Billy, “that thou are ignorant of what belongth to knights errant, and therefore go tell thy master that the most heroic and invincible knight, Sir Billy of Billerecay, would confer with him.”
“Tell me then,” quoth* the fellow, “how long thou and the springald* that tends on thee have been come out of Bedlam, and perhaps I may acquaint him with your being here, else may my master be angry with me, for of all scents, he loves not that which comes out of Bedlam.”
These words put Sir Billy in a great rage, drawing out his Morglay and brandishing it about his head, that he looked like the picture of St. George fighting with the dragon. The fellow seeing him draw out his killing iron, knowing it to be dangerous meddling with edge tools, told him he would presently acquaint his master.
“But Sir,” said he, “my memory is bad, and therefore I must intreat you once more to tell me your name.”
“I tell thee,” said Billy, “it is the victorious knight errant, Sir Billy of Billerecay.”
“A killing name, and a killing look,” said the [37] fellow, “I doubt my master will be afraid, but yet for my own safety I will adventure to tell him.”
So going into the house, he found him discoursing with gentlemen, to whom he said: “Sir, there is without* the vincible knight, Sir Billy of Billerecay, desires to confute with ye.” p. 33
The gentleman laughing at his simplicity, looked out to see what great Don this same should be. But when they saw two such antics, clad in patches of armour like Mars his pettitoes*, they could not contain, but were ready to burst with laughter at such a ridiculous sight. And therefore expecting to find rare sport in their conversation, they went all forth to give him entertainment, whom Sir Billy accosted in this manner:
“Sir, I am one, who for the public good have taken upon me the exercise of arms, for to revive the honour of knight errantry, which too long hath lain neglected in the world, to the great prejudice of distressed damsels, wronged ladies, and captived* knights; and now* since the world has been pestered with giants, monsters, and enchanters, there is none [who] can be ignorant, and which I and my squire felt to our cost but very lately; for [38] encountering with a terrible giant, notwithstanding I gave him a total overthrow, yet were we set upon by two wicked necromancers, who by their cursed magic art gave us many terrible blows, which we were not able to withstand, and as I conceive the reason is for that as yet I have not received the order of knighthood, my request therefore is that since I have devoted myself to the public good, I may be kindly entertained in this castle, and that the lord thereof will dub me knight, according to the rules of that heroic order of knights errant.”
The good old squire hearing Sir Billy’s oration, could not choose but smile, and being one of a pleasant disposition, he resolved to sooth him up in his fancy, thereby to make himself and the gentlemen his friends the better sport, therefore fixing eyes on Sir Billy, with a grave countenance thus spoke to him:
“How highly your noble resolution is to be commended, I want words for to express, sure you imitate the arts of the valiant Hercules, whose labours were for the suppressing of tyrants and righting such persons as were wronged. Know then, sir, you are very welcome to our castle, and for the order of knighthood, we shall take such a course that you shall not go without it, lest the world should be destitute of those many successes which are destined to your victorious arm.”
These words were very pleasing to Sir Billy, but much more to Ricardo, who now was in good hopes of recruiting his wambling* belly, which wanted the usual mess of porridge that he used to have for his breakfast before he went to plough; therefore, alighting off their horses and committing them to the care of one of the servants, they walked in with the gentlemen and were by the master of the house kindly entertained. But it would have made a horse break his bridle with laughter to see how the young knight errant and his squire were put to their shifts in getting off their armour, which after some difficulty they accomplished, and were as soon complemented by the gentlemen there present. Sir Billy returned them the like civilities, but with as many absurdities as a citizen at court, or as a clown at a dancing school.
After some little discourse, the gentleman of the house invited Billy and his squire to take a repast of victuals [39] provided for them, which was courteously accepted by Sir Billy, but especially by Ricardo, whose barking stomach cried aloud for a supply. The gentlemen there present desired excuse to sit down with them, but with great admiration beheld how the knight and his squire laid about them in this teeth-encounter; more valiant, and far more fortunate therein, than in the encounter with the terrible scarecrow.
After they had sufficiently refreshed themselves, Sir Billy’s teeth now lying idle, his tongue having free liberty to speak, he began his speech in this wise:p. 34
“There is no undertaking* whatsoever so honourable and necessary to mankind as this of knight errantry; were it not for them, how would giants and monsters overcome each country, destroying all with rapine and violence. It is the knights’ errant unconquered arms that deliver distressed knights and ladies from their imprisonment in enchanted castles. Who overcomes magicians and necromancers, putting an end to their devilish enchantments, but only the undaunted prowess of knights errant? Did you ever hear of any dragons, griffins, or sagittaries [41] slain and destroyed but by the invincible valour and matchless magnanimity of knights errant? In brief, they are the avengers of injuries, the righters of wrongs, the supporters of the distressed, the defenders of the peaceable, and quellers* of the riotous. The want of these heroic persons in this last age has been the cause of so many villainies that have been committed, none more able nor more willing to suppress outrages than knights errant. To this honourable function have I therefore devoted myself, beseeching you most mighty monarch of this famous castle, for the consummation of my intended purposes, to bestow on me the honour of knighthood, whereby I may be enabled to perform such feats of arms that babes unborn may read with wonder the valiant acts performed by me.”
The courteous old gentleman hearing his extravagancies, and willing to make some pastime with his folly, as also that his friends might have some jovial divertissement,* he freely granted him his request in these words:
“Most noble youth, in whom appears the early sparks of martial resolutions, who would seek to quench the flames of [42] magnanimity which I see already enkindled in your breast; that were to deprive posterity of the knowledge of your renowned actions, therefore know your request is granted, you performing those services which knights errant are bound to do. Namely, this night to watch your arms and manfully defend them against anyone that should seek to oppose ye, thereby showing yourself worthy of the honour to be conferred on ye, and the next day we shall dub ye knight accordingly.”
Sir Billy thanked him very heartily, undertaking the charge, and performing it most valiantly, as you shall hear in the next chapter.
ilike] arch. Likely.
iiwonted] arch. Usual, accustomed.
iiiJames] Jame’s 1694.
ivposy] arch. Poesy.
vboets] corruption of “poets.”
vivaith] corruption of “faith.”
viinonny-noes] obs. Something unimportant; a mere trifle.
viiiHallidame] corruption of “Holy dame.”
ixcap-à-pie] French borrowing. From head to foot.
xcleped] obs. Called.
xitaking] take 1694.
xiibatoon] arch. A stout staff or stick used as a weapon.
xiiiwas] were 1694, 1699.
xivknights errant] Knight Errants 1694, 1699.
xvcounsel] council 1694, 1699.
xviridden] rid 1694, 1699.
xviirode] rid 1694, 1699.
xviiiquoth] arch. Spoke; said.
xixspringald] rare. A young man.
xxwithout] arch. Outside.
xxipettitoes] rare. A vile or worthless person or thing.
xxiicaptived] arch. Captive.
xxiiinow] how 1694.
xxivwambling] dial. Of the stomach or its contents: to be felt to roll about (in nausea).
xxvundertaking] undertakings 1694, 1699.
xxviquellers] obs. A person who or thing which subdues someone or something.
xxviidivertissements] arch. Recreation, entertainment.