Traducción
Original
Capítulo IX
De cómo Sir Billy se vio obligado a escapar de su desafío. De lo bien que se lo pasó Ricardo en una boda. Del engaño que hizo a un viejo fornicador y de cómo fue en busca de su amo.
Entre los muchos lugares a los que llegó la fama del desafío estaba la ciudad de Billerecay, donde vivía Thomasio, el padre de Sir Billy, quien, al enterarse del desafío de su hijo, decidió ir a buscarlo con una orden judicial para recuperar sus dos caballos y para ver si era posible convertirlo de caballero andante en labrador de nuevo, y de paso hacer castigar con severidad a Ricardo; con tal propósito había conseguido fácilmente una orden del mismo juez al que Ricardo había quitado la botella de vino. Así, armado con más autoridad de la que su hijo tenía como caballero andante, se dirigió directamente a la casa del sabio Frestón, donde habría sorprendido a Sir Billy durmiendo la siesta, si Ricardo por casualidad no lo hubiera oído llegar; pues Thomasio, a quien la edad había hecho perder gentileza, siendo como la mayor parte de los ancianos susceptible y colérico, no dejaba de proferir amenazas sobre lo que les haría, incluso antes de tener la presa en las manos. Con lo que Ricardo, habiéndose enterado de sus intenciones, se propuso frustrar sus expectativas y, dando aviso de ello a su amo Billy, logró que escapara rápidamente y él se quedó allí para ver lo que ocurría, sabiendo que, si la situación se complicaba, saldría airoso con la ayuda de su anillo invisible.
Y, de hecho, pronto se dio cuenta de que lo iba a necesitar porque Thomasio, al ver que su hijo Billy se había escapado, decidió que Ricardo pagaría por todo, y así, en virtud de la orden de arresto, lo detuvo y lo amenazó con tantos castigos y tal diversidad de tormentos que, de haberse cumplido, Ricardo habría muerto mil veces. En tal arrebato de ira, lo llevó enseguida ante el sabio Frestón, quien (como ya dijimos antes) era el juez de esos lugares; a quien Thomasio le expuso sus dolorosas quejas: que Ricardo era a la vez ladrón y brujo, que le había robado sus caballos y había llevado a su hijo por el mal camino, y, por lo que imaginaba, lo había quitado de en medio y, por todo ello, quería que fuera castigado duramente.
—Pero, señoría –dijo–, si no tenéis cuidado se os escapará de las manos, porque ha aprendido trucos de abracadabra* durante su vida de caballero granuja, con los que puede hacerse invisible y hacer desaparecer botellas de vino, tal y como hizo ante nuestro juez hace poco; así que lo acuso de brujo y, como tal, ojalá arda en la hoguera hasta que muera.
p. 68A esto Ricardo contestó que él solo había hecho lo que permitían las leyes de la caballería andante según su amo le había enseñado. «¿Acaso», dijo, «habéis leído alguna vez en algún libro de caballerías que los caballeros andantes y sus escuderos vayan a pie en busca de aventuras?». Si su amo necesitaba caballos, ¿quién podría proporcionárselos mejor que su padre?
—Y además –añadió–, no se nos puede molestar ni importunar por lo que sea que hagamos, puesto que los caballeros andantes no se guían por la ley, y si los caballeros están al margen de la ley, por lógica, sus escuderos lo están también.
Las palabras de Ricardo hicieron reír a todos. Justo en ese mismo momento entró el juez de Billerecay, a quien Ricardo había quitado la botella de vino, quien llegaba atraído por la fama del desafío de Sir Billy. Al verlo entrar, Ricardo pensó que era el momento de escapar, pues se dio cuenta de que revelaría la treta con la que lo había engañado, como en efecto así hizo enseguida con todo detalle; pero lo extraño del asunto no resultó creíble para el sabio Frestón, quien dijo que comprobaría si Ricardo podía hacerle el mismo truco a él, para lo cual ordenó que fueran a buscar tres o cuatro botellas de vino y que las pusieran en la mesa. Ricardo, viendo y oyendo lo que pasaba a su alrededor, pensó que iba siendo hora de entrar en acción, así que se puso el anillo, cogió dos de las botellas y, metiéndolas bajo el abrigo, se marchó llevándoselas tan campante ante el asombro de todos los presentes, especialmente del sabio Frestón, que empezó a pensar entonces que Ricardo y su amo en lugar de dos tipos simples eran un par de astutos granujas.
Aunque Ricardo se alejó riéndose con su botín, estaba pesaroso temiendo las consecuencias de lo que había hecho; pues, aunque confiaba totalmente en su anillo invisible como protección infalible para casos extremos, habiendo escuchado cómo Thomasio lo había acusado vehementemente de brujo, si lo cogían desprevenido antes de ponerse el anillo, se lo quitarían y le imputarían todos sus delitos pasados, especialmente el último, el haber engañado a la persona que los había tratado tan bien; pues ahora se daba cuenta de que, a pesar de todas las fanfarronadas de su amo sobre conquistas de castillos e ínsulas, el único beneficio que probablemente iban a conseguir sería la cárcel. Así que decidió no exponerse a ningún peligro más de lo necesario y se dejó el anillo puesto hasta que hubo recorrido muchas millas, con lo que evitó que lo apresaran aquellos a los que el sabio Frestón había enviado tras él. Pues estos dos jueces, tras su partida, viendo cómo los había engañado, habían enviado tanto caballos como hombres para capturarlo; a algunos de los cuales Ricardo los vio pasar preguntando a todos los que encontraban si lo habían visto. Y entonces se le ocurrió una idea para que dejaran de perseguirlo, que fue la que sigue.
Se puso detrás de un roble y, haciendo un ruido espantoso, como si mezclara el graznar de los cuervos, el mugido de los toros y el rebuzno de los asnos, hizo que todos se pararan sorprendidos al escucharlo y, habiendo conseguido tenerlos así a todos juntos y en vilo, con un fuerte bramido dijo lo siguiente:
—Soy el roble que los antiguos consagraban a Júpiter65, en cuyo nombre os ordeno que no persigáis a Ricardo, escudero del invencible caballero en armas, Sir Billy de Billerecay, pues está bajo nuestra protección y aquel que le haga el más mínimo daño sufrirá nuestra tremenda venganza.
p. 69Los mensajeros, al escuchar tan terrible voz y no ver a nadie a pesar de haber dado vueltas al roble dos o tres veces, quedaron maravillados y estupefactos sin saber qué hacer; y, como no había entre ellos ningún caballero andante (que no temen al peligro, sino que son temerarios en todos sus actos), decidieron volverse, pues habían tenido suficiente con la amenaza de la voz que habían escuchado. Al verlo, Ricardo se estuvo riendo de aquellos hijos del miedo, semejantes a hombres que temieran a las espadas que ellos mismos llevaban y se asustaran con el choque de sus propias armaduras.
Mientras estos mensajeros se volvían con la inútil excusa de no haber podido cumplir la orden, Ricardo siguió su camino, aunque dando muchas vueltas a las ideas que le rondaban la cabeza sobre qué hacer con su vida: si ir a buscar a su amo Billy y seguir como escudero andante, o vivir a costa del anillo invisible. Al fin decidió ir en busca de su amo, sabiendo que sus necesidades eran tan grandes que sin su ayuda no sería capaz de sobrellevarlas y que, además, sin caballo ni armadura, Sir Billy no iba a parecer (al menos en público) un caballero andante, y ni él ni su escudero serían admitidos en los lugares a donde fueran.
Mientras iba de camino (echando un trago de la botella de vez en cuando para animarse) se encontró a un violinista que iba a tocar a una boda en el pueblo cercano, al que Ricardo se unió y, para hacer su compañía más grata durante el camino, se sentaron bajo un viejo roble, cuyas ramas enormes los protegían del calor de los rayos ardientes del sol, que con sus bucles orientales vertía un radiante lustre sobre el mundo, y allí apuraron lo que quedaba en las dos botellas; y, con el ánimo fortalecido por el vino generoso, continuaron alegremente hasta llegar a la casa donde se celebraba la boda.
Allí el novio y la novia acogieron de buena gana a Ricardo y, habiéndose reunido mucha gente, hubo música de violín, baile, canciones, besos y juegos, lo cual animó a Ricardo de tal manera que olvidó tanto el susto del juez Frestón como la situación en la que su amo Billy podría estar, pues las amorosas sonrisas y los besos perfumados de aquellas mozas de campo le resultaban tan tentadores que, en su compañía, creía estar en los Campos Elíseos66. La pareja nupcial se dirigió entonces a la iglesia para atar con la lengua el nudo que después no iban a poder desatar ni con los dientes. Llevaban violinistas tocando por delante y todo el camino hasta allí estaba cubierto de flores, aunque con el tiempo las ortigas puede que fueran más apropiadas.
En la mayor parte de Essex (donde se celebraba esta boda) es costumbre cuando se casa la gente pobre reunir a muchas personas* y recoger dinero, lo que llaman una cena de bodas a la que invitan a todo el que quiera aparecer*. Después de la cena, a petición del violinista, que hace oír su voz como un pregonero, se instala una mesa y la novia se sienta sonriente en un extremo, con el novio al lado y de pie con una sábana blanca sobre sus hombros, como si hiciera penitencia por la locura que acaba de cometer ese día, mientras que los invitados, como soldados de la milicia rural, desfilan ante la novia, presentan armas (su dinero) y se dan la vuelta.
Una vez que esta ofrenda ha terminado, se pone sobre la mesa un par de guantes monstruosamente adornados con cintas y, como en una subasta, se ofrecen a la venta al mejor postor, y el afortunado que los consigue se lleva de paso un beso de la novia, que a veces no tiene mucho valor porque su aliento no resulta tan dulce como el aroma de sus guantes.
p. 70Ricardo, al que aún le quedaba algo del dinero que le había quitado al usurero, se mostró muy desprendido en esta boda y muy generoso con los besos a las criadas, dos cosas con las que se ganó la simpatía de todos. Los efluvios de la cerveza empezaron entonces a hacer efecto y cada Coridón eligió a su moza para confraternizar67. Entre ellos, un viejo soltero, cuya cabeza estaba cubierta por un vellón de canas y del que cualquiera habría pensado que no tenía sino hielo en las venas y la tierra esperándolo, había cogido en brazos a una robusta moza, joven como el amanecer, y la abrazaba y besaba como si sus labios fueran un festín permanente. Ricardo contempló esto con ojo envidioso y, pensando que era injusto que enero y mayo estuvieran así unidos, decidió romper tal conjunción y, poniéndose el anillo invisible, se sentó cerca para escuchar su charla. Sin ser visto pudo oír cómo el viejo sátiro daba grandes muestras de su enorme afecto por ella, adornándolo todo con palabras de amor, aunque sus pensamientos eran tan lujuriosos y tan libidinosos como los de un chivo. La moza, una buena pieza bien entrenada en la escuela de Venus, parecía rechazarlo primero con palabras tímidas para después atraerlo de nuevo con sonrisa halagadora. Él, viendo que las palabras no eran suficientes para derribar la fortaleza de su supuesta castidad, le hacía promesas doradas, recordando lo que había leído del poeta:
Y no menos debiera Júpiter al oro
cuando él mismo se transformó en soborno,
¿quién puede culpar a Danae o a la torre de metal
por la lluvia todopoderosa no poder frenar?
Nunca hasta entonces había Júpiter por amor tomado
un aspecto más brillante y noble que ese dorado68.
¡Oh, poderosa retórica de una lengua de oro! Sus dones convencen a la damisela y accede al encuentro en privado. Si caste non caute*, acuerdan un lugar conveniente y él, encendido, no admitirá demora. Ricardo escuchó toda la conversación y los siguió tan de cerca como la sombra sigue al sol, hasta que llegaron al lugar acordado. Empezó allí entonces una nueva discusión entre ellos porque la moza, que había tenido anteriormente malas experiencias, no iba a hacer nada hasta tener el dinero en mano, por lo que el viejo lascivo le pagó veinte chelines como precio acordado que la moza, muy cautelosa en sus tratos, quiso contar; mientras lo hacía, Ricardo lo agarró y, arrebatándoselo de las manos, dijo bramando estas palabras:
¡Tú, pícara y puta, debes venir conmigo
inmediatamente al limbo!
Estas palabras los dejaron paralizados de miedo, de modo que, en lugar de calenturas amorosas, un sudor frío les recorrió el cuerpo tembloroso; el susto repentino les dejó los pelos de punta y de ahí les bajó a los talones; el miedo puso alas a sus pies y en un instante desaparecieron. Ricardo se alegró al verlos huir, pues el sátiro se había dejado el abrigo y ella un pañuelo, a lo que sumó el dinero que acababa de conseguir, de modo que ahora se creyó bien compensado por lo que se había gastado en la boda, y eso sin contar el placer que le había dado gastar su dinero, con lo cual decidió continuar su viaje. Dónde y cómo encontró a su amo y qué le había ocurrido a Sir Billy tras separarse de Ricardo se relatará en el próximo capítulo.
iEn el original, «hocus pocus tricks». Hocus Pocus era una fórmula mágica usada para conjuros desde el siglo XVII, y también se usaba como nombre común o apodo (Hocus Pocus, Hocas Pocas, Hiccius Doccius o Hictious Doctius) para designar a un mago, juglar o bufón. Precisamente como apodo lo vuelve a utilizar Wisntanley más adelante en el capítulo XIV.
iiEn el original, «dog-hanging», expresión que designa a la reunión de un tumulto de gente. El Oxford English Dictionary indica que el ahorcamiento público de perros dio lugar a la frase «whose dog is hanging?» (¿de quién es el perro ahorcado?) con el sentido de ‘¿por qué tanto alboroto?’. Se utilizó en áreas como Essex o Derbyshire para describir aglomeraciones, fiestas o espectáculos hasta bien avanzado el siglo XX.
iiiEn el original, «they invite tag and rag», una expression común en los siglos XVI y XVII, usada generalmente en tono peyorativo para referirse a un grupo o tumulto de gente vulgar y ruidosa. También puede encontrarse como ragtag o ragtag and bobtail.
ivSe mantiene la expresión latina «et si non caste, tum caute» (y si no castamente, al menos cautamente) que también tiene otras versiones diferentes («Si non caste et tamen caute» o «Si non caste, saltem caute»).
65.Suprema deidad en la mitología latina, considerado dios del cielo y del resto de los dioses.
66.En la mitología griega, el Elíseo (en el original «Elizium») o Campos Elíseos es el lugar del Hades donde llegaban las almas que habían tenido buen comportamiento en la vida, por tanto, un lugar de felicidad plena y de buen tiempo continuado.
67.Coridón es un nombre utilizado para referirse a un pastor, ya que suele aparecer en églogas, poemas y obras del género pastoril en general.
68.Se trata del poema «The Miser’s Speech; in a Mask» del poeta Edmund Waller, cuyos primeros poemas aparecieron en 1645 («On a Girdle» y «Go, Lovely Rose»), y más tarde otros como «Instructions to a Painter» en 1666, o «Of the Last Verses in the Book» y Divine Poems en 1685. También escribió homenajes poéticos a Oliver Cromwell (1655) y a Carlos II. Este fragmento hace alusión a la famosa escena en la que Zeus, prendado de la bella joven Dánae, logra penetrar en forma de lluvia de oro en la torre de metal donde Acrisio, rey de Argos y padre de Dánae, la había encerrado. El oráculo de Delfos había predicho que el hijo de Dánae lo mataría. Fruto de la relación entre Zeus y Dánae nacería Perseo, que mataría a su abuelo, cumpliéndose el pronóstico del oráculo.
Chapter IX
How Sir Billy was forced to run from his challenge. The mirth Ricardo had at
a wedding. What a trick he served an old fornicator, and how he went in pursuit of
his master.
Amongst other places whether the fame of this challenge did spread was the town of Billerecay, wherein dwelt Thomasio the father of Sir Billy, who hearing of his son’s challenge, resolved to encounter him with a justice’s warrant for the recovery of his two horses, and if it were possible to change his son from a knight errant to a plough man again, and withal threatening to have Ricardo severely punished; to which purpose he easily obtained a warrant of the same justice from whom Ricardo before had taken away the bottle of wine. And being thus armed with better authority than his son had for his knight errantry, he took his way directly to the Sage Freston’s, where he would have taken* Sir Billy napping, had not Ricardo by chance heard of his coming; for Thomasio, whom age had brought to the downfall [127] of his mellow years, being, as most old men are, very touchy and choleric, could not forbear to give out threatening words what he would do unto them, before he had gotten his prey into his hand. Wherefore Ricardo having notice of his intent, was minded to frustrate his expectation, and giving his master Billy notice thereof, he speedily packed him away, himself staying behind to see what would be the event thereof, not doubting when the worst came, to come off well enough by the help of his invisible ring.
And indeed he quickly found himself to have need of such help, for Thomasio finding his son Billy to have escaped his hands, resolved Ricardo should pay for all and so by virtue of his warrant seized upon him threatening him with so many punishments and such diversity of torments, that if words would have done it, Ricardo would have died* a thousand deaths. In this passion he was hurried before the Sage Freston, who (as we told you before), was justice of those parts; to whom Thomasio made a grievous complaint, how that Ricardo was both a thief and a conjurer, that he had stolen his horses, and enticed away his son, and for ought he knew made him away, and therefore [128] desired he might be severely punished.
“But sir,” said he, “if you have not a care he will escape your hands, for he has learned hocus pocus tricks during his knight rascality, by which he can make himself and bottles of wine to become invisible, as he served our justice not long ago, and therefore I do accuse him for a witch, and that as a witch he may be burned to death at a stake.”p. 68
To this Ricardo answered that he had done nothing but what was warrantable by the laws of knight errantry according as his master had informed him. “For,” said he, “did you ever read in any books of chivalry that knights errant and their squires went about to seek out adventures on foot?” And therefore, since his master must have horses, who could furnish him better than his father?
“Nor are we,” said he, “to be troubled or molested for whatsoever we do, since knights errant are lawless, and if the knights be lawless, by consequence the squires are lawless too.”
Ricardo’s words made the whole company to laugh; when in the very nick of time came the justice of Billerecay, from whom Ricardo had taken the bottle of wine, invited thither by the fame of [129] Sir Billy’s challenge. Ricardo seeing him come, thought it was time to be gone, thinking he would disclose the trick he had shown him, which indeed he quickly did in all its circumstances; but the strangeness of the thing could gain no credence with the Sage Freston, who said he would try if he could serve him such a trick; and thereupon commanded three or four bottles of sack to be fetched and set on the table; Ricardo seeing and hearing all that* was done, thought it now high time to act his part and thereupon slipping on his ring, he seizes upon two of the bottles, and clapping them under his coat, marched cleverly away with them to the astonishment of all there present, especially to the Sage Freston, who now began to think that Ricardo and his master, instead of two simple fellows, were a couple of crafty knaves.
But notwithstanding Ricardo went away laughing with his booty, yet was his heart sorrowful, as dreading what would be the effects of that which they had done; for though he put great confidence in his invisible ring as a sure protection for him in all his extremities, yet hearing how vehemently old [130] Thomasio had accused him of* witchcraft and that if he should be taken unawares before he could put the ring on his finger, it might be taken from him, and all his forepassed actions laid to his charge; which last he had committed he thought would be none of the least in abusing him by whom they had been so kindly entertained; for now he perceived that, notwithstanding all his master’s brags of conquering castles and islands, the purchase they were likeliest to get was only a jail. He therefore resolved not to expose himself to any danger more than needs must, and to that purpose kept the ring on his finger until he travelled many miles, whereby he prevented his being taken by those which the Sage Freston had sent after him. For these two justices after his departure, seeing how they were deluded, had sent both horse and man to take him; some of which Ricardo saw pass by him, enquiring of everyone they met after such a person. When a new project came into Ricardo’s head to make them leave off their pursuit, which was this.
He gets behind an oak, and making a hideous noise, as it were the croaking of ravens, bellowing of bulls, and [131] braying of asses mixed together, which made them all stand still as amazed at what they heard; and having gotten them so together, with a loud bellowing voice thus he said:
“I am the oak which the ancients of old consecrated to Jupiter, in whose name I straitly* charge ye to pursue no further after Ricardo squire to the invincible knight at arms Sir Billy of Billerecay, seeing he is one whom we have taken into our safe protection, and whosoever shall offer him the least injury, we shall be severely revenged on him.”p. 69
The messengers hearing such a hideous voice, and seeing no person, notwithstanding they rounded the oak tree twice or thrice about, were wonderfully amazed, not knowing what to do; and there being never a knight errant among them (which fear no danger, but are foolhardy in all attempts), they thereupon concluded to return home, as being sufficiently warranted by the voice which they heard, which when Ricardo saw, he laughed heartily to himself at those sons of fear, as men who were afraid of the swords which themselves wore, and affrighted at the clashing of their own armour.
[132] The messengers thus returning homewards with a sleeveless excuse of a fruitless arrand, Ricardo passed on his way, but still diversity of thoughts perplexed his mind, what course of life to take; whether to seek out his master Billy and pursue squire errantry, or to live by the shifts of his invisible ring. At last he resolved with himself to go to his master, knowing his necessities to be so great that without his help he was not able to support them, having left behind him both his horse and armour, by which he appeared (at least in show) not like a knight errant, and therefore neither he nor his squire acceptable to those places whether they should come.
Now as he travelled along (often taking a sup of the bottle to cheer his heart), he overtook a fiddler who was going to play at a wedding at the next village, with whom Ricardo consorted and to endear his company the more, as they went, sitting down under an aged oak, whose spreading boughs sheltered them from the heat of Sol’s burning rays, which with his orient tresses cast a radiant lustre over the world, there they emptied the remainder [133] of the two bottles; and now having their spirits heightened with the generous wine, they went merrily on till they came to the house where the wedding was kept.
Here the bridegroom and bride entertained Ricardo right heartily, and a great company being met together, there was fiddling, dancing, singing, kissing and playing, which so delighted the heart of Ricardo that now he forgot both the affrightment* of the justice Freston, and also the necessity which his master Billy might be in, for the amorous smiles and odoriferous kisses of those country wenches were such enticing charms unto Ricardo that he thought himself in Elysium being in their company. And now the nuptial couple were going to church to tie that knot with their tongues which afterwards they could not untie with their teeth; having the fiddlers playing before them, and all the way thither strowed with rushes, though afterwards nettles might more properly serve the turn.
Now in most parts of Essex (where this wedding was kept) it is a common custom when poor people marry, to make a kind of a dog hanging,* or money [134] gathering, which they call a "wedding dinner", to which they invite tag and rag,* all that will come; where after dinner upon summons on the fiddler, who sets forth his voice like a town crier, a table being set forth, and the bride set simpering at the upper end of it; the bridegroom standing by with a white sheet overthwart* his shoulders, as if he did penance for the folly he had committed that day; whilst* the people invited to it, like the soldiers of a country train band, march up to the bride, present (their money), and wheel about.
After this offering is over, then is a pair of gloves laid on the table, most monstrously bedaubed about with riband* which by way of auction is set to sale at who gives most, and he whose hap* is for to have them, shall withal have a kiss of the bride, which many times is not much worth, because her breath is not sweet scented as her gloves.p. 70
Ricardo who had some money still left of that which he had taken from the usurer, was very liberal at this wedding and very bountiful amongst the maids of the kisses, two things which endeared him very much to their company. And now the juice of the malt began to work [135] their crowns, and every Corydon had selected his lass to confer with. Amongst the rest an ancient bachelor, whose head was covered with a hoary fleece and whom one would have thought to have had nothing but ice in his veins, and earth in his village, had gotten in his arms a brisk lass, as youthful as the early day, hugging and kissing her, as if he meant to make a perpetual feast of her lips. Ricardo beheld this with and envious eye, and thinking it unequal that January and May should so twine together, he resolved to hinder their conjunction and to that end having put on his invisible ring, sat down close by them to hear their discourse, where unperceived he could hear the old lecher* make great asseverations of his affection to her, colouring all under the notion of love, although his thoughts were as lustful and as libidinous as a goat. The wench a crafty baggage, one well skilled in Venus’ school, seemed with some coy words to push him away from her and then with a flattering smile to allure him again. He seeing his words not prevalent enough to batter the fort of her supposed chastity, gave her golden promises, remembering what he had read in the poet:
[136] Nor less may Jupiter to gold ascribe,
For when he turned himself into a bribe,
Who can blame Danae or the brazen tower,
That they withstood not the almighty shower.
Never till then did love make Jove put on,
A form more bright and noble than his own.
Oh the powerful oratory of a golden tongue, his gifts prevails with the damsel, she consents so it may be done privately. Si caste non caute, a fit place they agree upon; and he being hot upon the spur, will admit of no delay. Ricardo heard all their discourse and followed them as close as the shadow doth the sun, until they came to the place appointed. And now a new parley began betwixt them for the wench belike* having had false dealings before, would do nothing without money in hand, with that the old lecher told her out twenty shillings being the price agreed on betwixt them which the wench, very weary in her bargaining, would likewise tell over if it were right; which whilst she was doing, Ricardo laid hold of it, and snatching it out of her hands, bellowed forth the words:
Thou rogue and whore must go with me,
Away to limbo presently.
These words struck them into a panic fear, so that instead of an amorous heat, a chilling sweat overrun their trembling joints, and a sudden amazement made their hair to stand an end; whereupon they betook them to their heels, and fear, adding wings to their feet, in an instant they were out of sight. Ricardo was well pleased with their flight, he leaving behind him his cloak, and she her scarf, besides the money he had gotten before, so that now he thought himself well satisfied for what he had spent at the wedding, besides the pleasure he had in spending his money; whereupon he resolved to proceed on in his journey; where how he found his master, and what befell* Sir Billy after his parting from him, shall be declared in the next chapter.
iwould have taken] had taken 1694, 1699.
iiwould have died] had died 1694, 1699.
iiithat] what 1694, 1699.
ivof] for 1694, 1699.
vstraitly] obs. Urgently.
viAffrightment] arch. Fright, sudden fear or alarm.
viidog hanging] hist. English regional (formerly in Essex). A wedding feast held to collect money for the bride.
viiitag and rag] Depreciative. All the components of the masses or those of lower social status; a gathering of people held in low esteem.
ixoverthwart] obs. To pass or lie across; to cross, traverse.
xwhilst] obs. Meanwhile.
xiriband] arch. Ribbon.
xiihap] arch. Chance, fortune, luck.
xiiilecher] arch. Man immoderately given to sexual indulgence; a lewd or grossly unchaste man.
xivbelike] arch. Probably, possibly.
xvbefell] arch. Happened.