Traducción
Original
Capítulo XII
La poca fortuna de Sir Billy en su aventura con los vendedores ambulantes. De cómo fue rescatado por Ricardo gracias a su anillo invisible, con otras cosas que sucedieron.
Sir Billy, viendo tantas casetas y puestos y una gran multitud de gente entre ellos, avisó a Ricardo diciéndole:
—Mi más fiel escudero, partícipe de todos mis cuitas y aventuras, estamos a punto de alcanzar el honor, el legado de la fama, ese gran compromiso con las grandes causas que salvarán nuestros nombres de las sombrías leyes de la tiránica tumba. Observa pues que este es el campamento de ese malvado monstruo, el cruel príncipe pagano Brontes, que con un ejército de soldados facinerosos anda por el mundo robando y destruyendo todo a donde quiera que va. Ha llegado el momento en que mi brazo invencible ponga fin a todas sus maldades; es ahora la ocasión señalada para acabar con sus designios malditos y para que se erija una pirámide de elogios sobre mi persona por destruir tal cría de insolente alimaña. Así que, Ricardo, quédate aquí como espectador de mis valerosas actuaciones.
Y, con ello, lanza en ristre, hizo ademán de arrojarse contra la multitud. Al verlo Ricardo, con una voz tan potente como los bramidos de las vendedoras de ostras de Billingsgate76, gritó:
—¡Ay, desgraciado sin jucio! Mirad que no son un ejército de paganos, sino hombres muy cristianos, sí, tan cristianos como los de nuestra propia parroquia. Os digo, confundido amo mío, que es una feria, y una feria como la que celebran los vendedores ambulantes en nuestra ciudad de Billerecay el 22 de julio.
Pero Sir Billy, que creía que todo era como había leído en sus libros de caballerías, no atendió a razón alguna, sino que clavó las espuelas a Belerofonte y, como si tuviera alas, se lanzó a la carrera hacia la feria y derribó al instante dos o tres puestos de vendedores ambulantes.
—Viles malhechores –exclamó–, vuestra maldad hace gemir a la Tierra con su peso; para vosotros los asesinatos no son sino actos de firmeza y las traiciones asuntos sin importancia. Ahora la sangre en mis venas se regocija ante la venganza de vuestras fechorías, pues enviaré tantas de vuestras almas a la morada oscura de Plutón que harán sudar a Caronte cuando os lleve por el río Estigia77.
p. 84Los vendedores ambulantes que habían sido víctimas de la aventura de Sir Billy, al escuchar sus terribles amenazas y viendo el desastre que había causado, decidieron que lo mejor era pasar a la acción y, cogiendo algunas estacas de los restos que habían quedado de los puestos, atacaron a Sir Billy por todos lados, unos por delante y otros por detrás, hasta que al final derribaron al caballero andante, quien quedó luchando por su vida bajo las patas de su caballo. Empezaron después a recoger sus mercancías esparcidas sin orden por el suelo. Aquí un paquete de birimbaos bastante desafinados78, allá muñecos, sonajeros, copas, cajas, botín todo del valeroso Sir Billy, que entretanto yacía desmayado.
Mientras esto ocurría, Ricardo, para ver en qué quedaba la aventura de su amo, habiendo dejado el caballo atado, se había puesto el anillo invisible y, siguiéndolo, vio todo lo ocurrido, lo que hizo que casi se le quitaran las ganas de seguir en pos de la caballería andante. Sin embargo, para no dejar a su amo en tan lastimoso estado, mientras los vendedores ambulantes estaban ocupados recogiendo sus bienes, se acercó y lo sacó de entre las patas del caballo, donde yacía tan sin sentido como el que le faltó al acometer su aventura, con la cabeza abierta, y sin duda los sesos, si hubiera tenido alguno, se le habrían salido del cráneo.
Una vez que hubo sacado a su amo de entre las patas del caballo, Ricardo lo cubrió con su propia capa y así se lo llevó sin que lo vieran. Cuando volvió a buscar su caballo, vio que los vendedores ambulantes lo habían cogido pues, habiendo guardado sus bienes por miedo a que otros igual de granujas que tonto era él pudieran robarlos, y sin haber encontado al amo por ningún sitio, se habían apoderado de su caballo, decidiendo que así repararían el daño que habían sufrido. Ricardo, al ver esto y darse cuenta de sus intenciones, decidió que no se saldrían con la suya y, como tenía puesto el anillo invisible y llevaba un buen garrote en la mano, golpeó al que tenía agarrado el caballo, quien, al sentirlo y sin saber de dónde venía el golpe, con el mismo afán golpeó a otro y ese otro a un cuarto, de modo que, en un momento, otros se unieron y seis o siete de ellos estaban peleando. Mientras se producía ese juego de puñetazos, Ricardo se alejó con el caballo y, una vez que se hubieron atizado de lo lindo, sin saber muy bien por qué había empezado la pelea, pararon y se pusieron a buscar el caballo del que todos querían sacar tajada y, viendo que se había ido como su amo, cada uno pensó que el otro se lo había llevado, por lo que surgió una nueva pelea y pasaron de las palabras a los golpes con más brío y ganas que antes.
Pero el caso no resultó tan trágico para ellos como para Ricardo, quien, volviendo con el caballo donde estaba su amo, lo encontró sin sentido ni movimiento, como alguien ya listo para la funeraria, preparado para la mortaja y para meterlo en la tumba. Viéndolo en ese estado, Ricardo estaba desesperado, sin saber qué hacer ni dónde llevarlo, pues su amo, queriendo desfacer entuertos, había cometido tantos que apenas les quedaba ningún lugar seguro al que poder ir.
p. 85En esta penosa situación, mientras rumiaba sobre lo que debía hacer, se acercó un anciano de pelo canoso, uno cuya fortuna estaba tan gastada como la ropa que llevaba, en resumen, un mendigo cuyas necesidades diarias lo llevaban de un sitio a otro buscando socorro. Oyendo las quejas de Ricardo y creyendo que su amo sería un salteador de caminos y que, por lo tanto, estaría buscando un lugar para recuperarse, le dijo a Ricardo que, si lo acompañaba, lo llevaría a un establecimiento que respondía a lo que necesitaban, un sitio que, al estar tapado por árboles frondosos y altos, era invisible a los rayos del sol y estaba escondido del resplandor de las brillantes estrellas. Ricardo escuchó esta propuesta como una voz celestial y, agradeciéndoselo mucho, aceptó la oferta; de modo que, montando a Sir Billy en el caballo por miedo a que los persiguieran, se marcharon rápidamente y, guiados por las indicaciones del anciano, llegaron a un lugar donde parecía que habitaba la mismísima soledad, pues estaba en medio de una arboleda, de setos frondosos y arbustos; allí entraron en una cabaña que servía para acoger a mendigos, pordioseros y tal tipo de gente, donde se gastan las pocas monedas que consiguen mendigando y se reúnen en ciertas épocas del año. A esta lujosa mansión llevaron al invencible caballero en armas, Sir Billy de Billerecay, donde, tras bajarlo del caballo, tumbaron en una cama a quien, durante todo este tiempo, yacía como si su alma hubiera abandonado su cuerpo. Como Ricardo preguntaba por un médico, este viejo mendigo, que era hábil fingiendo llagas y simulando ampollas en las piernas para despertar la compasión de la gente, y aún más curándolas de nuevo, se ofreció de buena gana a curar a Sir Billy; y, habiéndole suministrado una pequeña dosis de cierta sustancia, nuestro caballero, como si se hubiera despertado de un sueño, empezó a abrir los ojos y, tras dos o tres bostezos, estirando las piernas y exhalando un profundo suspiro, dijo:
—No penséis, paganos engreídos, que, aunque me hayáis tirado del caballo, me habéis derrotado. Ningún encantamiento mágico vuestro puede intimidar mi valor o hacer que me arrepienta de enfrentarme a vosotros.
Al volver la cara, descubrió al viejo mendigo, al que para poder indentificarlo llamaremos Gerión79.
—Y tú, maldito príncipe Brontes –le dijo–, que eres el responsable de esta diabólica derrota, ahora tu maldad se volverá contra ti y el castigo que te impondré será tan terrible que los aún no nacidos todavía temblarán al oírlo.
Ricardo, oyendo a su amo hablar de esa manera tan disparatada, empezó a pensar que todas sus pretensiones sobre la caballería andante no eran más que una farsa y que, aunque lo habían recibido y agasajado en algunas mansiones de caballeros como tal, había sido más para reírse de él, sin que nada de ello hubiese sido real. Así que sus esperanzas de ser gobernador de alguna ínsula famosa empezaron a desvanecerse hasta convertirse en nada y, viendo que su amo seguía con su extravagante discurso, lo interrumpió:
—Creo, Sir Billy, que hubiera sido mejor que os hubierais quedado en casa cuidando de las ovejas de vuestro padre y yo en su granero trillando maíz en vez de andar por el mundo como vagabundos, buscando hazañas imposibles y soñando con encontrar castillos en el aire, porque hasta ahora no hemos hecho más que eso y nuestra única ganancia ha sido recibir golpes, palos y bastonazos, en lugar de coronas, reinos o principados.
Sir Billy, volviéndose a él tanto como su magullado cuerpo le permitía, le dijo:
p. 86—Amigo Ricardo, hablas como un ignorante en lo concerniente a las armas y por eso voy a tener paciencia contigo. ¡Oh, si aquellos dignos caballeros, Sir Huón de Burdeos, Sir Amadís de Gaula, Sir Palmendos, Palmerín de Inglaterra, Palmerín de Olivia u otros renombrados héroes mencionados en los libros de caballería andante estuvieran ahora vivos, cómo se iban a reír de tu ignorancia! ¿Acaso se cosecha el maíz antes de sembrarlo? ¿Se recoge el fruto antes de hacer los injertos en los árboles? ¿Se bebe el vino antes de plantar la viña? ¿No sufrió san Jorge siete años de prisión en una mazmorra en Persia antes de llegar a ser rey de Marruecos y Egipto? ¿Qué peligros no soportó el famoso Chinón de Inglaterra antes de poder casarse con la hermosa Casiopea? ¿Cuántas adversidades, problemas y vejaciones sufrió el renombrado Monteleón, el Caballero del Oráculo, antes de que la hermosa dama Philotheta fuera su esposa? No se consigue nada sin dificultades ni riesgos: el que viaja por mar debe aprender a soportar el peligro de las tormentas, el que disfruta con alegría la dulce felicidad debe soportar la prueba difícil de la envidia y el que en este amplio mundo persigue los éxitos del honor debe estar preparado siempre para afrontar muchas desgracias.
—Pero esos hombres de los que habláis –dijo Ricardo– se dedicaron a matar gigantes, monstruos y tiranos, mientras que todos vuestros enfrentamientos han sido solo contra espantapájaros, marionetas y vendedores ambulantes, por lo que habéis recibido más ignominia que honor. Por eso mi decisión es que, si de ahora en adelante no evitáis peligros innecesarios, confundiendo posadas con castillos y ferias con ejércitos, renunciaré a mi título de escudero andante y os dejaré que sigáis con vuestras locuras solo.
Sir Billy estaba tan enfadado con Ricardo por estas palabras que, si hubiera podido, habría tenido lugar una reyerta mortal entre el caballero y su escudero; pero sus moratones y heridas no le permitían moverse. Entonces, mientras estaban así sumidos en el desaliento, llegó el alguacil, acompañado de cuatro o cinco recios alabarderos* que llevaban a un joven granuja robusto y vigoroso, quien, apresado por un notorio robo y bajo promesa de recibir algún favor, había confesado todo lo que sabía sobre el lugar donde estaban, cómo era aquel el sitio donde se depositaban bienes robados y se daban cita los que los robaban.
Con esa información, el alguacil buscó por toda la casa y apresó a todos los que encontró. Pero Sir Billy, obnubilado por lo que había leído en sus novelas*, viendo al alguacil y a su guardia, gritó:
—¡Oh, vosotros que aborrecéis y atormentáis a los caballeros andantes, descendientes de Plutón y Cerbero80, siempre envidiosos del bien de la humanidad, que la maldad y la pena os acompañen, que el desánimo del corazón y la aflicción dolorosa sean vuestros compañeros de fatigas! ¡Que el veneno sea vuestra bebida y la hiel, no, algo peor que la hiel, sea el manjar que saboreéis! No penséis, malvados nigromantes que jugáis con la muerte y con tragedias siniestras, no penséis, os digo, que con vuestra brujería y magia me vais a vencer, pues he sido designado por los hados para ser azote y plaga de todos los malvados malhechores.
El alguacil escuchó con atención estas palabras y se preguntaba qué tipo de personaje era aquel; y, como le contaron que era un caballero andante, dijo:
—He oído hablar de caballeros de la Orden de la Jarretera, caballeros de San Miguel, caballeros del Toisón de Oro y de otro tipo de caballeros, pero nunca de caballeros andantes, por lo que prefiero considerarlo caballero vagabundo y, como vagabundo, lo detengo, hasta que sepa de dónde proviene su honor81.
—Mago arrogante –dijo Sir Billy– que desconocéis lo relativo al verdadero honor, no penséis que vais a escaparos de mí sin castigo, a pesar del poder del príncipe estigio, vuestro amo criado en el infierno, y de toda su infernal recua de demonios.
p. 87El alguacil, al escucharlo desvariar de esta manera, como un toro al que han picado las avispas o como una de las frenéticas y salvajes vestales de Baco82, pensó que se trataba de alguien que había perdido la cabeza y, por lo tanto, consideró que era digno de compasión más que de castigo; pero, al volver la cabeza y ver la armadura de Sir Billy en una mesa, pensó que un loco no debería tener tales armas y pidió a uno de sus ayudantes que las cogiera y las pusiera en sitio seguro.
En cuanto el mozo recibió la orden, las recogió y se las puso a la espalda para llevárselas; pero Ricardo, que lo estaba viendo, se puso el anillo invisible y, siguiéndolo, tan pronto como estuvo fuera de la vista del alguacil, lo derribó y, dándole tres o cuatro tortazos en la cara que casi lo atontaron, cogió la armadura y la dejó en un lugar cercano, pero la espada la desenvainó y, blandiéndola sobre la cabeza, corrió hacia el alguacil, quien, al verla acercarse directamente a él, soltó su bastón y se dio a la fuga. Sus ayudantes, viendo a su capitán corriendo así, y a la espada cargando contra ellos, se dispusieron a salir huyendo como el sátiro que huye cuando suena el cuerno que él mismo sopla y, arrojando sus armas, echaron a correr tras él para no quedarse solos. Ricardo, viendo que no había moros en la costa, volvió de nuevo a donde estaba el mozo a quien había quitado la armadura, quien, para entonces, ya había vuelto en sí, pero al ver también una espada sin manos moviéndose ante él, rugió como un pregonero y, siguiendo el ejemplo de los demás, consideró que sus piernas eran su mejor defensa y corrió como si huyera de la mismísima muerte.
Ricardo no pudo menos que sonreír al ver cómo funcionaba su plan y, quitándose el anillo invisible, volvió a donde se encontraba el viejo Gerión, el mendigo, que estaba tan sorprendido como los demás y habría salido corriendo también, si hubiera podido hacerlo, a un lugar seguro. En lo que respecta a Sir Billy, quien había visto todo lo sucedido, no estaba acobardado en absoluto, puesto que todo aquello confirmaba lo que ocurría en sus novelas, estando completamente convencido de que esta ayuda provenía de la sabia Urganda para liberarlo y de que, con su protección, él nunca fallaría en ninguna empresa que emprendiera. Así que, llamando a Ricardo, le dijo:
—¿Acaso no ves tú, descreído de la caballería andante, el cuidado que ponen los poderes inmortales para ayudar a los que practican la caballería? Ningún encantamiento o hechizo nigromántico que usen los magos pueden causar el menor perjuicio a un caballero andante y, sin embargo, tú, por miedo cobarde, serías capaz de abandonar este honorable ejercicio, pues ¿qué puede ser más honorable que una mente valiente que no conoce el miedo ni la muerte? Las almas que sienten ese tipo de fuego atrapan una bala volando, escalan un muro defendido por sus enemigos, aguantan abusos, se ríen del trueno del cañón considerándolo música de cámara para damas; y, cuando sobre sus cabezas el cielo se oscurece con flechas, luchan bajo su sombra y no piden techo donde poder esconderse; tales hombres deben ser elogiados, pues no existe posibilidad de que abandonen tal tipo de aventuras aunque sean imposibles. Por ello, estoy decidido a seguir con mi idea original de ser caballero andante, pues en tiempos futuros se leerán con admiración las acciones de mi brazo invencible y los aún no nacidos hablarán de las incomparables hazañas de mi valor.
i«Halberts», en el original. Se refiere al término halberd (alabarda), nombre histórico para un hacha de punta afilada, ya mencionada anteriormente. Aquí da el nombre del arma para denominar a los acompañantes armados del alguacil.
iiEn el original se utiliza el término «romantik histories», usando romantic no con el sentido que tiene romántico en español, sino como adjetivo del término romance, el género literario al que pertenecen los libros de caballerías, como ya se ha explicado más arriba.
76.El narrador hace referencia a las voces en el mercado de pescado de Billingsgate, actualmente en Canary Warf. Billingsgate fue originariamente una cárcel al sureste de la ciudad de Londres, donde se instaló el mercado. El lenguaje rudo de los pescadores y vendedoras hizo que el témino Billingsgate se considerara un indicador de vulgaridad.
77.Plutón en la mitología romana se refiere al dios del inframundo, su equivalente en la mitología griega era Hades, que también denomina el lugar. Caronte es el barquero del Hades, que transporta a los difuntos de un lado del río Aqueronte al otro. También se dice que los lleva por la laguna Estigia o por el río Estix o Estigia, tal y como relataba Virgilio en la Eneida.
78.El birimbao o arpa de boca (en el original «Jew’s trumps») es un instrumento de cuerda que se hace sonar con la boca, hecho con una vara de madera flexible y un alambre con una calabaza que actúa como caja de resonancia.
79.Gerión está relacionado con el décimo trabajo de Hércules. Es un ser antropomorfo con tres cuerpos al que Hércules roba un rebaño de ovejas y mata con una flecha envenedada con la sangre de la Hidra.
80.El can Cerbero, en la mitología griega, es el perro del dios Hades y monstruo de tres cabezas que guarda las puertas del inframundo o reino del Hades.
81.El alguacil conoce las órdenes caballerescas históricas de la Jarretera, de san Miguel y del Toisón de Oro. La comicidad de su decisión reside en considerar a Sir Billy como miembro de una nueva orden, la orden de los Vagabundos.
82.En la mitología romana, las vírgenes vestales eran sacerdotisas que mantenían vivo el fuego sagrado de la diosa Vesta. Su carácter frenético o salvaje y su relación con Baco, descrita con la misma expresión («Bacchu’s raging frantic nuns»), se ha encontrado en el poema «Eleanor Dutchess of Gloucester to the Good Duke Humphrey, her Husband», perteneciente al grupo de las England’s Heroical Epistles en The Works of Michael Drayton.
Chapter XII
Sir Billy’s ill success in his adventure against the pedlars. How he was rescued by
Ricardo by the help of his invisible ring, with other things that happened.
Sir Billy seeing before him so many booths and stalls, with a multitude of people amongst them, called to Ricardo and said:
“My most faithful squire, partaker with me in all my troubles and adventures, now are we come to the brink of honour, the inheritance of fame, that great engagement to great purposes, which shall raise our names from the black edicts of a tyrant grave. Know then that this is the camp of that wicked monster, the cruel pagan prince Brontes, who with an army of miscreant soldiers wandereth about the world spoiling and destroying all wheresoever he comes. Now is the time come for my victorious arm to put a period to all his mischiefs; this is the allotted season to put an end to his damnable designs, and to raise a pyramid of praise to myself by destroying such a [167] brood of insolent vermin. And therefore Ricardo, stand thou still and be a spectator of my valorous performances.”
And therewithal putting his launce into his rest, offered to run against the multitude, which Ricardo seeing, with a voice as loud as the bawling of the oyster wives at Billingsgate,* cried unto him:
“A wretch bereft of sense, see thou that is not an army of pagans, but very Christian men, yea such very Christian men as inhabit in our parish; I tell thee misled master of mine, it is a fair, and such a fair, as is kept by pedlars at our town of Billerecay on the 22nd day of July.”
But Sir Billy who imagined everything to be as he had read in his books of knight errantry, would hear no reason, but spurring Bellerophon with winged haste, rode to the fair, and instantly overthrew two or three pedlars’ stalls.
“Vile miscreants,” said Sir Billy, “whose wickedness is such as makes the Earth groan to support your weight, to whom murders are but resolute acts, and treasons matters of small consequence. Now shall my enraged blood tickle itself with a pleasing revenge for satisfaction of your misdeeds, sending so many of your souls to Pluto's grisly habitation as shall make Charon to sweat with wafting you over the Stygian river.”p. 84
The pedlars who had been damnified* by Sir Billy's adventure, hearing his terrible [168] threatening words, and seeing the spoil he had already done, thought it was best to bestir themselves, and snatching up some poles, the broken remainders of their stalls, they set upon Sir Billy on every side, some before, and some behind him, that at length they knocked down the knight errant, who lay streaking for life under his horse’s heels. Then began they to gather up their wares, which confusedly lay strewed upon the ground. Here a parcel of Jew’s trumps* quite out of tune, their babies, rattles, tumblers, boxes, all trophies of Sir Billy's manhood, who lay all this while in a trance.
Whilst these things were a doing, Ricardo that he might see the end of his master’s adventure, having secured his horse, slipped on his invisible ring, and following after, saw all what had betided him, which made him almost half out of love with following any more the pursuit of knight errantry. Yet not to leave his master in this distress, whilst the pedlars were busy in gathering up their goods, he went and pulled him from under his horse’s feet, where he lay as senseless as was his undertaking the adventure, with a broken head, and no doubt his brains had flown about had he had any in his skull.
Ricardo having gotten his master from under his horses’ feet, wrapped his own cloak about him, and so carried him away [169] invisible, when returning to fetch his horse, he found the pedlars had seized on him, who having scrambled up their goods for fear others as knavish as he foolish might filch some from them, not finding the man anywhere, seized upon the horse, resolving that should make good the damage they had sustained. Ricardo seeing what was done, and judging by it of their intent, resolved the game should not go so, and having on his invisible ring, and a good batoon in his hand, he struck the party with the same who had hold of the horse, he feeling it smart, and not knowing from whence the blow came, with as much eagerness struck at another and that other again at a fourth, so that in an instant, parts taking, six or seven of them were together by the ears. Whilst this game at handy fists was thus playing, Ricardo shifted away with the horse, and they having soundly battered each other, and not knowing well why this quarrel was begun, began to have a breathing space, but then looking for the horse from whence they all hoped for satisfaction, and finding him to be gone as well as his master, they each of them thought the other had conveyed him away, whereby a new quarrel arose betwixt them, and from words again to blows more sharp and eager than before.
But the case was not so tragical on [170] their side as it was on Ricardo’s, who returning with the horse to his master, found him without sense or motion as one enrolled in the register of death, and ready to cast off the robe of clay, and drop into the grave. Ricardo finding him in this condition, was almost at his wits’ end, not knowing what to do, nor whether to have him, his master by going about to redress wrongs, having committed so many that scarce was any place safe for them to resort to.p. 85
In this uncouth condition, as he was ruminating what to do, came by an old man with grisly hairs, one whose fortunes were out at the heels, as his clothes were out at the elbows, in sum, a beggar, whose hourly wants made him trudge from place to place for relief. He hearing Ricardo’s complaint, and imagining his master to have been one of the highpad*, and therefore wanted a place to repose himself, told Ricardo that if he would go along with him, he would help him to a convenience answerable to his desire, a place which by the coverture of tall spreading trees, was invisible to the rays of the sun and hid from the radiance of each sparkling star. Ricardo entertained this motion as a voice from heaven, and with many thankful words accepted of his proffer; so taking Sir Billy up on the horse for fear of being pursued, they hasted away, [171] and by direction of the old man came to a place where solitariness itself might be said to dwell, being situated in the midst of a thicket of trees, quick-set hedges, and bushes; here did they enter into a cottage erected on purpose for the entertainment of beggars, mumpers, and such kind of people, where they freely spend the coin they get in begging, having general rendezvouses there at certain times of the year. To this stately mansion did they bring that victorious knight at arms, Sir Billy of Billerecay, where having disburdened his horse of him, they carried him to a bed, who all this while lay as if his soul were eclipsed from his body. Now Ricardo being solicitous for a surgeon, this old mumper who was skilful in making of clymes* and raising blisters on legs to move people to compassion, and healing them again at his pleasure; he voluntarily undertook to be Sir Billy’s chirurgeon*; and administering some small matter unto him, our knight, as if new risen from some trance, began to open his eyes, and after two or three yawns, stretching out his legs, and fetching a deep sigh, he said:
“Think not proud pagans though you have unhorsed, me for to prevail. It is not all your magical charms that can daunt my valour, or make me to repent my enterprise upon ye.” When looking aside, spying the old beggar, whom for distinction's* sake we will call [172] Gerion: “And thou cursed Prince Brontes,” said he,* “who art the head of this mischievous rout, now shall thy wickedness return upon thine own head, and the punishment that I shall inflict upon thee be so terrible that babes unborn shall tremble at the recital of it.”
Ricardo hearing his master talk so idly, began assuredly to think that all his pretentions to knight errantry was but a mere feigned thing, and that though he had entertained and feasted at some gentlemen’s houses under the notion of such a person, it was more to make sport with* him than any reality that was in it; so thus his hopes of being governor of some famous island began to dwindle to a mere nothing; and hearing his master to proceed in his extravagant discourse, he thus interrupted him:
“I think,” Sir Billy, “all things considered, it would have been* better for you still to have been at home keeping your father’s sheep, and I in his barn threshing of corn, than wandering thus about the world like vagabonds, seeking of impossibilities, and dreaming of finding castles in the air; for to no other end have been all our attempts as yet, our only purchases having been blows, bastings, and bastinadoes, instead of crowns, kingdoms and principalities.”
Sir Billy turning him on his side as well as his bruised body would give him leave, [said]:p. 86
“Friend Ricardo,” said he, “thou speakest as one [173] ignorant in arms, and therefore I shall the more bear with thee; Oh! if those worthy knights, Sir Huon of Bourdeaux, Sir Amadis de Gaule, Sir Palmendos*, Palmerin of England, Palmerin d’Oliva, or those other renowned heroes mentioned in books of knight errantry were now alive, how would they laugh at thy ignorance, what wouldst thou reap thy harvest before thou sowest thy corn, gather thy fruit before the trees be grafted, drink the wine ere* the vine be planted? Did not St. George suffer seven-year imprisonment in a dungeon in Persia, before he came to be king of Morocco and Egypt? What troubles did the famous Chinon of England endure, before he obtained the beautiful Cassiopia in marriage? How many crosses, troubles and vexations suffered the renowned Montelion Knight of the Oracle, before he enjoyed the beautiful Lady Philotheta for his wife? There is nothing to be obtained without much trouble and hazard; he that will travel upon the sea must address himself to abide the peril of every storm; he that will enjoy the sweet content of felicity must undergo all the hard haps of envious adversity; and he that will in this spacious world seek the advantage of honour must look ever he attain it to meet with many misfortunes.”
“But those men you speak of,” said Ricardo, “spent their time in killing of giants, monsters, [174] and tyrants; whereas all your encounters have been only against scarecrows, poppet shows, and pedlars, whereby you have received more ignominy than honour. And therefore my resolution is that if henceforward you will not be ruled from running yourself into needless dangers, mistaking inns for castles, and fairs for armies, I shall resign up my squire-errant ship and leave you alone to the pursuance of your follies.”
Sir Billy was so angry with Ricardo at these words that could he have come at him, there had been a mortal affray between the knight and his squire; but his bruises and sores would not admit him to stir. Now whilst they were in this consternation, came in the constable, attended with four or five rusty halberds, bringing with them a young lusty sturdy rogue, who being taken in a notorious thievery, upon promise of favour had confessed all that he knew concerning this house, how it was the receptacle of their stolen goods, and the rendezvous of them that stole them.
Upon that information, the constable made a strict search thorough all the house, securing everyone he found therein. But Sir Billy whose thoughts were wholly* taken up with what he had read in his romantic histories; seeing the constable and his guard, cried out:
“Oh ye, haters and tormenters [175] of knights errant, ye offspring of Pluto and Cerebus, always envious of the good of mankind, may mischief and sorrow go along with ye, may hearts discontent, and sore affliction be play fellows to keep you company; may poison be your drink, and gall, nay worse than gall, the dainties that ye taste. Think not ye, wicked necromancers, whose exercise is murder and sullen tragedies, think not (I say) with all your sorceries and charms to prevail against me, who am ordained by the fates to be a scourge and plague to all such wicked miscreants.”
These words listened to attentively by the constable, made him to wonder what kind of person this should be; and being told that he was a knight errant, he said:* “I have heard of knights of the garter, knights of St. Michael, knights of the Golden Fleece, and several other sorts of knights, but never of knights errant, and therefore I rather take him for a knight vagrant, and as a vagrant I apprehend him till I know further from whence his honour is derived.”
“Proud magician,” said Sir Billy, “who knowest not what belongs to true honour, think not to escape my hands without chastisement, maugre* the power of the Stygian prince thy hell-bred master, and all his infernal [176] band of devils.”p. 87
The constable hearing him rave in this manner, like a bull stung by hornets or like one of Bacchus’s frantic raging nuns, imagined him to be one who was scarce master of his wits, and therefore thought him to be an object of pity rather than of punishment; but casting his head aside and seeing Sir Billy’s armour lie on a side table, he thought them not things fitting for a madman to have in possession, and therefore bid one of his followers to take and secure them.
The fellow no sooner commanded but was getting them up on his back to carry them away; which Ricardo eyeing, slipped on his invisible ring, and following after him, no sooner was he out of the constable’s sight, but he strikes up his heels, and giving him three or four buffets on the face which almost dazzled him, he takes the armour and throws it into a by place all but his sword, which he draws, and brandishing it about his head, runs towards the constable, who seeing it come directly against him, threw down his staff, and betook him to his heels; his followers, seeing their captain thus to run, and the sword to come brandishing towards them, were also ready to run away from themselves, like the Satyr that ran away at the noise of the horn which he himself blew, [177] and therefore, casting away their weapons, ran after him for company. Ricardo seeing the coast clear, went back again towards the fellow from whom he had taken* the armour, who by this time was come again to himself, but seeing also a sword without hands flaunting it towards him, he roared out like a town bull, and taking example by others, thought his legs the surest defence, and so with hasty steps ran as it were from death itself.
Ricardo could not but smile to see how his project took, and taking off his invisible ring, returned to old Gerion the beggar, who was as much amazed as the rest, and would have run* likewise if he could have done it to any place of safety. But as for Sir Billy who beheld all what had happened, he was nothing daunted, but rather more confirmed in this romantic opinion, being verily persuaded that this help came from the wise Urganda for his deliverance, and that by her protection he should never fail in what he undertook. So calling to Ricardo, he said:
“Seest thou not thou, nullifidian* in knight errantry, what care the immortal powers do take of those that practice chivalry; not all the charms nor necromantic spells magicians use can do the least prejudice against a knight errant, and yet thou out of a cowardly fear wouldst leave off this honourable [178] exercise, for what can be more honourable than a valiant mind, that knows not fear nor death, souls of that fire, they’ll catch a bullet flying, scale a wall battled with enemies, stand breaches, laugh at the thunder of the cannon, call it music fitter for a lady’s chamber than the field; and when over their heads the element is darkened with darts, fight under the shade of it, and ask no other roof to hide their heads in; such men are to be honoured as adventure upon such designs that have no more probability than is enough to keep them from being impossible. And therefore I am resolved still to follow my first resolution in pursuance of knight errantry, that after ages* may read with admiration the deeds performed by my invincible arm, and babes unborn speak of the matchless achievements done by my valour.”
iBillingsgate] One of the gates of the city of London; the fish-market near it; the latter noted for vituperative language.
iidamnified] rare. To cause injury, loss, or inconvenience to; to injure, damage, hurt.
iiiJew’s trumps] rare. A small, typically lyre-shaped musical instrument played using the mouth.
ivhighpad] arch. Highway, highwayman.
vclymes] obs. Sores.
vichirurgeon] arch. One whose profession it is to cure bodily diseases and injuries by manual operation.
viidistinction’s] distinction 1694, 1699.
viiisaid he,] (said he) 1694, 1699.
ixmake sport with] obs. Mock.
xwould have been] had been 1694, 1699.
xiPalmendos] Palmendis 1694, 1699.
xiiere] obs. Before.
xiiiwholly] holy 1694.
xivThe phrase “he said” appeared originally after the noun “garter.”
xvmaugre] arch. In spite of.
xvitaken] took 1694, 1699.
xviirun] ran 1694, 1699.
xviiinullifidian] obs. A sceptic; a disbeliever.
xixafter ages] arch. Subsequent era.