Índice

Traducción

Original

pdf

Capítulo XIII
La lamentable historia de un sastre y su amada. De cómo los ahorcaron en un granero y de cómo los asesinos fueron capturados gracias a Sir Billy y a un alguacil.

Ricardo no estuvo tan atento al discurso de su amo como estaba preocupado por mantenerse a salvo, sabiendo que el alguacil volvería con refuerzos para perseguirlos, y empezó entonces a desconfiar de que la caballería andante los protegiera de su látigo; así que consultó al anciano Gerión, el mendigo, sobre lo que debían hacer y este les habló de un lugar recóndito tan difícil de encontrar como de que lo iluminaran los rayos del sol, para los que nunca había sido visible desde que por primera vez hubiera sido utilizado como una guarida para delincuentes. Sin embargo, no había manera de convencer a Sir Billy para que partieran, pues estaba decidido, dijo, a llevar esta famosa aventura hasta el final, lo que dejó a Ricardo muy consternado y sin saber qué hacer, pues advertirle del peligro era como echar aceite al fuego y que se enfadara aún más, por ello decidió seguirle la corriente en su locura y cazar esta perdiz a salto*; para ello, poniéndose el anillo invisible y dándole una palmada en el hombro, pronunció estas palabras:

Caballero cuya fama se extiende
por todo el universo corriente,
cuyos elogios al cielo ascenderán
y que los aún no nacidos relatarán,
la sabia Urganda a través de mí
os ordena que huyáis de aquí,
así que apresuraos, no demorad,
sino que con Ricardo escapad.

Sir Billy, oyendo la voz pero sin ver a nadie, se convenció de que se trataba verdaderamente de algún mensajero de la sabia Urganda animándolo a que se marchara, así que llamó rápidamente a Ricardo y le dijo:

—Mi fiel escudero, aceptaré tu petición de alejarme de este lugar, pues he recibido una orden de la sabia Urganda, cuyas palabras considero oráculos y cuyas órdenes son leyes inviolables que se deben cumplir.

p. 89Ricardo, sin perder más tiempo, montó a su amo en Belerofonte, al anciano Gerión en su propio caballo y se alejaron guiados por el mendigo hasta que creyeron estar muy lejos de sus perseguidores. Era entonces la hora del día en la que el sol radiante invade la Tierra con sus rayos más calurosos y está a medio camino entre la luz que ha dado y la que le queda por dar. Los rayos abrasadores del auriga del cielo caían sobre ellos con tal fuerza que hacía necesario ponerse a la sombra bajo la cobertura de algún dosel vegetal cuando, buscando un lugar adecuado, dieron con un viejo granero rodeado de árboles que apenas se veía por estar bajo frondosas ramas.

Llegando hasta allí, entraron y, apenas lo habían hecho, cuando un joven robusto salió corriendo a tal velocidad que cada paso que daba intentaba ir más rápido que el anterior, de modo que lo vieron desaparecer sin saber la causa de su premura hasta que descubrieron a una doncella ahorcada en una viga, cuya alma ya había abandonado su cuerpo; cerca había otro joven recién ahorcado, cuya alma estaba a punto de partir y de hundirse en la morada de la Muerte, pero Ricardo y el anciano Gerión, viendo que aún se movía, concluyeron que aún no estaba entre las cenizas frías de la muerte y por tanto, cortando la soga, lo reanimaron y por diversos medios consiguieron que volviera en sí hasta que incluso consiguió convertir sus pensamientos en palabras, y las primeras fueron para rogarles que auxiliaran a la joven y que vieran si había algún modo de reanimarla, aunque dudaba que fuera posible; con lo cual, la bajaron, pero todos los esfuerzos resultaron inútiles, pues la Muerte de frío semblante, destructora de la naturaleza, le había cerrado los ojos con el sueño eterno. Cuando el joven se dio cuenta, con un profundo suspiro entonó este triste lamento:

—¿Qué más hará la Fortuna para aumentar mis cuitas, a mí que no veo más allá del dolor que me consume? Soy uno de los elegidos por el destino para sufrir las peores adversidades; soy desgraciado más allá de la compasión; mi corazón no es más que un escenario para la tragedia; mi única felicidad consiste en que la Fortuna no puede hacerme ya más desdichado.

Sir Billy seguía muy atento todo lo que ocurría, creyendo que de esta situación podría surgir una famosa aventura de la que sería protagonista, y por ello habló así al joven:

—Afligido caballero –le dijo–, ya que así me lo parecéis por vuestro triste lamento, tened a bien informarme sobre qué miserable ser os ha agraviado a vos y a vuestra virtuosa dama, y ya sea gigante, monstruo o diablo recibirá el castigo de mi brazo invencible; pues con este fin he elegido la profesión de caballero andante, para enderezar los agravios cometidos contra caballeros y damas, y librar al mundo de tales monstruos de la naturaleza, que solo disfrutan con la maldad y cuyas acciones son siempre actos de crueldad.

El joven, que estaba como recién salido de su letargo, al escuchar el discurso de Sir Billy, respondió:

p. 90—Señor, no soy ni caballero, ni escudero, ni siquiera de noble origen, sino un sastre de profesión que vive en el pueblo de aquí cerca, y esta doncella que ha muerto es la hija de un rico granjero de la misma parroquia, los dos nacidos para la desgracia y el dolor. En nuestra tierna infancia contrajimos un vínculo indisoluble de amistad y, a medida que íbamos cumpliendo años, iba creciendo más y más nuestro afecto; hasta llegar a esos años en los que el dios Amor hace que los corazones de sus vasallos adoren más a una dama que un anciano a sus sacos de oro. Entonces empecé a revelarle mis sentimientos y fui tan bien correspondido que con juramentos y promesas mutuas quedamos comprometidos. Pero la envidia repugnante y voraz, que hace un festín de la desgracia de los otros, quejosa de nuestra felicidad, hizo que el corazón de un herrero de nuestro pueblo quedara cautivado por la belleza encantadora de mi Rosaro (pues así se llamaba mi amada), el cual con mucha seriedad le declaró su afecto, utilizando muchos juramentos y muestras de la autenticidad de su amor; pero el corazón de ella estaba tan profundamente ligado al mío que, hiciera lo que hiciese, era sólo mía. Lo rechazó de una manera tan clara, que su amor se transformó en odio, ardía furioso por vengarse de ella y, a partir de entonces, sólo esperó una oportunidad para ejecutar su plan, que finalmente ha llevado a cabo como veis, aliándose para ello con un par de compañeros, ayudantes del demonio para todo mal, a los que un hombre honesto no puede ver ni hablar sin sonrojarse. Enterándose de que Rosaro iba a ir a casa de una tía suya que vive cerca y que yo la acompañaría, nos sorprendieron, nos capturaron y nos trajeron a este granero, donde, venciendo nuestra débil resistencia y habiendo traído sogas con las que ejecutar sus perversas intenciones, nos colgaron como habéis visto.

Sir Billy escuchó muy atentamente este relato y, muy conmovido, juró por el bracamante sangriento de Marte que, antes que el ilustre Febo hubiera completado su curso diurno tres veces alrededor de nuestro hemisferio, él impondría tan ejemplar castigo al herrero y sus pérfidos compinches que los aún no nacidos temblarían al oírlo narrar. Mientras así hablaban, el herrero, cuya conciencia culpable temía que todo se descubriera, volvió con sus compañeros con la intención de matar a Sir Billy, a Ricardo y al anciano Gerión para evitar que lo acusaran, pero, al entrar en el granero y ver que el sastre al que creían muerto estaba vivo, se lanzaron rápidamente sobre él. Con la misma rapidez Sir Billy se arrojó sobre ellos y, siendo esta la causa más justa por la Sir Billy había luchado en toda su vida, consiguió un resultado inmediato, pues al segundo golpe le hizo al herrero un corte tan profundo en la muñeca que lo obligó a soltar su garrote y lo dejó desarmado sin que opusiera ningún tipo de resistencia; el sastre, al verlo, cogió el garrote del herrero y, secundado por Ricardo, se lanzaron a la vez sobre los otros dos. Ambas partes se dieron y recibieron muchos golpes hasta que el anciano Gerión, cuyo valor era aún bastante a pesar de que sus fuerzas eran débiles, sin querer permanecer ocioso y habiendo tanto por hacer, armado de un cayado con el que los mendigos suelen ir muy seguros, le dio a uno de los granujas tal golpe en la cabeza que lo hizo tambalearse y, con un segundo golpe, lo derribó y dejó tendido a sus pies. El tercero de la partida, al ver esto, habría salido corriendo pero, estando rodeado por los cuatro, tuvo que enfrentarse a su destino y, mientras se defendía del anciano Gerión y de Ricardo, que le hacían frente con sus armas, Sir Billy, situado detrás de él, le hizo tal herida en la cabeza que cayó al suelo y envió su alma a que habitara el inframundo, para hacerles compañía a los condenados en lechos de acero ardiente, asados en azufre y metidos en vastas y profundas simas de fuego líquido.

p. 91El herrero, mientras tanto, habiendo perdido mucha sangre que manaba de su herida, cayó inconsciente y parecía por el momento haberse alistado en el regimiento de la Muerte, pero su compañero, el que había sido derribado por el anciano Gerión, como era de naturaleza fuerte, había revivido de nuevo y comenzó a moverse como si quisiera luchar de nuevo para conseguir la victoria; Sir Billy, habiéndose apercibido de ello, se fue hacia él y con su espada le dio tal golpe en la cabeza que le hizo una vez más medir el suelo con su largo cuerpo y entonces, poniéndole el pie en el pecho y la punta de su espada en la garganta, le dijo:

—Vil malhechor, o mejor, demonio en calzas y jubón, principio de toda corrupción y compendio de toda maldad, ahora enviaré vuestra alma a habitar las moradas sombrías de los espíritus malditos, para que os bañéis allí en charcas de aceite y azufre hirviendo, algo que os merecéis por haber contraído tal carga de culpa que se hunde pesada sobre vuestra conciencia sanguinaria.

El villano asesino, al oír esas terribles palabras, rugía como un pregonero, llorando e implorando misericordia, y entonces una nueva locura se le ocurrió a Sir Billy, que le dijo:

—Os concedo misericordia, aunque no seáis digno de ella, con la condición de que vayáis a presentaros de rodillas, vencido por mi valeroso brazo, a la dama de mis afectos, la famosa Dulcina de Billerecay, lo que juraréis hacer sobre mi espada.

—Me someto de buena gana a sus condiciones –dijo el villano mentiroso– y juraré que lo haré debidamente.

Así que Sir Billy le dejó que se levantara y estaba a punto de recibir su juramento cuando, al darse cuenta el otro joven de ello y de que realmente tenía la intención de dejarle ir, le dijo:

—Señor, no es seguro ni conveniente hacerlo así, pues este hombre es un asesino y según la ley debe ser llevado ante un juez de paz que lo interrogue y lo ponga bajo arresto para que reciba su merecido.

Sir Billy, al oír lo que decía, con vehemente indignación le respondió:

—Habláis –dijo– como alguien totalmente ignorante de las leyes de la caballería andante. ¿No debe el conquistador decidir sobre el vencido como le plazca? ¿Acaso no ha sido sometido por la fuerza de mi brazo invencible y queda a disposición de mi voluntad y deseo? Pues ya que el valor con el que lo vencí me llegó gracias a la inspiración de mi dama Dulcina, ¿no debería ella a cambio disfrutar el honor de esta sumisión, como si ella misma lo hubiera realizado a distancia?

—Pero este es un notorio villano –contestó el sastre– y su crimen tan grave que, una vez que quede libre, ni irá a verla ni le prestará sumisión, a menos que se vea obligado a hacerlo por miedo a la horca.

—¿Por qué? –dijo Sir Billy–. ¿Acaso no ha jurado que lo hará?

—Su juramento –afirmó el sastre– no puede considerarse válido, pues el que no tiene miedo a matar, no duda en jurar en falso.

p. 92Mientras discutían así sobre el caso, el alguacil del municipio*, que tenía una orden que le permitía reclutar soldados, custodiado por cuatro hombres fornidos, llegó a aquel lugar, guarida de mendigos, holgazanes y vagabundos; al ver el suelo teñido de sangre y cubierto de cadáveres preguntó la causa de aquel espectáculo tan triste. Sir Billy estaba a punto de contestar cuando fue interrumpido por el sastre, que refirió todo el asunto tal y como lo escuchasteis antes; y, además, añadió que Sir Billy, siendo un caballero andante, estaba decidido a enviar al canalla asesino que seguía vivo a cierta dama llamada Dulcina y que él, por el contrario, deseaba fervientemente que ese viaje no tuviera lugar y que el verdugo no se quedara sin hacer lo que correspondía.

—Sí –dijo Sir Billy–, mi profesión es la de caballero andante, me ocupo de matar gigantes y dragones, de salvar a damas en peligro y a doncellas en apuros, de liberar a caballeros cautivos y de sembrar el desconcierto en la raza infernal de nigromantes y encantadores.

—Señor –dijo el alguacil–, si es usted tan bueno para la lucha, será mejor para servir al Rey, por lo tanto, le recluto para servir a su Majestad.

—Veo –le dijo Sir Billy– que sois alguacil, pero un completo ignorante en cuanto a vuestra profesión, pues si hubiérais leído libros de caballerías, sabríais que los caballeros andantes no están sujetos a ningún rey ni a ninguna ley.

—Señor –dijo el oficial–, si usted no está sujeto ni al rey ni a las leyes, entonces es un vagabundo y, como vagabundo, debo arrestarle.

Sir Billy, al oír que su condición de caballero era tan vilipendiada y degradada, se enfureció y, desenvainando la espada, instó al alguacil a defenderse, pues tendría que pagar con creces la blasfemia que había pronunciado en contra de una condición tan honorable, y se lanzó contra él con todas sus fuerzas. Ricardo y el anciano Gerión, viendo la locura de Sir Billy, se acercaron para agarrarlo, pero, cuanto más se esforzaban en inmovilizarlo, más embestía él. El mensajero que debería haber ido a ver a Lady Dulcina, viéndolos así, puso pies en polvorosa y el sastre, al verlo, empezó a gritar para que lo siguieran, con lo que dejaron de luchar y salieron corriendo tras él, todos menos Sir Billy, que quedó como vencedor absoluto, al menos a su forma de ver.

El herrero, que había permanecido todo este tiempo inconsciente y cuyo espíritu pareció volver a su cuerpo, superado este amago de muerte, se incorporó y se puso en pie; pero, al ver a Sir Billy con el semblante iracundo y una espada en la mano, cayó de rodillas ante él y humildemente imploró clemencia.

—Te concedo la vida –dijo Sir Billy–, pero con la condición de que, al igual que tu compañero, tú también vayas a presentarte de rodillas ante mi dama Dulcina, vencido por mi brazo valeroso.

p. 93Para entonces el alguacil estaba de vuelta custodiando al hombre, que llevaba las manos atadas a la espalda. Para evitar más problemas, en cuanto entró en el granero, se acercó a Sir Billy, lo derribó y lo desarmó quitándole la espada, mientras que los otros agarraban al herrero. El alguacil también habría atado las manos a Sir Billy si Ricardo y el anciano Gerión no hubieran intercedido por él. Sir Billy despotricaba como un loco por la pérdida de su espada, amenazando al alguacil, a quien llamaba mago, hechicero, nigromante y un centenar de nombres tales como los que había leído en los libros de caballería andante. El alguacil, tomándolo por loco, le dio poca importancia a sus palabras, le dijo que le devolvería su espada a su tiempo, solo que antes lo llevaría ante uno de su profesión, un desfacedor de entuertos, un socorredor de oprimidos, que por virtud de un pedazo de papel puede enviar a un hombre a un castillo encantado, custodiado por furiosos gigantes, tan fuerte e impenetrable que nadie puede sacarlo de allí, excepto aquel que va armado con la espada de la justicia.

—Mostradme uno de esos castillos encantados –dijo Sir Billy– y si no soy capaz de conquistarlo con mi valor y con la fuerza de mi brazo invicto, que mi nombre sea para siempre borrado de la honorable lista de caballeros andantes y se me considere solo un caballero de salón*, un papanatas*, temeroso de mi propia espada y asustado por el ruido de mi propia armadura.

El alguacil, al oír la decisión de Sir Billy, no pudo menos que sonreír y le dijo que le ayudaría en el asedio al castillo encantado, y estando ya todos preparados, una vez colocados los dos cadáveres sobre los caballos de Sir Billy y de Ricardo, y con los dos prisioneros maniatados y custodiados por los ayudantes del alguacil, se dirigieron a la casa del juez de paz. Todo lo que allí aconteció lo oiréis en el siguiente capítulo.

iLa expresión original es «to catch this buzzard in the woodcock’s springe» (literalmente, ‘cazar este águila ratonera en el cepo de la perdiz’). Springe es término obsoleto para cepo o trampa y, tal como indica el Oxford English Dictionary, en sentido figurado suele aparecer unido a la palabra woodcock (chocha, perdiz o becada), como en «springes to catch woodcocks», para indicar una trampa a una persona especialmente ingenua, crédula o inocente. Se traduce como «cazar esta perdiz a salto», expresión que existe en español para cazar a la perdiz cogiéndola siempre rápido y por detrás, para explicar cómo Ricardo engaña a Sir Billy cogiéndolo desprevenido para convencerlo para ir a un lugar más seguro.

iiEn el original, «constable of the parish» también denominado petty constable o parish constable (alguacil del municipio). Era el cargo que designaba a la persona elegida para mantener el orden del municipio y encargarse de labores administrativas del mismo. En el diálogo que sigue, el narrador se sigue refiriendo a él solo como alguacil.

iiiEn el original, «carpet knight», que literalmente sería ‘caballero de alfombra’. Es una expresión peyorativa que designaba a aquel que recibía el título de caballero del rey de Inglaterra en una ocasión festiva o en tiempo de paz. Se diferenciaba claramente de los otros caballeros con título de tales por su servicio militar o por triunfos en los torneos.

ivEn el original, «a meer Toast and Butter», literalmente sería ‘una mera tostada con mantequilla’, es decir, alguien sin importancia alguna.

Chapter XIII
The woeful story of a tailor and his sweetheart. How they were hanged in a barn; and how the murderers were taken by the means of Sir Billy and a constable.

Ricardo was not so attentive to his master’s discourse as he was solicitous for his future safety, knowing assuredly [179] that the constable having gotten more aid, would return again afresh in pursuit of them, and then began to mistrust that knight errantry would not protect them from the constable’s whip; so, imparting his mind to old Gerion the beggar, what he should do therein, was by him told of a more secret place as free from search as it was from beholding the sun beams, to which it was never visible since first it was made a naskin* for the canting crew. But Sir Billy by no means would be persuaded to remove, resolved he said to see the utmost of this famous adventure, which put Ricardo into a great consternation, not knowing what to do, for to tell him of danger was but to cast oil into fire, and made him more furious to stay, he therefore resolved to sooth him up in his folly, and to catch this buzzard in the woodcock’s spring; wherefore slipping on his invisible ring, and clapping him on the shoulder, he uttered forth these words:

Sir Knight, whose fame about is hurled,
Throughout the universal world,
Whose praises to the skies do mount,
And babes unborn shall it recount;
The wise Urganda doth by me
Command that thou from hence do flee.
[180] Therefore make hast, use no delay,
But with Ricardo pack away.

Sir Billy hearing a voice and seeing nobody, was verily persuaded this was some messenger from the wise Urganda to have him depart, and therefore calling hastily to Ricardo, he said unto him:

“My trusty Squire, I shall now condescend to thy request in going away from this same place, having received a command from the wise Urganda therefore, whose words to me I esteem as oracles, and whose commands, as laws unviolably* to be observed.”p. 89

Ricardo therefore making no delay, mounted his master on Bellerophon, and taking old Gerion up behind him on his own horse, away they marched, directed by the old beggar, until such time as they were clear out of danger from all pursuers. It was then at such time of the day when as the high-pitched sun invades the Earth with his hottest beams, bearing an equal distance betwixt foregoing and ensuing light. The scorching rays of heaven’s charioteer beating so hotly upon them made them desirous to take shade under the coverture of some leavy canopy, when looking about for the fittest place, they spied an old barn encompassed about so with trees, as scarce discernible through their leavy branches.

[181] Hither being come, they entered the same, which they had no sooner done, but there ran out thereof a lusty young man with such swiftness as if each step strived to overgo the other, so that he was soon vanished from their eyes, which attended him so long as he was discernible, wondering what should be the cause of this haste; when casting their eyes, they saw a maid hanged on a beam, whose soul had taken a final farewell of her body; and over her a young man newly hanged whose soul was ready to dislodge, and to sink into the house of Death; but Ricardo and old Gerion perceiving some motion in his body, gathered by thence, that he was not as yet quite raked up in death’s cold embers and therefore cutting the rope, they by chasing him, and some other means which they used, brought him to life, and at last to such a degree of life as to digest his thoughts in words, which the first he used were to desire their help to take down that maid, and see if any means might recover her, which yet he doubted was impossible; whereupon they cut her down, but all their endeavours about her were fruitless, for cold-faced Death nature’s bold pursuivant had closed up her eyes in an everlasting sleep, which when the young man perceived, fetching a deep sigh, he breathed forth this sorrowful lamentation:

“And what can fortune add more to the completing of my miseries, who cannot look beyond the prospect of my consuming grief; being one whom the fates have marked out for a feeler of the extremes of miseries; miserable below the reach of pity, whose heart is nothing but a stage of tragedies; all the happiness I have being this, that Fortune cannot throw me in a degree of being more miserable.”

Sir Billy took great notice of all which passed, imagining thereby some famous adventure would fall out to be performed by him, and therefore spoke [182] thus unto the young man:

“Distressed knight,” said he, “for so thou seemest by thy sorrowful lamentation, do but inform me what humane wretch hath thus wronged thee and thy virtuous lady, and let him be giant, monster, or devil, he shall be chastised by my victorious arm; for to this end have I taken upon me the profession of knight errantry, to right wronged knights and ladies, and to rid the world of such monsters of nature, whose delight is only mischief, and whose trades are continued acts of cruelty.”

The young man, who was but as if* were newly revived out of a trance, hearing Sir Billy’s discourse, replied:p. 90

“Sir, I am neither knight, squire, nor yet good gentleman, but a tailor by trade, living in a village hard by. And this maiden, who is here dead, the daughter of a wealthy farmer in the same parish, both of us born to misfortune and sorrow. In our very infancy we contracted an indissoluble bond of friendship betwixt us, and as our years further increased so our affections grew more and more; and arriving to those years wherein the god of love makes the hearts of his subjects to dote more upon a mistress than an old man on his heaps of gold, I then began to reveal my affections unto her, which found such a friendly reception that by mutual vows and promises we contracted ourselves each to other. But the foul pale hog envy, that banquets herself in others’ miseries, repining at our happiness, had caused the heart of a certain smith of our town to be captivated by the charming looks of my Rosaro (for so was my love called) who with much earnestness declared his affection unto her, using many vows and protestations of the reality of his love; but her heart was so deeply linked to me that whatsoever she was was only mine; she gave him so sharp a denial that his love converting to [183] hatred, he burned with revengeful fury against her, and from thenceforth waited only for an opportunity to put his designs in execution, which at last he brought to pass as you see, for, confederating himself with a couple of fellows, the devil’s factors for all wickedness, and such whom an honest man can neither see nor speak of without a blush. These having intelligence that Rosaro was to go to an aunt of hers that lives hard by, and that I was to accompany her, way laid us, and having seized on us, brought us to this barn, where overpowering our weak resistance, and having brought cords with them for the execution of their damned intents, they in conclusion hanged us up as you saw.”

Sir Billy listened very attentively to this discourse, and being exceedingly moved at it, he swore by the bloody falchion of Mars that ever Don Phoebus had run his diurnal course three times about our hemisphere, he would take such exemplary punishment on the smith and his perfidious mates that babes unborn shall tremble at the narration of it. Whilst he was thus speaking, the smith, whose guilty conscience feared a discovery, having found out his companions, returned again with an intent to murder Sir Billy, Ricardo, and old Gerion, to prevent their giving any knowledge of him. But having entered the barn, and seeing the tailor alive whom they supposed to be dead, they immediately set upon him, and were as quickly set upon by Sir Billy; and this being the justest cause he fought in, his success was answerable thereunto, for at the second stroke he cut the smith so deep a gash on the wrist as made him to drop his club, and quite disarmed him of any further resistance, which being by the tailor espied, he snatches up the smith's club, and seconded by Ricardo, they jointly set upon the other two; and now were many blows given and received on each side, [184] when old Gerion whose courage was still good, though his strength infirm, not loving to be idle when so necessary a work was to be done, being armed with a great walking staff, as commonly beggars go so guarded, he gave one of the rogues such a rap on the pate as made him to stagger, and seconding it with another, laid him at his feet streaking his heels; the third party seeing this, would have run for it, but being surrounded by them all four, he was forced to abide his fate, and whilst he was defending himself against old Gerion and Ricardo, who faced him with their weapons, Sir Billy being behind him, gave him such a wound on the head as fell* him to the earth, and sent his soul to dwell in the lower regions, there to inhabit with the damned in burning beds of steel, roasted in sulphur, and washed in deep vast gulphs of liquid fire.p. 91

The smith in the meantime, through the loss of so much blood as issued from his wound, was fallen into a deep swound, so that he seemed for the present to be enrolled in the regiment of Death, but his companion who had been knocked down by old Gerion, being of a strong robustious nature, reviving again, began for to bustle, as if he would again try for the victory; which being perceived by Sir Billy, he ran to him, and with his sword gave him such a blow on the head, as made him once more to measure his full length on the earth, and then setting his foot on his breast and the point of his sword to his throat, he said to him:

“Vile miscreant, or rather devil in hose and doublet, the impostume* of all corruptions and abstract of all wickedness, now will I send thy soul to be an inhabitant in the glooming dwellings of damned spirits, there to bathe itself in pools of scalding oil and sulphur, which thou hast worthily deserved by contracting such a load of guilt that lies heavy on thy blood-thirsty conscience.”

[185] The murdering villain hearing such thundering words, roared out like a town bull, craving and crying out for mercy, when a new crotchet coming into Sir Billy’s noddle, he said unto him:

“I yield thee mercy though unworthy of it, but upon condition that thou go and present thyself upon thy knees as vanquished by my victorious arm unto the lady of my affections, the most renowned Dulcina of Billerecay, and this you shall swear to do upon my sword.”

“I willingly yield to your conditions,” said the dissembling villain, “and shall swear faithfully to perform it.”

Whereupon Sir Billy let him rise and was about to give him his oath, which the young man perceiving, and that he intended to let him go:

“Sir,” said he, “it is not safe nor convenient so to do, for this man being a murderer, ought according to the law to be had before a justice of the peace, to be by him examined and secured, that he may receive the reward of his deserts.”

Sir Billy having heard what he said, with a vehement indignation replied:

“Thou speakest,” said he, “like one altogether ignorant of the laws of knight errantry; ought not the conquerer to dispose of the conquered as he pleases? Was not he subdued by the force of my invincible arm, and therefore to be by me disposed of according to my own will and pleasure; now since my valour whereby I conquered him came by the inspiration of my Lady Dulcina, ought not she in retribution thereof to have the honour of this submission, as being magnetically performed by her?”

“But this,” said the tailor, “is so notorious a villain; and his crime so capital that being once got free, he will never come near her, nor ever make any submission unless he be forced to do it to the gallows.”

“Why,” said Sir Billy, “have I not his oath to perform it?”

“His oath, quoth the tailor, is not to be regarded, for he who fears not to commit murder will make no conscience to forswear himself.”p. 92

[186] Whilst they were thus arguing the case, the constable of the parish, who had a warrant for the pressing of some soldiers, being guarded with four lusty men, came to that place, it being a common receptacle for sturdy loitering beggars and vagabonds; when beholding the floor imbrued with blood, and strowed with dead carcases, he demanded the cause of this so sad a spectacle? To whom Sir Billy being about to reply, he was interrupted by the tailor, who declared all the whole business in manner as you heard it before; and withal adding that Sir Billy being a knight errant, was resolved to send that murdering rogue that was alive to a certain lady named Dulcina, but earnestly desired his journey might be staid that the hangman might not be disappointed of his due.

“Yea,” said Sir Billy, “I am by profession a knight errant, my trade is to kill giants and dragons, and to relieve oppressed ladies and distressed damsels, to release captivated knights from their imprisonment, and to bring to confusion the hellish brood of necromancers and enchanters.”

“Sir,” said the constable “if you are so good for fighting, you will be the fitter to serve the king, and therefore I press you for his majesty’s service.”

“I understand,” said Sir Billy, “that thou art a constable but altogether ignorant in thy office, for if thou hadst read books of chivalry, thou wilt find that knights errant are subject to no king or* to no laws.”

“Sir,” said the constable, “if you are subject neither to king nor laws, then you are a vagabond and as a vagabond, I must apprehend ye.”

Sir Billy hearing his knighthood so vilified and degraded, was in a great rage, and drawing his sword, he bid the constable defend himself, for he should dearly abide the blasphemy he had uttered against so honourable an order, and thereupon began to [187] fall upon him with all his might. Ricardo and old Gerion seeing the madness of Sir Billy, stepped to him to have staid his hands, but the more they strived to hinder him, the more he laid on. The messenger that should have gone to the Lady Dulcina, seeing them thus to bestir themselves, betook himself unto his heels, which the tailor perceiving, cried out to follow him, whereupon they left off fighting, and ran after him, all but Sir Billy, who now was an absolute conqueror, at least in conceit.

The smith who had all this while lain in a swound, his soul now seemed to re-enter his body, and he freed from this counterfeit of death, rose up, and stood upright on his feet; and seeing Sir Billy with a wrathful countenance and a sword in his hand, he fell on his knees, and humbly implored his mercy.

“I grant you life,” said Sir Billy, “but upon condition that as your fellow before you hast engaged, you also present yourself on your knees, to my Lady Dulcina, as conquered by my victorious arm.”p. 93

By this time was the constable returned bringing the fellow along with him with his hands tied behind him; and to prevent further mischief, no sooner was he in the barn, but closing with Sir Billy, struck up his heels and disarmed him of his sword; whilst the others seized on the smith. The constable would also have tied Sir Billy’s hands had not Ricardo and old Gerion interceded for him. However, Sir Billy raved like a mad man for the loss of his sword, threatening the constable, whom he branded with the name of magician, sorcerer, necromancer, and a hundred such other names as he had read in books of knight errantry. The constable taking him for one whose brains were crazed, gave little regard unto his words, but told [188] him he should have his sword. Only in the meantime he must go before one of his profession, a righter of wrongs, a reliever of the oppressed, and who by virtue of a piece of paper can send a man to an enchanted castle, kept by furious giants, so strong and impregnable that none can deliver him out of it but he that is armed with the sword of justice.

“Show me one of those enchanted castles,” said Sir Billy, “and if I do not take it by my valour, and the strength of my unconquered arm, then let my name be for ever razed out of the honourable bead roll of knights errant, and I esteemed for a carpet knight, a mere toast and butter, afraid of my own sword, and affrighted with the clashing of my own armour.”

The constable hearing Sir Billy’s resolution, could not choose but smile, telling him he would help him to the fight of this enchanted castle, and now all parties being ready, laying the two dead bodies upon Sir Billy’s and Ricardo’s horses, and the two prisoners pinioned and guarded by the constable’s attendants, they set forwards towards a justice of the peace his house, where how they sped you shall hear in the chapter following.

inaskin] obs. Prison.

iiunviolably] obs. Inviolably.

iiiif] it 1694, 1699.

ivfell] rare. To cause (someone or something) to collapse to the ground.

vimpostume] rare. With reference to moral corruption in the individual.

vior] nor 1694, 1699.