Introducción
Charlotte Lennox: ser escritora en el siglo XVIII, una empresa quijotesca
Cristina Garrigós
Imaginemos una película que narre la peripecia vital de una mujer del siglo xviii, que nace en Gibraltar, cuya infancia discurre en Inglaterra y en su adolescencia es llevada a las colonias que el recién constituido Reino Unido posee en el continente americano. Su padre, militar de profesión, ha sido destinado allí. Esto le permite presenciar in situ el duro y controvertido proceso de colonización de los territorios de los nativos. Aunque los europeos llevan ya cien años asentados al otro lado del Atlántico y han intentado trasladar su modelo político y social, la vida en las colonias dista de ser parecida al prototipo original. Este entorno convulso propicia en nuestra protagonista el desarrollo de un espíritu libre y una mente inquieta. Siendo adolescente, regresa a Inglaterra y nunca más volverá a pisar el continente americano, pero jamás olvidará las experiencias vividas durante su estancia en las colonias. Al poco tiempo de regresar a las islas, tras ser acogida por varias damas de la alta sociedad, conoce a un joven que trabaja en una imprenta y contrae matrimonio. Una vez asentada en Londres, desarrolla una firme vocación de escritora, pues su verdadera motivación es convertirse en una autora reconocida dentro de una sociedad poco dispuesta a admitir mujeres en el seno de dicha profesión. Su vida transcurrirá entre la obsesión por el reconocimiento literario y las dificultades que esta decisión conlleva en lo vital, económico y personal, frente a las cuales nuestra protagonista nunca desfallece. Estos mimbres son suficientes para urdir una buena trama, pero no será necesario fabular. Esto que se ha narrado aquí sucintamente es la vida real de una gran mujer y escritora: Charlotte Ramsey Lennox.
Charlotte Lennox ha pasado a la posteridad como la autora de The Female Quixote, una novela que vio la luz en 1752 y que adaptaba el mito quijotesco a una protagonista femenina. Tanto esta obra, como su autora, contaron con una popularidad notable en su época, pero durante el siglo xix ambas fueron relegadas al olvido y apenas conocidas excepto en círculos muy restringidos. A pesar de que la obra de Lennox fue objeto de algunos estudios desde principios del siglo xx (Maynadier, Sejourné, Small, Isles), la autora no contó con un mayor reconocimiento entre el mundo académico hasta finales de los años 80, a raíz de la recuperación de la obra de escritoras por parte de críticas feministas, que propició la reedición de The Female Quixote de Margaret Dalziel, publicada por Oxford University Press en 1970, en la popular colección Oxford World’s Classics en 1989. A partir de ahí, han surgido numerosos estudios sobre su obra y gran parte de ella se ha reeditado, aunque aún está lejos de ser considerada una autora popular, como ocurre con muchas escritoras de su época.p. 5
El olvido y desconocimiento que existía en el siglo xix y parte del xx hacia la figura de Lennox y otras escritoras del xviii se debe, sin duda, a una estructura social patriarcal que fomentaba la creencia en la superioridad intelectual de los hombres. Ello ha motivado que las figuras señeras de la literatura británica de esa época fueran casi exclusivamente hombres, entre los que destacan Samuel Johnson, Samuel Richardson, Oliver Goldsmith, Daniel Defoe o Henry Fielding. Estos autores fueron aupados como los padres de la novela por Ian Watt en su canónica obra The Rise of the Novel (1957). No fue hasta años más tarde, a partir de estudios como los de Jane Spencer, Dale Spender, Sarah Nussbaum y Laura Brown, cuando la academia reivindica el papel de mujeres escritoras como Sarah Fielding, Elizabeth Carter, Elizabeth Montagu, Lady Mary Montagu, Fanny Burney, Sarah Scott o Hannah More, entre otras, como escritoras notables del siglo xviii. Gracias a esta nueva línea en los estudios literarios y culturales, se ha podido rescatar el nombre de muchas autoras y dado a conocer que la actividad literaria del siglo xviii británico no fue solo masculina.
Charlotte Lennox fue una escritora de reconocido prestigio en su época, con una prolífica actividad creativa, así como una mujer muy destacada en el ambiente intelectual del Londres de mediados del siglo xviii. Por tanto, es justo reconocerla como algo más que la autora de una novela notable, una labor que, como se ha señalado arriba, ha emprendido la crítica más reciente que la ha devuelto al canon de literatura inglesa del siglo xviii, donde ya la habían situado en su día críticas como Anna Laetitia Barbauld1. Gracias a la investigación sobre su vida y a los estudios sobre su obra, hemos podido conocer más detalles sobre una autora realmente fascinante, no solo por lo que vivió, sino por lo que narró y por su participación en la creación de una escena literaria. Resulta evidente que su vida y su obra merecen más atención, ya que su periplo vital le permitió participar en primera persona en una época de grandes cambios sociales, políticos y culturales y, en su vertiente profesional, fue una mujer que buscó, a través de la literatura, ejercer su libertad, desarrollar sus capacidades intelectuales al mismo nivel que los hombres de su entorno y poder vivir de ello.p. 6
1.Vida de la autora
Las investigaciones sobre la persona de Charlotte Ramsay apuntan a su nacimiento en Gibraltar. Se había especulado con que hubiera nacido en las colonias americanas, en concreto en Nueva York, ya que así figura en su esquela, con lo cual habría sido la primera novelista estadounidense, como defendieron algunos críticos (Maynadier, Sejourné). También se planteó la idea de que hubiera nacido en 1720, ya que así lo declaró la propia autora a la Royal Literary Society cuando solicitó una pensión. Sin embargo, existen las suficientes pruebas documentales que demuestran que Lennox, posiblemente acuciada por problemas económicos, pretendió tener más edad de la que tenía en realidad cuando hizo tal solicitud. Duncan Isles, editor de «The Lennox Collection», es partidario de la teoría que sitúa el nacimiento de la autora en Gibraltar entre 1729–1730. Como ya afirmé en la introducción que hice para la edición en español de esta novela, yo también comparto esa opinión, que es la misma que confirma su más reciente biógrafa, Susan Carlile, en Charlotte Lennox: An Independent Mind (2018). El libro de Carlile representa, a día de hoy, el estudio más completo sobre Charlotte Lennox e incluye una gran información biográfica y bibliográfica que amplía la de su anterior biógrafa, Miriam Rossiter Small. Según Carlile ha podido documentar, Charlotte nació pocos años después del segundo asedio por parte de los españoles al Peñón de Gibraltar, una situación que motivó que enviaran allí al padre de Charlotte, James Ramsay, un militar de origen escocés, para luchar en esa contienda. Está documentado que el teniente capitán Ramsay se trasladó a Gibraltar en 1727 con su esposa, Catherine, una mujer de clase alta de origen irlandés, y allí habría nacido Charlotte, entre marzo de 1729 y marzo de 1730, como propuso Carlile en «Charlotte Lennox’s Birth Date and Place».
Charlotte habría vivido apenas un año en el Peñón, ya que, una vez sofocada la revuelta, su padre fue enviado de nuevo a Inglaterra, posiblemente cerca de Londres, donde permanecería nueve años hasta que recibió el encargo de ocuparse del fuerte de Albany, en Nueva York, y allí se trasladó con su familia en 1739. Charlotte tendría entonces cerca de diez años y viviría en las colonias americanas unos tres años que supusieron para ella una etapa transcendental en su vida, ya que durante los mismos entró en contacto con personas de distintas culturas. La Norteamérica colonial cobra gran importancia en dos de las obras que escribe Charlotte: su primera novela, The Life of Harriot Stuart (Written by Herself), que publica con veinte o veintiún años, y la última, Euphemia, con sesenta años. En ellas narra el ambiente en las ciudades de Nueva York y Albany, describe la vida en el fuerte y comenta con gran lujo de detalles los modos de vida de los nativos americanos, los esclavos africanos, así como de los holandeses e ingleses que estaban comenzando a construir los Estados Unidos que conocemos hoy en día.
La curiosidad intelectual de Charlotte la lleva a distanciarse de su madre, cuya enfermedad en los ojos durante su infancia (posible miopía o estrabismo) había hecho que apenas supiera leer y que despreciara, por ignorancia, todo aquello que tenía que ver con los libros. Ello la llevó a una relación distante con Charlotte, cuya curiosidad intelectual era fomentada por su padre y hermano, y a que mostrara favoritismo por su otra hija, Elinor, más interesada por cuestiones apropiadas para una mujer, como la preocupación por la ropa y por su aspecto físico, con el fin último de encontrar marido. Charlotte, en cambio, demostró desde muy joven un espíritu independiente que la hacía despreciar las costumbres más frívolas y las expectativas que la sociedad tenía para las mujeres y, en lugar de ello, decidió cultivar su enorme curiosidad por las letras y una afición precoz por la escritura. Se cuenta de ella que su primer poema lo escribió cuando era tan joven que puso Zephyr con C porque no sabía aún escribir la letra Z. Sea esto verdad o no, es indiscutible que el interés de Charlotte por la literatura comenzó desde una temprana edad y que fue adquiriendo cada vez más importancia en su vida, sobre todo a partir de su llegada a Inglaterra en 1743, donde volvió con apenas catorce años.p. 7
Existen diversas teorías sobre los motivos que llevaron a la joven Charlotte desde las colonias americanas a Londres. Algunos estudios apuntan a que la enviaron a Inglaterra para disuadirla de una excesiva afición por los libros (Cave), o que la enviaron a Europa para completar su educación (Small), mientras que otras fuentes señalan que la muerte de su padre, que falleció el 10 de marzo de 1742, dejó a la familia en una situación económica precaria por la que tuvo que hacerse cargo de ella una tía. Carlile documenta este periodo de la vida de Charlotte y concluye que, tras la muerte de su padre, la falta de entendimiento entre madre e hija, así como el poco interés de Charlotte por cuestiones femeninas, hizo que la familia aceptara la invitación de una tía en Inglaterra que se había ofrecido a acoger a la joven para darle una educación y formarla con idea de que fuera una dama de compañía para ella y, posiblemente, para damas de la clase alta. Sin embargo, una vez que Charlotte llegó a Inglaterra, se encontró con que el hijo de su tía había muerto y esta se hallaba sumida en una depresión que la conduciría a la muerte. Alejada de todo vínculo familiar, y sin deseo ni posibilidad de volver a las colonias americanas, varias familias se ofrecen para hacerse cargo de ella. Es así como, desde 1743 hasta 1747, año en el que se casa, vive con diversas señoras de la aristocracia, como Lady Cecilia Isabella Finch, la Condesa de Rockingham o la familia Luckyn de Messing Hall, Essex.
Los contactos iniciales de Charlotte Ramsay con la clase social acomodada son constatables, a pesar de que, como veremos, ello no significa que viviera siempre en un ambiente privilegiado. A medida que pasan los años y, sobre todo, a raíz de su matrimonio, Charlotte a menudo se encuentra en un estado de precariedad económica, una situación muy frecuente entre las mujeres de aquella época, muy limitadas para conseguir fondos por una situación legal que las hacía depender del marido o el padre. En ese sentido, el marido de Charlotte y padre de sus hijos, Alexander Lennox, con el que contrae matrimonio el 6 de octubre de 1747, con apenas dieciocho años, aparece retratado en los diversos estudios sobre la autora como un hombre cuya presencia se considera poco beneficiosa para ella y fuente de preocupaciones personales y económicas (Small, Spencer). El amargo retrato que hace la autora del matrimonio en su última novela, Euphemia, ha sido interpretado como el reflejo de la mala relación de la pareja, que acabó en separación poco antes de la muerte de la autora (Maynadier, Sejourné, Small). Sin embargo, Carlile señala en su biografía que la relación de Charlotte con Alexander no siempre fue mala y que él fue un importante apoyo en los esfuerzos de la joven por establecer su carrera como escritora. p. 8
Cuando le conoció, Alexander Lennox era un escocés que trabajaba para William Stratham, un impresor muy destacado a través del cual la autora posiblemente entraría en contacto con Samuel Johnson, amigo de Stratham y de su socio, Andrew Millar (Small 7). Al poco tiempo de conocerlo, contrajeron matrimonio, quizá en parte debido a los problemas que la propia Charlotte tenía con las familias con las que vivía, ya que el carácter fuerte e independiente de la autora no se llevaba bien con la docilidad y sumisión que se esperaban de una dama de compañía. Una vez casada, la autora pensaría que podía tener la vida independiente que deseaba, pero eso no resultó del todo cierto. Todos los críticos que han estudiado la correspondencia de la autora y la documentación relacionada con su vida describen al marido de Lennox como un hombre cuyo carácter y aficiones le hacían difícil conservar un trabajo estable. Sus numerosas deudas, que ocasionaban que la familia tuviera que cambiar de domicilio con frecuencia, no ayudan a la autora en su deseo de conseguir una estabilidad personal y económica. Algunos estudiosos han considerado la abundante producción de Lennox como fruto de los problemas económicos que tenía debido al carácter de su marido y la incapacidad de este para mantener a la familia. Según esta lectura, la gran actividad literaria de Charlotte Lennox sería fruto de la premura por cuestiones alimenticias. No cabe duda de que la correspondencia de la autora manifiesta estas preocupaciones, pero parece también indiscutible que existía en la escritora una innegable vocación y sana ambición de convertirse en escritora como profesión desde muy joven.
Su labor como escritora comienza una vez abandona el hogar de sus protectoras y, tras trabajar brevemente como actriz, escribiendo en primer lugar poesía (dedicó su primera publicación, Poems on Several Occassions [1747] a su protectora Lady Cecilia Isabella Finch). Tras este primer libro, la actividad literaria de Lennox se desarrolla principalmente en el ámbito de la prosa: es autora de seis novelas, dos obras de teatro propias y una exitosa adaptación teatral. Traduce varios textos históricos y literarios del francés y es editora de un estudio sobre las fuentes de Shakespeare, Shakespeare Illustrated (1753–54), así como de una revista para mujeres, The Lady’s Museum (1760–61). Como se puede observar, a lo largo de su vida Lennox desarrolla una gran actividad que, a pesar de ser reconocida en su época, no se vio recompensada con la tranquilidad económica que merecía. Sin embargo, es preciso destacar su empeño por ejercer una labor profesional que, en aquel entonces, no parecía destinada para las mujeres si no era como mero entretenimiento. p. 9
Susan Carlile señala que parte del problema de la autora para conseguir financiación tenía que ver con un carácter fuerte, lo cual le ocasionó desacuerdos con varios mecenas y, en particular, con algunas de las mujeres que la habían ayudado. Así lo relata al menos Lady Mary Wortley Montagu en una carta en la que critica la ingratitud de Lennox hacia la que había sido su protectora, Lady Isabella Finch, a la que satiriza en el personaje de Cecilia de su primera novela, The Life of Harriot Stuart (Small 6). Laetitia Matilda Hawkins también critica su comportamiento con Giuseppe Baretti, que la ayudó a aprender italiano para rastrear las fuentes de Shakespeare. Es evidente, como ya se ha dicho antes, que la búsqueda de Lennox de protección y ayuda tanto en lo económico como en lo literario no significó que asumiera una actitud sumisa. Su postura en cuestiones religiosas tampoco la benefició. Alison Conway señala que, a pesar de que, a primera vista, Lennox parecía tener una postura ortodoxa y anticatólica típica de la época, un estudio de su obra en profundidad refleja que la autora llegó a cuestionar ciertos preceptos de la Iglesia Anglicana. Lennox fue, sin duda, una mujer con una mente propia e independiente, como indica el título del libro de Carlile y ella misma reconoce en una carta a David Garrick, donde indica que no siempre sigue «las reglas de la buena educación» y se presenta a sí misma como «arrojada y atrevida cismática», con una reputación de franqueza y sinceridad2. Su talante orgulloso ha sido recriminado por algún crítico como «agresión profesional poco femenina» (Catto 41).
A las dificultades económicas de Lennox hemos de unir las de salud, a las que apunta en cartas a sus amistades de los años 1750–1766, y que fueron una constante en su vida a partir de la treintena. En esa época, además, da a luz a su hija Harriot (o Henrietta) Holles (1765–1783). A pesar de que se casó muy joven, con apenas dieciocho años, esperó casi veinte años de relación con Alexander para ser madre. Al nacimiento de su hija Harriot se uniría el de su hijo George en 1771. Como señala Carlile, si el nombre de su hija recuerda al de la protagonista de su primera novela, el de su hijo parece rendir homenaje al rey en un momento político en el que le podía interesar no señalarse demasiado como «rebelde» (244). Lennox era conocida defensora de la justicia y, de hecho, se especula sobre su apoyo a la causa de los rebeldes de las colonias americanas. Cuando nació George, trabajaba seguramente como ama de llaves de la sede de la Royal Academy en Londres, donde estaba rodeada de un ambiente intelectual en el que podía trabajar y vivir con sus hijos, aunque las reformas en el edificio la obligaron a abandonarlo. En los últimos treinta años de su vida, desde 1772 al año de su muerte, 1804, Charlotte Lennox trabajó en el servicio de aduanas (1773–1782) y, al parecer, se separó finalmente de su esposo. La profesión de Charlotte Lennox como escritora fue reconocida por el Royal Literary Fund, que le otorgó una pensión con la que vivió desde 1792 hasta su muerte en 1804, a los setenta y cinco años. Con su hijo George en América y sin su hija Harriot, que había fallecido, Charlotte Lennox murió sola, al parecer en condiciones de gran precariedad económica, y fue enterrada en una fosa común en Broad Chapel, Westminster. p. 10
2. La mujer escritora en el siglo XVIII
Como nos recordaba Virginia Woolf en su famoso ensayo «A Room of One’s Own» (1929), es evidente la ausencia de mujeres cuyos nombres hayan trascendido a la posteridad a lo largo de la historia de la literatura inglesa, desde sus inicios hasta principios del siglo xx. Escritoras como Jane Austen o las hermanas Brontë obtuvieron el reconocimiento de la crítica y del público, pero hablar de mujeres cuya profesión es la literatura, es decir, que viven de ello, no deja de ser complejo. Esto es en parte debido a que pocas mujeres tenían acceso a la educación y, en el caso de tenerlo, la producción literaria no les garantizaba una independencia económica, entre otras cosas, porque no eran dueñas de su obra. Sea como fuere, el siglo xviii es el momento clave en la emergencia y profesionalización de la mujer escritora, como parte de un proceso más amplio de incorporación de la mujer al mercado literario no solo como escritora sino también como lectora. Así lo puso de manifiesto el estudio pionero de Jane Spencer, The Rise of the Woman Novelist: From Aphra Behn to Jane Austen (1986), que situó a Aphra Behn (1640–1689) como precursora de la mujer escritora profesional.
Aphra Behn es, en efecto, reconocida como la primera escritora profesional. A partir de ahí, durante años, pocas mujeres del siglo xviii fueron consideradas en su tiempo no ya profesionales, sino siquiera relevantes. Estudiosos como Jane Spencer, Dale Spender o Cheryl Turner mencionan a Fanny Burney, Ann Radcliffe o Mary Wollstonecraft como grandes figuras de la centuria, junto a autoras menos conocidas, como Mary Mitchell Collier, Mary Davys o Charlotte Lennox. Otros nombres que se han rescatado son los de Elizabeth Elstob, Sarah Robinson Scott, Mrs. Ferrier, Eliza Fenwick, Elizabeth Hamilton, Mary Hays, Sarah Fielding, Frances Sheridan, Harriet y Sophia Lee (Turner 6). Asimismo, se ha destacado la importancia de autoras como Charlotte Smith, Maria Edgeworth, Clara Reeve, Delarivière Manley, Eliza Haywood, Jane Barker, Penelope Aubin, Elizabeth Rowe o Elizabeth Inchbald, cuyos logros fueron aplaudidos por la crítica de la época. La contribución de las mujeres a la producción literaria del siglo xviii, a pesar de haber quedado eclipsada durante años por la de autores como Samuel Richardson, Henry Fielding, Tobias Smollet o Samuel Johnson, queda patente y se confirma con el éxito comercial de escritoras como Fanny Burney, Ann Radcliffe, Clara Smith o Clara Reeve. Como afirma Turner, «el efecto acumulativo de un creciente número de mujeres novelistas que se incorporaban al mercado literario, sin que ello significara una amenaza para su respetabilidad, significó su ingreso acelerado desde mediados de los 80 y que la literatura se convirtiera en objetivo para la ambición femenina» (53). Sin embargo, no era fácil para una mujer establecerse como escritora, pues se enfrentaba a numerosos obstáculos.p. 11
Los contactos con el mundo literario eran fundamentales para tener éxito. Como señala Turner, algunas autoras pertenecían a una clase social privilegiada. Entre ellas, podemos señalar a escritoras como Susannah Gunning, Ellis Cornelia Knight o Fanny Burney; otras, sin ser de clase social elevada, tenían contacto con importantes figuras literarias. Ese es el caso de Charlotte Lennox, como veremos más adelante. Dos escritores fundamentales en este sentido son Samuel Johnson y Samuel Richardson. Richardson tiene conversaciones frecuentes con escritoras como Charlotte Lennox, Sarah Fielding, Jane y Margaret Collier, Frances Sheridan, Laetitia Pilkington, Susanna Highmore y su hija, la poeta e ilustradora Susanna Duncombe, con las que comparte sus inquietudes literarias y sus propios textos, y a las que aconseja sobre sus obras (Turner 107). Del mismo modo, Samuel Johnson es una figura muy importante que ayuda a muchas mujeres a establecerse como escritoras, ya que él mismo había pasado por ciertas dificultades iniciales. Por ello, a pesar de que a Johnson no le parecía bien que las mujeres fueran predicadoras, cantantes (profesionales) o pintoras de retratos, no tenía objeción alguna para las mujeres que querían ser escritoras y, al contrario, las apoyaba. Declaró su admiración en numerosas ocasiones por autoras como Elizabeth Carter, Hannah More y Fanny Burney, y apuntó que consideraba a Charlotte Lennox superior a las anteriores3. La amistad de Lennox con Johnson fue una constante a lo largo de la vida de ambos autores y duró cuarenta años, hasta la muerte del escritor en 1784. Ambos mantuvieron una nutrida correspondencia en la que se hace evidente el apoyo del autor del Diccionario de la lengua inglesa y su admiración por el talento de Lennox. También compartían una posición escéptica hacia la religión y la creencia de que el esfuerzo continuo habría de verse recompensado más allá de las limitaciones sociales impuestas por el nacimiento.
Un grupo importante de mujeres que ha pasado a la historia como precursoras del feminismo es el formado por las Bluestockings [medias azules], del que formó parte la propia Lennox. Este grupo fue creado alrededor de Elizabeth Montagu, Elizabeth Vesey y Frances Boscawen a mediados de siglo xviii con el fin de organizar tertulias literarias en las que hablar y debatir sobre temas culturales y de todo tipo habitualmente vedados como tema de conversación a las mujeres, al menos en la esfera social. Aunque las anfitrionas eran mujeres de una clase social elevada con un interés por la educación femenina, los hombres eran bienvenidos. De hecho, fue este interés de las Bluestockings en mejorar la educación de las mujeres lo que ha hecho que hayan sido consideradas antecedentes del feminismo inglés, anteriores a la figura de Mary Wollstonecraft, escritora y filósofa, autora del libro Vindication for the Rights of Women [Vindicación de los derechos de la mujer], publicado en 1792 y considerado la primera obra que, como su nombre indica, reivindica la igualdad de la mujer ante el hombre. Sin embargo, el feminismo de Wollstonecraft tenía una carga más social y política que el de las Bluestockings. De hecho, estaba prohibido hablar de política en las reuniones de estas. Su interés era fundamentalmente pedagógico y literario.p. 12
La reivindicación de las mujeres escritoras era un tema de conversación frecuente en estos círculos, como se recoge en el poema «The Female Advocate» (1774) de Mary Scott. En el poema se alaban los logros de autoras contemporáneas como Anna Laetitia Barbauld, Lucy Aikin, Mary Chudleigh, Sarah Fielding, Ann Killigrew, Catherine Macauley, Catherine Parr, Helen Maria Williams y Philis Wheatley. Una reseña de este poema, publicada en la Monthly Review en 1774 alude a las «nueve musas británicas» que han superado a las griegas por su «genialidad» (vol. 50, p. 243). Esta declaración de genio inspira el famoso cuadro de Richard Samuel, titulado en su versión impresa The Nine Living Muses of Great Britain (1778), en el que retrata a algunas de las mujeres que participaban en estas tertulias literarias, representadas como las musas de las artes (vid. figuras 1 y 2). Este cuadro incluye a Anna Laetitia Barbauld, Elizabeth Carter, Elizabeth Griffith, Angelica Kauffmann, Catharine Macauley, Elizabeth Montagu, Hannah More, Elizabeth Ann Sheridan y Charlotte Lennox. Todas ellas eran intelectuales reconocidas en su época.
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Entre las mujeres que aparecen en el cuadro de Samuel, destaca Anna Laetitia Barbauld, escritora y crítica literaria, y autora de la serie British Novelists (1810), que recoge en cincuenta volúmenes las novelas más relevantes de Reino Unido. Barbauld incluye, por supuesto, las de Richardson, Goldsmith, Johnson, Fielding, y Walpole, pero también las de autoras como Charlotte Smith, Fanny Burney, Elizabeth Inchbald, Ann Radcliffe, Maria Edgeworth y Charlotte Lennox (los volúmenes 24 y 25 son The Female Quixote). Esto demuestra el esfuerzo de Barbauld por incluir a las mujeres en el canon literario británico (Moore), esfuerzo que, además, recoge una realidad, pues el número de novelistas que eran mujeres había crecido desde un 14% en 1770 hasta alcanzar un 39% en 1790 (Carlile 336). El gran número de escritoras que publicaron en la segunda mitad del siglo xviii demuestra el interés de las mujeres por la literatura y el reconocimiento que quienes se dedicaban a esta profesión empezaron a obtener entre el público. Tanto las bibliotecas de préstamo, como los editores y las revistas de la época fomentaban el interés por cuestiones relacionadas con las mujeres.p. 14
Mientras que críticos como Frank Donoghue señalan que hacer carrera literaria en el siglo xviii era una labor totalmente masculina, Betty Ann Schelenberg afirma que autoras como Lennox o Sarah Fielding buscaban ser escritoras profesionales, es decir, poder vivir de ello, y no concebían la producción literaria como un mero pasatiempo o afición para mujeres ociosas. En opinión de esta crítica, ambas consiguieron su propósito. Sin embargo, vivir de la literatura no era tarea fácil. Nunca ha sido fácil, es cierto, y aún en nuestros días resulta complicado para hombres y mujeres, pero en el siglo xviii, como señala Turner, para conseguir una cantidad equivalente a 50 libras, que equivaldría a un salario para mantener un nivel de vida medio-alto, las autoras tenían que publicar unas diez novelas al año, una cantidad imposible (incluso la prolífica Eliza Haywood solo lo consiguió un año), o publicar todo tipo de piezas, es decir, ensayos, traducciones, etc., que fueran remuneradas. Eso explicaría que cuarenta y siete de las cincuenta escritoras de esa época incluidas en el Dictionary of National Biography practicaran otros géneros, además de la novela4. Trece de ellas publicaron poesía, obras de teatro, traducciones, artículos periodísticos, etc., además de escribir novelas, y de ellas, solo diez se pueden considerar escritoras profesionales. Ese fue el caso de Charlotte Lennox, que es una de ellas.
3. Obra narrativa: hacia The Female Quixote
Si bien Lennox probó suerte con todos los géneros literarios, es preciso destacar la importancia de su producción novelística. Como se ha mencionado más arriba, a lo largo de su vida Lennox publicó seis novelas: The Life of Harriot Stuart (1750), The Female Quixote (1752), Henrietta (1758), Sophia (1762), Eliza (1766) y Euphemia (1790). La preocupación de la autora por representar personajes femeninos es evidente en los títulos, pues todas ellas narran historias en las que las mujeres son las protagonistas. Este interés por lo femenino es evidente también en la abultada producción ensayística de Lennox sobre la educación de las mujeres y sobre figuras históricas femeninas, así como en sus poemas, la mayoría dedicados a mujeres. Además, todas las protagonistas de las novelas de Lennox tienen en común unas características concretas, pues son mujeres con una gran personalidad y determinación, así como una gran cultura, quienes, en muchas ocasiones, parecen tener mucho en común con la autora, de la que a veces toman ciertos elementos autobiográficos. Como afirma Carlile, las mujeres de Lennox son inteligentes, cultivadas, con un gran encanto y espíritu independiente, que las hace preocuparse por su intelecto más que por su físico, e incluso evitar situaciones de peligro para ellas, como el rapto o la violación, gracias a una actitud valiente, al contrario de otras protagonistas de la época (8). Esta estudiosa añade que las protagonistas de Lennox no eran víctimas. No escribía historias sentimentales, sino que utilizaba la sátira para criticar un sistema con el que no estaba de acuerdo. El matrimonio, tema central de muchas novelas de la época, no aparece idealizado.
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La primera novela que escribe Lennox, The Life of Harriot Stuart (Written by Herself), publicada en 1750, parece tener claros tintes autobiográficos. Narra la vida de Harriot, la protagonista, que llega a América procedente de Irlanda, al ser nombrado su padre vicegobernador de la colonia de Nueva York, y allí la protagonista, con trece años, descubrirá un mundo lleno de aventuras. Como la propia autora, recibe la oferta de una tía para desplazarse a Inglaterra tras la muerte de su padre y así aliviar el precario estado económico en el que quedan la madre y los hermanos. Durante la travesía hacia Inglaterra, la imaginación de la joven escritora recrea episodios de aventuras, que incluyen el ataque de un buque español. Una vez allí, Harriot vive diversas aventuras con tintes románticos y se defiende frente a los ataques de aquellos desconocidos que intentan aprovecharse de su inocencia. Esta situación se sucederá a menudo en las obras de Lennox, pero siempre saldrá victoriosa la protagonista. Harriot se resiste a casarse con el hombre que han elegido sus padres y finalmente, tras diversos acontecimientos, se casa con el que ella ama, una vez que este renuncia al catolicismo para convertirse en protestante, como era requisito de su familia. Sin embargo, pese a lo que esta sinopsis pueda sugerir, la obra no es solo una novela romántica, pues nos encontramos aquí con una protagonista independiente con las ideas muy claras, que se resiste a los designios de sociedad y familia para ella y se convierte, como la propia autora, en dueña de su destino. Es difícil no ver en ello una alusión irónica a los consejos de su propia madre, con la cual ya hemos visto que tuvo una difícil relación. Esta se ve reflejada en la comunicación entre la madre y la hija en Harriot Stuart.
The Life of Harriot Stuart, como señala la crítica más reciente, tuvo un éxito notable en su día y es considerada por algunos críticos como la primera novela norteamericana, puesto que su autora vivió en las colonias y gran parte de la acción se desarrolla allí. Es famosa la anécdota que relata la fiesta que organizó Samuel Johnson en un pub para celebrar la publicación de esta primera obra de Lennox, en la que se le impuso a la autora una corona de laurel, reafirmando su valía como escritora. Como se ha dicho antes, la amistad con Johnson fue constante en la vida de Lennox y fue él también quien la animó a escribir The Female Quixote, novela que fue publicada de forma anónima por Andrew Millar en marzo de 1752, cuando la autora contaba con veintitrés años.
En esta novela se desarrollan varios de los temas que la autora había tratado ya en Harriot Stuart, tales como el matrimonio, las relaciones amorosas, las convenciones sociales y la educación de las mujeres. Asimismo, la novela desarrolla el tema cervantino de la relación entre lectura y fantasía, que Lennox conocía por propia experiencia, habida cuenta de la reticencia de su madre a la lectura, y que aquí proyecta en una joven que carece de guía. La protagonista, Arabella, huérfana de madre, vive recluida con su padre en la campiña inglesa y esa falta de contacto con la sociedad hace que busque refugio en la biblioteca de su madre, formada principalmente por romances heroicos que llenan su cabeza de ideas peregrinas sobre el amor y la relación entre hombres y mujeres5. Es inevitable, al conocer la biografía de la autora, ver aquí una alusión irónica, pues su madre no le permitía la lectura de estas mismas obras con argumentos parecidos. Era este, además, un tema popular en la época, pues es frecuente encontrar textos que critican la lectura de los romances y que los consideran perjudiciales para las mujeres. p. 16
La autora aborda en esta obra muchos de los temas que serán recurrentes en su producción literaria, es decir, los relacionados con las mujeres, principalmente con su educación y matrimonio. Arabella es, como muchas de las protagonistas de Lennox, una joven con nobles ideales que no soporta el comportamiento hipócrita de la sociedad, características que, al parecer, Lennox compartía con sus personajes. La novela nos presenta a una protagonista obsesionada por la aventura romántica, que adquiere tintes de fantasía femenina a través de la cual las mujeres sueñan con salir de los moldes establecidos para ellas y de una vida rutinaria y monótona. Al mismo tiempo, Arabella es una joven que rechaza casarse con Glanville, con el que finalmente acabará desposada, simplemente porque han sido su padre y sus tíos los que han tomado la decisión por ella. Como afirma la protagonista al principio de la novela: ¿Qué dama de romance se casaría con el hombre elegido para ella? (I.8).
The Female Quixote supuso un éxito tal de crítica y público que fue reeditado ocho veces, traducido a tres idiomas (alemán, francés y español) y publicado en siete editoriales extranjeras en vida de la autora. Henry Fielding escribió una reseña muy positiva sobre ella en la que alababa que la protagonista fuera una mujer joven, así como el desarrollo del argumento. En su opinión, la novela de Lennox era una obra «de verdadero humor, que no deja de proporcionar una moral y distracción agradable para cualquier lector, que se verá instruido a la par que entretenido»6. Escritoras contemporáneas de Lennox, como la Sra. Talbot, lo consideraron «un libro que prometía diversión asegurada […] bastante ingenioso y nada indigno»7, pero también fue motivo de crítica. Por ejemplo, Clara Reeve consideró que la novela de Lennox había aparecido demasiado tarde, pues, para cuando se publicó, los romances heroicos ya habían dejado de ser populares (Langbauer 64). Los romances eran una lectura que propiciaba la evasión, trasladando a los lectores a mundos de aventuras, hazañas imposibles y pérfidas venganzas. Charlotte Lennox combina en su novela las alusiones a estos con técnicas narrativas propias de los mismos, como las digresiones y largas disquisiciones en un lenguaje ampuloso, que emplean personajes como Sir George o la propia Arabella.
Anna Laetitia Barbauld, editora de la colección The British Novelists, en la que incluye The Female Quixote, encuentra las digresiones excesivas y critica la falta de sentido de la sátira, así como la lección moral al final de la obra, pero parece evidente que la consideraba una novela notable, ya que decidió incluirla entre su selección de las mejores novelas británicas. La misma opinión le merece a la misma Jane Austen, quien confesaría que la lectura de esta novela entretenía sus tardes y que la consideraba «una obra muy buena» (Small 87). En general, la mayoría de los críticos de la época coinciden en que, a pesar de los fallos, es una novela original y divertida, con personajes bien construidos, peripecias entretenidas y un estilo depurado. Esa es la opinión de la crítica moderna, por ejemplo, de Dale Spender, que no comprende cómo no se le concede más atención a una obra que explora, como ninguna de Defoe, Richardson o Fielding, la naturaleza de la realidad, y cómo pueden adquirir los seres humanos visiones tan distintas de la misma (203). Del mismo modo, para Helen Thomson «The Female Quixote examina la naturaleza misma de la narrativa, su relación con la imaginación y los sentimientos, así como con el mundo real» (114). Thomson considera que, tras la crítica a los romances y la sumisión a un modelo de realidad masculino cartesiano, representado por las voces de autoridad en la novela (el padre de Arabella, su tío, su primo, el clérigo), subyace la admiración por una forma literaria en la que la voluntad del hombre depende de la de la mujer. p. 17
En The Female Quixote se dirime la diferencia entre romance (ficción) e historia (realidad) en el contexto del surgimiento de un nuevo género, la novela. Arabella confunde ambas puesto que su conocimiento deriva de la ficción. Del mismo modo, Lennox se vincula al personaje de Arabella al ser ambas lectoras voraces de romances. Es evidente que la autora conoce bien las obras que lee Arabella y que, como se ha dicho antes, es consciente de que el exceso de lectura, especialmente de ciertas obras, se considera perjudicial para las mujeres. En palabras de Langbauer, «Arabella es la lectora ideal, completamente entregada al texto, demostrando así el poder del romance, un poder que la novelista desea también para su propia obra» (30). Como Arabella, Lennox desea ser protagonista de su historia.
4. Obra narrativa: tras The Female Quixote
La siguiente novela que escribió Charlotte Lennox después de The Female Quixote fue Henrietta (1758). La protagonista, cuyo diminutivo es Harriet o Harriot, tiene el mismo nombre que la hija de Lennox y la Duquesa de Newcastle, su protectora cuando llegó a Inglaterra. De nuevo, vemos aquí elementos autobiográficos, así como la influencia de Richardson y Fielding, como sugieren Perry y Carlile en la introducción a la edición moderna de la novela. Henrietta es una gran lectora que lee Joseph Andrews, la novela de Henry Fielding, tres veces. Perry y Carlile destacan la novela como un bildungsroman en el que la joven protagonista abandona su hogar familiar, huyendo de la perspectiva de un matrimonio que no desea, y busca trabajo como dama de compañía de una acaudalada señora en Londres. El tema de la religión, concretamente el rechazo a convertirse al catolicismo para conseguir heredar la fortuna de su tía, de nuevo aparece en el argumento de la novela, así como una referencia al desagrado de la tía por la lectura de los romances, que considera fuente de corrupción, como ha analizado Alison Conway. Finalmente, Henrietta se termina casando con el hombre que ama, no sin antes demostrar su carácter y su determinación a no cambiar de opinión por motivos económicos o sociales impuestos. Aunque la autora trata a la protagonista con humor, al igual que en sus novelas anteriores, la sátira no se dirige contra ella, sino, como señala Carlile, principalmente contra sus patronas, probablemente como reflejo de su propia experiencia. En esta novela hay una crítica a una clase social privilegiada que se cree superior y desprecia a las mujeres venidas a menos económicamente, como la propia autora, y dependientes de su generosidad. De hecho, tanto esta novela como la siguiente, Sophia, no tienen dedicatorias, como era costumbre en aquella época, una prueba más del carácter independiente de Charlotte Lennox.
Sophia fue publicada en 1762, aunque una versión anterior, titulada The History of Harriot and Sophia, había sido publicada por entregas, como veremos más adelante. Sophia es, según Susan Kubica Howard, la novela más sentimental de la autora («Sophia» 162). Sin embargo, al incorporar ese modo literario, de nuevo parece que Lennox buscaba hacer una crítica de esta clase de ficción didáctica y sentimental (Schürer). En esta obra, mientras que Harriot no soporta la lectura, su hermana Sofía es una joven intelectual muy diferente, que parece no encajar en la idea de mujer que tiene su madre y que convence a esta para que la envíe a estudiar con una tía lejana. De nuevo nos encontramos aquí con elementos autobiográficos y con otra mujer joven que, alejada de su entorno familiar, debe hacer su vida independiente. Al final de la novela, la capacidad intelectual y la resiliencia de la joven se ven recompensadas, mientras que hay una crítica a los intereses sociales y a las preocupaciones superficiales y mundanas de las personas. La crítica de la época reconoció que la novela era elegante, con personajes y situaciones bien construidos, y que ejemplificaba el triunfo del ingenio y la virtud sobre la belleza (Carlile 214). p. 18
The History of Eliza (1767), la penúltima novela de Lennox, publicada después de su maternidad, se diferencia de las novelas anteriores en que su protagonista está casada. La novela ofrece, por tanto, un retrato de la vida marital en el que el esposo es un hombre que ama profundamente a Eliza, pero al que le gusta mucho la vida social. Las dificultades a las que el matrimonio se enfrenta por su situación económica se vencen al final gracias al amor de la pareja y los protagonistas son recompensados con la llegada de un bebé y de una herencia. La propia autora aparece en la novela para decirle a los lectores que no puede concluir sin un final feliz, como era costumbre en las novelas. Durante varios años, se discutió si esta obra, publicada de forma anónima, pertenecía a Charlotte Lennox (Small, Isles), pero la investigación más reciente así lo demuestra, como afirma Norbert Schürer («A New Novel by Charlotte Lennox»). Esta novela comparte muchos de los temas característicos de la autora, tales como las aventuras de la protagonista antes de su matrimonio, las relaciones entre hombres y mujeres, así como entre personajes femeninos de diferente talante, la coquetería femenina, además de alusiones a las colonias británicas, aunque en este caso sean las Indias Occidentales.
La última obra de Lennox, Euphemia (1790), retoma el tema de las colonias. Elizabeth Tasker-Davis considera que esta novela, a pesar de ser menos conocida, es comparable a Oronooko de Aphra Behn, otro ejemplo de texto transatlántico, aunque afirma que el de Lennox, publicado un siglo más tarde que el de Behn, es más personal y optimista. Según esta crítica, la diferencia entre ambas obras ilustra el cambio desde el simbolismo del romance a una subjetividad femenina más realista a través de la cual la autora refleja la vida una mujer en las colonias como madre, esposa y amiga (34). Publicada cuando la escritora tiene ya unos sesenta años, la novela se sitúa en 1740, antes de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, y la protagonista no es ya una joven romántica sino una mujer madura, desencantada con su matrimonio, que sigue a su marido militar a las colonias americanas. Como dice Susan Kubica Howard, tanto Euphemia como Harriot Stuart ofrecen un interesante retrato de la vida colonial americana y representan una aportación muy original a las letras dieciochescas, pero mientras que en la primera escaseaban las descripciones detalladas, en Euphemia hay un mayor desarrollo de la representación del entorno americano, con detalles de la vida en Albany y las costumbres de los nativos americanos y los colonos (273). Una reseña aparecida en 1790 en The Critical Review, a raíz de su publicación, apunta que la novela aporta una narrativa pintoresca sobre un territorio que resultaba a la vez cercano y lejano a los lectores ingleses (vol. 70, pp. 81–83). El uso de la narrativa epistolar, una técnica novelística muy popular por aquel entonces, le permite, además, a Lennox reflejar los pensamientos y experiencias que Euphemia tiene en su estancia en América a través de las cartas que le dirige a su amiga Maria Harley. Aunque las cartas reflejan en su mayoría pensamientos domésticos y románticos, el uso que hace Lennox de esta forma es político, pues pone en cuestión las formas culturales que han silenciado a las mujeres a lo largo de los años (Howard 274). El tema de la amistad entre mujeres, que había sido una constante a lo largo de los cuarenta años de producción literaria de Lennox, cobra en esta novela una importancia central. Vemos, por tanto, que la última obra publicada en vida de la autora retoma muchos de los temas que había desarrollado a lo largo de su carrera y lo hace con una evolución temática y formal que la confirman como una escritora original cuya producción literaria merece mayor reconocimiento. p. 19
5. Otros géneros
Además de su producción novelística, es preciso destacar los otros géneros que Lennox cultivó. Tras la publicación de The Female Quixote, Lennox se volcó en la edición de Shakespeare Illustrated (1753–54), un proyecto que acometió animada por Samuel Johnson y con la ayuda de Giuseppe Baretti, cuyas clases de italiano le sirvieron para rastrear las fuentes de las obras de Shakespeare de las que se ocupa en este libro. Shakespeare Illustrated apareció en dos partes: dos volúmenes en 1753 y un tercero en 1754. La celeridad del proyecto, así como el reto que suponía cuestionar la originalidad de Shakespeare, hizo que su publicación contara con un nutrido grupo de detractores. Además, esta obra se publicó en medio de una polémica o guerra literaria entre Francia e Inglaterra motivada porque Voltaire había sugerido que el bardo inglés se basaba en historias ya existentes. Esto fue razón suficiente para que, años más tarde, los detractores de Lennox (defensores de la figura intocable de Shakespeare) se pusieran de acuerdo para organizar un boicot en el estreno de una pieza teatral escrita por la autora, The Sister (1769).
La mala recepción de esta obra, que se representó solo un día, motivó que Lennox se desanimara y no volviera a escribir otra obra de teatro hasta diez años después, ya que esta decepción se unía al hecho de que el famoso actor y productor teatral David Garrick había rechazado en el pasado producir su primera obra de teatro, Philander, un drama pastoral. Por tanto, Charlotte no tenía demasiada confianza en sí misma como dramaturga, como le confesó al propio Garrick. Sin embargo, el reconocimiento del talento literario de Lennox y su mejora financiera vendrían de la mano del teatro y del propio Garrick, ya que la producción de la obra Old City Manners: A Comedy (Theatre Royal, Drury Lane, Londres, 1775), una adaptación de Eastward Hoe (1605), escrita por Jonson, Chapman y Marston, fue un éxito comercial y de crítica que recibió reseñas positivas en la prensa. Críticos posteriores, como Carlile, han señalado que el éxito de la adaptación se debió a que la autora consiguió transformar sutilmente la obra original para reflejar los cambios sociales de la época, que promovían la responsabilidad social, la recompensa por los méritos y la independencia económica (275). La autora anima al público no solo a pensar, sino a actuar, en lugar de aceptar el destino sin más.
Old City Manners, producida ocho años después de su quinta novela, es decir, cuando ya era una autora conocida que estaba más cerca del final que del principio de su carrera, significó un punto clave en la producción de Lennox, ya que le aportó unos ingresos sustanciosos y afianzó el reconocimiento de público y crítica como escritora destacada. Ello, además, coincidió con un logro importante en la lucha de la autora por conseguir los derechos de sus obras. Como era costumbre en la época, las mujeres no tenían derecho a la propiedad o ingresos propios, que pertenecían siempre a sus maridos. Tras muchos años de reivindicación, Lennox consigue los derechos de sus obras en 1774, amparada por la ley de copyright, pero estos no se hicieron efectivos hasta más tarde.
Además de escribir novelas, obras de teatro y crítica literaria, Lennox fue también editora de una de las primeras revistas para mujeres, The Lady’s Museum, de la cual se publicaron once volúmenes desde 1760 a 1761. Esta publicación se definía como un curso de educación femenina y de otros particulares para la información y distracción de las damas. Del mismo modo que la revista de Eliza Haywood, The Female Spectator (1744–46), que pretendía tener un fin didáctico y se dirigía principalmente al público femenino, la publicación de Lennox incluía textos de la autora en los que esta escribía sobre algunas mujeres relevantes a lo largo de la historia, como las vestales romanas o Juana de Arco; cuentos orientales; fragmentos de una novela titulada Harriot and Sophia, que luego sería su novela Sophia; o artículos sobre la educación de las mujeres. En una de estas piezas, se previene a las jóvenes sobre los efectos perniciosos de ciertas lecturas, como los romances heroicos, y se recomienda en su lugar la lectura de la Biblia. p. 20
Sin embargo, es preciso destacar que gran parte de la reputación literaria de Lennox en su época se debe a su faceta de traductora, que acompaña a la de novelista por la que se la conoce hoy en día. Dada su excelente educación, Lennox domina no solo la lengua francesa, sino lenguas clásicas como el griego y el latín. Traduce las memorias de Maximilien de Sully (Memoirs of the Duke of Sully), una obra que se publica en 1755 y le granjeará un gran reconocimiento por el carácter político de las memorias. Asimismo, traduce Lysandre et Caliste de D’Audiguer, las memorias del Conde de Comminges (ambas incluidas en las Memoirs of the Countess of Berci, 1756) y las memorias de Madame de Maintenon de La Beaumelle (Memoirs for the History of Madame de Maintenon, 1757). También tradujo del francés el Théâtre des Grecs de Pierre Brumoy (The Greek Theatre of Pierre Brumoy, 1760), obra en la que contó con la ayuda de Johnson, entre otros, a quien dedicó esta publicación. Tradujo también las memorias de la Duquesa de La Vallière (Meditations and Penitential Prayers, 1774). Tanto en esta obra como en la traducción de las memorias de la Condesa de Maintenon se describen las vicisitudes que vivieron estas mujeres, ambas amantes de Luis XIV. De nuevo se observa aquí el interés de Lennox por la temática femenina, un interés que se desarrolla, como hemos visto, en toda su producción literaria.
Lennox es una escritora prolífica, con demostrado talento, un amplio conocimiento y sólida formación cultural, además de una clara conciencia feminista, cuya producción literaria supone una importante contribución a las letras inglesas. El nombre de Charlotte Lennox ha pasado a la posteridad como autora de una novela que encarna la figura de don Quijote en una mujer cuya obsesión por los romances heroicos le hacen tener aspiraciones más allá de lo que le correspondía por su sexo y condición. Parece, por tanto, que Lennox estaba ya vaticinando con esta novela lo que sería su destino: una vida empeñada en triunfar como escritora defendiendo sus ideas, a pesar de los muchos obstáculos que encontraría en el camino, por lo que no es descabellado calificar esa labor de escritora como una empresa quijotesca.
Bibliografía citada
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1 Anna Laetitia Barbauld. The British Novelists: with an Essay, and Prefaces, Biographical and Critical, vol. 24, 1810.
2 Carta de Lennox a Garrick, 4 de agosto de 1774 (Schürer, Correspondence 147–48).
3 Johnson distinguía estas escritoras de otras como Lady Montagu, diciendo que «la Señora Montagu no hace comercio con su ingenio» (cit. en Turner 107, a partir de James Boswell, The Life of Samuel Johnson). Había, por tanto, una diferencia importante, según él, entre aquellas que querían ganar dinero con su obra, es decir, que consideraban la literatura como su profesión, y aquellas que escribían por placer, sin tener necesidad económica, y no entendían la escritura como un trabajo remunerado.
4 El Dictionary of National Biography [Diccionario de la biografía nacional] es una obra de referencia que incluye, por orden alfabético, entradas biográficas de los hombres y mujeres británicos eminentes de todas las épocas. Se comenzó a publicar en 1885 y actualmente está disponible en Internet, editado por Oxford University Press.
5 Sobre el sentido del término romance en inglés y este tipo particular del mismo, véase el estudio sobre The Female Quixote [El Quijote con faldas] incluido en este volumen.
6 Reseña publicada en el Covent Garden Journal el 24 de marzo de 1752 (vid. Henry Fielding, The Covent-Garden Journal, ed. Gerard Edward Jensen, Yale University Press, 1915, p. 279).
7 En una carta que Catherine Talbot dirigió a Elizabeth Carter (vid. Montague Pennington, ed., A Series of Letters between Mrs. Elizabeth Carter and Miss Catherine Talbot, from 1741–1770, vol. 2, F. C. and J. Rivington, 1809, p. 47).