Advertencia a los lectores

He aquí el segundo tomo del Pastor extravagante. No cabe extrañarse si el primer libro que aquí se halla se denomina el séptimo, pues es una mera continuación de los libros precedentes, los cuales solo van separados del resto porque no entra todo en un volumen, y no pongo aquí Segunda Parte sino para acomodarme al lenguaje ordinario. Me complace decir en estas palabras preliminares que ruego a todos los lectores suspender el juicio que quieran hacer de esta obra hasta que vean la conclusión. El primer volumen depende de este segundo, el segundo del tercero y el tercero de los otros dos. Quien quiera entender uno tendrá que leerlos todos. Por eso es por lo que no es apropiado decir: el segundo no es tan agradable como el primero, o el primero no es tan agradable como el segundo; son fantasías de mentes asqueadas. Todo esto proviene de la misma inspiración, el estilo sigue siendo igual y todo puede ser bueno en su género.

Si el Banquete de los dioses está escrito para burla de las divinidades antiguas, hay cuatro o cinco historias en este volumen hechas como burla de cuatro tipos de novelas. Creo que todo lo demás está cargado también de una velada mofa. Es preciso comprender lo que quiero decir si se quiere obtener un placer perfecto. No obstante, si despreciáis todo esto, tened cuidado con lo que hacéis, pues más pronto que tarde espero que me den la razón todos los juicios desabridos que se han hecho de mi libro. Hay ignorantes que se han imaginado que contenía bajezas tanto en el lenguaje como en las aventuras: les probaré que no saben reconocer la gracia que debe haber en la ingenuidad y me he propuesto hacer comentarios a mi obra en los que mostraré que lo más extraordinario que allí se encuentra se ha tomado de una infinidad de poetas y de otros autores que citaré. Haré ver que el pastor extravagante en su mayor locura sabe más que todos los que se burlan de él y que todos de los que me burlo, y que no dice nada que no se apoye en la autoridad de los más doctos personajes del mundo.

Será allí también donde se vea compendiado todo lo que hay de bueno y de malo en las poesías y novelas, de tal manera que en una tarde se podrá aprender lo que no sabría hacerse en diez años si se tiene la paciencia de leer todos los libros que voy a alegar. Haré también unas apostillas a la lengua francesa, con el fin de defender la mía y demostrar que he dado a cada personaje la que consideraba más conveniente. Por lo demás, evitaré que esto desagrade a las mujeres y a aquellos que no tienen estudios pues, al haber emprendido un libro cómico y satírico a la vez, la doctrina será más suave que severa y los discursos serios no tendrán más cabida que los graciosos. Imaginarán quizás al oírme que me he dejado atrapar por el juego y que me apasiona parecer capaz de defender mi libro palabra por palabra, pero mostraré que ni la cólera ni la vanidad me guían y que, si me dispongo a sacar un libro atrevido, es porque no sabría ocultar la verdad.