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Capítulo VI
Fin de la aventura, pero no como el lector la esperaba

Permitía el marqués a su hija que se paseara a caballo, ejercicio que la gustaba mucho. Un día que Hervey se paseaba divisó a lo lejos a una dama de bellísima traza, montada en un hermoso caballo y seguida de muchos criados. Apartose de su camino por curiosidad, a efecto de encontrarse con ella; y, así que estuvo cerca, vio con placer a la bellísima joven, cuya conquista había intentado. Mientras se disponía a cumplimentarla, lo conoció Arabela y dio un penetrante grito. Creyó Hervey que la había sobrevenido algún accidente, se arrimó con ligereza y esto aumentó el susto de nuestra heroína...

—¡Si tenéis valor –dijo a los que la acompañaban– librad a vuestra infeliz señora de este indigno robador!

Los criados, que tuvieron a Hervey por un asesino, dieron algunos pasos atrás, temerosos de algún pistoletazo y de ser robados después que su señora; pero viendo al supuesto ladrón inmóvil y sin armas de fuego dieron sobre él, lo hicieron desmontar y reunieron sus fuerzas para asegurarlo...

—¡Atrevidos! –exclamó Hervey–. ¿Por qué me tratáis de este modo? ¿De qué me sospecháis? ¿Por quién me tenéis?

—Por un raptor –replicó Arabela– que, contra todas las leyes divinas y humanas, quiere emplear la violencia para poseer una persona de que es indigno y cuyos beneficios paga con negra ingratitud.

—Señora –repuso Hervey– en verdad que no entiendo una palabra de lo que decís: o me equivocáis con otro o queréis divertiros con mi sorpresa. Suplícoos que la chanza no pase más adelante y que mandéis a vuestras gentes que... ¡Dejadme, pícaros u os daré de puñaladas!

—Amenazando –dijo Arabela con gran flema– no conseguiréis moverme7: mejor os estará un poco más de sumisión y de respeto, considerad que estáis en mi poder y que soy dueña de mandaros llevar a la quinta de mi padre, quien castigará severamente tan vil atentado... Mas para convenceros de que soy tan generosa como vos despreciable, os daré libertad, si me prometéis no comparecer jamás delante de mí... Rendid las armas, que es una precaución que debo a mi seguridad.

Así que Hervey (cuyo pasmo se aumentaba por instantes) vio que lo graduaban de robador, conoció que el asunto podía tener fatales consecuencias y se ajustó a aceptar las condiciones que le ofrecían. Al entregar su cuchillo de caza protestó a Arabela, con las más enérgicas expresiones, que solo se había acercado con el deseo de ver sus gracias con más inmediación8. p. 51

—Sobre delincuente no seas perjuro –interrumpió la heroína–. Mi generosidad puede preservarte del resentimiento de mi padre; pero te declaro que nunca, nunca, perdonará este ultraje. ¡Anda, infeliz, indigno del cuidado que tuve con tu vida, vete a un clima donde jamás oiga yo hablar de ti y dirige tus votos al cielo para que pueda yo perder la memoria de tu perfidia9!

Pronunciando estas últimas palabras, hizo señas a sus criados para que soltaran a Hervey y se dirigió a la quinta con la mayor celeridad.

Hervey quedó como petrificado de admiración, pero, hechas algunas cortas reflexiones, atribuyó aquella escena singular a la medrosa sencillez de una muchacha sin experiencia, nacida en el campo; y aun conjeturó que Lucía pudo haberlo vendido, pintándolo bajo un aspecto odioso. Temiendo, pues, que el suceso se hiciese público, determinó volverse al momento a Londres y, a la mañana siguiente, pretextando que lo llamaban por una carta, partió, dándose la enhorabuena de escapar de las sátiras y matracas de que iba a ser objeto.

Arabela, para ser completamente generosa (prenda característica de las heroínas) mandó a sus criados que no hablasen de lo acaecido; les amenazó con su enojo si desobedecían y acabó comprándoles el silencio. Y cuando pudo hablar con su fiel Lucía, la contó los riesgos que había corrido y dio gracias al cielo con ella de su dichosa libertad.

Dos o tres meses se pasaron sin nuevas aventuras, pero la imaginación de aquella hermosa visionaria, montada siempre sobre el mismo tono, la llevó a otra equivocación todavía más ridícula que la precedente.

7 ‘persuadirme’.

8 ‘más de cerca’.

9 ‘vete a un lugar’; literalmente, clima es el «espacio de tierra comprehendido entre dos paralelos de la equinoccial, en los cuales el día mayor del año se varía notablemente con una cierta y determinada diferencia» (Aut).